Simultáneamente a los primeros choques terrestres en Italia, en Inglaterra se reunió una flota combinada anglo-holandesa para llevar contra la península un ejército de desembarco combinado de unos 14.000 soldados, al mando de sir James Butler, II duque de Ormond, y del holandés barón Sparre. La flota estaba formada por unos 207 barcos, de los que 50 eran buques de guerra con un total de 4.150 cañones y el resto buques auxiliares y naves de transporte. El mando de la flota lo ostentaba el almirante sir George Rooke, a bordo del navío Royal Sovereing.

El objetivo de ingleses y holandeses era sitiar y conquistar la ciudad de Cádiz, cuyo puerto era muy importante porque controlaba el comercio con los virreinatos españoles de América y porque desde allí podía prepararse una invasión hacia el interior de la península ibérica. Además, era el destino de la Flota de Indias que zarparía de forma inminente desde la Habana tras haber pasado tres años en América acumulando riquezas para desembarcar en España.

Entre los generales embarcados se encontrada Jorge de Hesse Darmstadt, príncipe de Hesse-Darmstadt, que fue virrey de Cataluña nombrado por el rey Carlos II hasta su destitución en febrero de 1701 y expulsión de España en abril del mismo año por el rey Felipe V, motivo por el cual se pasó activamente al bando del archiduque Carlos. El príncipe había expresado su confianza y convicción que los españoles se alzarían a favor del archiduque en cuanto las tropas tomaran tierra en Andalucía.

La aparición de esta flota en las costas de Andalucía turbó los ánimos en la corte de Madrid. La reina María Luisa Gabriela de Saboya convocó una reunión de los ministros del gabinete y urgió a la defensa del reino. La reina pidió al Almirante de Castilla, Juan Tomás Enríquez de Cabrera Toledo y Sandoval, duque de Rioseco y conde de Melgar, uno de los más notables y principales personajes del gobierno del difunto Carlos II, que acudiera a la defensa de Andalucía, pero éste se negó, aduciendo la excusa de tener pocas tropas y ningún plan de defensa. El almirante era un firme defensor del partido austracista, jefe de la nobleza que militaba en él, y tenía decidido pasarse al bando del archiduque Carlos y desertar a Portugal.

Por su parte, el capitán general de la Mar Océano y Costas de Andalucía, Francisco del Castillo Fajardo y Muñoz, II marqués de Villadarias, recién nombrado el 2 de marzo para el cargo, tenía pocos recursos militares para afrontar el ataque combinado anglo-holandés. La mayoría fueron absorbidos por el rey Felipe V para la campaña de Italia de aquel año y apenas contaba con 150 soldados de tropas veteranas y una treintena de jinetes, posiblemente del Trozo de Caballería del Rosellón, mientras que la guarnición de Cádiz no llegaban a 300 soldados, al mando del gobernador Escipión Brancaccio. La ciudad no tenía armas almacenadas con las que armas a las milicias urbanas. Los barcos anclados en la bahía eran seis galeras, tres navíos de línea españoles y otros tres franceses. Por ello, ante las noticias del posible ataque inglés, el marqués envió a Cádiz el Tercio de Nuevo de la Armada, que partió de Gibraltar el 7 de agosto al mando de su jefe, el maestre de campo reformado Carlos San Gil de la Justicia y Aguilar.

En las filas del marqués de Villadarias, que era un "experimentado soldado de áspera y rígida condición" según nos cuentan las fuentes, se encontraba el general de Caballería Félix de Ballaró, que había sido enviado a Andalucía en 1701 desde Barcelona y que tenía amistad con Jorge de Hesse Darmstad desde que aquel estuvo a sus órdenes en la campaña de 1695 por el levantamiento del sitio de Palamós de manos francesas, ocurrida durante la guerra de los Nueve Años. En aquella campaña el marqués de Villadarias y Jorge de Hesse acabaron enemistados por culpa de varios encontronazos sobre el modo de afrontar la campaña, en los que Ballaró tomó partido por su jefe.

Dada la situación de amenaza se hicieron preparativos para la defensa. El cardenal Portocarrero, don Manuel Arias, la ciudad de Sevilla, la nobleza andaluza, comerciantes de Cádiz (entre los que encontraban los de la "nación flamenca") y otras autoridades hicieron donativos y financiaron los gastos que hubiera que afrontar. Se introdujeron víveres en Cádiz, se armó a las milicias y los pueblos reafirmaron su fidelidad al rey.



Desembarco en Cádiz en 1702. Coleccion de Planos de Fortificaciones y Batallas, Anne Beek y Gaspar de Baillieu (1684-1709), de la Biblioteca del Congreso de los EEUU. (Fuente: Sitio web de Mapas y Vistas - Cádiz).

La flota combinada zarpó del puerto de Wight el 12 de julio, y llegó a lisboa el 19 de agosto para embarcar las tropas que tenía preparadas el príncipe de Hesse-Darmstad. El 23 de agosto el almirante Rooke se presentó en aguas de Cádiz. La flota británica estaba formada por 30 navíos, 6 fragatas, 2 corbetas, 5 bombardas y 9 brulotes, con un total de 2.570 cañones y unos 16.000 marineros. Estaba dividida en cuatro escuadras y los buques menores:

  • Escuadra del almirante Rooke, formada por ocho navíos: Royal Sovereign (110 cañones), Boyne (80 cañones), Ranelagh (80 cañones), Sommerset (80 cañones), Bedford (76 cañones), Kent (70 cañones), Eagle (70 cañones) y Plymouth (60 cañones).

  • Escuadra roja, al mando del vicealmirante Thomas Hopsonn, a bordo del Prince George, formada por ocho navíos: Prince George (90 cañones), Association (90 cañones), Cambridge (80 cañones), Monmouth (70 cañones), Essex (70 cañones), Oxford (70 cañones), Yarmouth (70 cañones) y Grafton (70 cañones).

  • Escuadra azul, al mando del contraalmirante John Craydon, a bordo del Triumph, formada por siete navíos: Triumph (90 cañones), Cumberland (80 cañones), Torbay (80 cañones), Lennox (70 cañones), Berwick (70 cañones), Northumberland (70 cañones) y Pembroke (60 cañones).

  • Escuadra blanca, al mando del contraalmirante sir Stafford Fairbone, a bordo del St. George, formada por siete navíos: St. George (96 cañones), Barfleur (90 cañones), Chichester (80 cañones), Stirling Castle (70 cañones), Burford (70 cañones), Expedition (70 cañones) y Swiftsure (70 cañones).

  • Seis fragatas (Sorling, Dunwich, Lowestoft, Lynne, Adventure, Poole), dos corbetas (Newport, Flamborough), cinco bombardas (Mortar, Granada, Terror, Firedrake, Basilisk y nueve brulotes (Vulture, Phoenix, Lightning, Terrible, Griffin, Hawke, Hunter, Fubbs Yacht, Paramour Pink).

La flota holandesa estaba formada por 20 navíos, 3 fragatas, 3 bombardas y 3 brulotes, con un total de 1.580 cañones y unos 10.850 marineros. Estaba dividida en tres escuadras y los buques menores:

  • Escuadra del Mosa, al mando del vicealmirante Van der Goes, a bordo del Zeven Provincien, formada por seis navíos: Zeven Provincien (90 cañones), Holland (72 cañones), Dordrecht (72 cañones), Veluwe (64 cañones), Wassenner (64 cañones) y Aemilia (64 cañones).

  • Escuadra de Amsterdam. al mando de teniente general Van Almonde, a bordo del Vrijheid, formada por siete navíos: Vrijheid (94 cañones), Unie (92 cañones), Reigersberg (72 cañones), Katwijk (72 cañones), Het Loo (64 cañones), Gouda (64 cañones) y Handerbroek (50 cañones).

  • Escuadra del Norte, al mando del teniente general Callenberg, a bordo del Beschermer, formada por siete navíos: Beschermer (90 cañones), Enkhuizen (72 cañones), Alkmaar (72 cañones), Slot Van Muyden (72 cañones), Uthrecht (64 cañones), Arnhem (64 cañones) y Wulverhorst (50 cañones).

  • Tres fragatas (Gorkum, Beschutter, Wolf), tres bombardas (Salamander, Geweld, Schrik) y tres brulotes (Olijboom, Eendracht, Salamander).

Si bien el príncipe de Hesse y el embajador inglés en Lisbora, Paul Methuen, habían informado al alimrante Rooke de las deficiencias defensivas de la ciudad, un pescador capturado indujo al almirante pensar que en la ciudad había una gran guarnición española esperándoles, lo que motivó las dudas de los coaligados a la hora de atacar. Se descartó desembarcar en el itsmo y atacar directamente la cudad, porque los vientos de Levante impedían asegurar el abastecimiento de las tropas. Se descartó un bombardeo de la ciudad, porque se temía a los cañones de los fuertes de la ciudad.



Ataque a la ciudad de Cádiz de 1702. Dibujado por Jan van Call (1655-1703) y publicado por Anne Beck. Colección Militar del rey Jorge, Royal Collection Trust. (Fuente: Sitio web de Mapas y Vistas - Cádiz).

Las defensas de Cádiz estaban en buen estado, y sus dos fuertes más importante, el de El Puntal y el de Matagorda, estaban bien abastecidos, por lo que era difícil que la flota combinada penetrase en la bahía de Cádiz. Sin embargo, las murallas de Rota y del Puerto de Santa María se habían quedado pequeñas por la aparición de arrabales en sus alrededores, por lo que Rooke y Ormond decidieron desembarcar en Rota para ir apoderandose poco a poco de los pueblos de alrededor y cercar la plaza de este modo. Mientras la flota combinada permanecía inactiva sin desembarcar, el marqués de Villadarias vació de población los pueblos costeros, preparó defensas en las playas e instaló su cuartel general en el Puerto de Santa María, donde adiestró a las milicias locales.

DESEMBARCO DE LA FUERZA ANGLO-HOLANDESA.

El 25 de agosto los cañones de la flota combinada realizaron un bombardeo masivo sobre el Puerto de Santa María. Al amanecer del 26 de agosto el ejército del duque de Ormond desembarcó cerca de Rota unos 500 ingleses. Uno de los primeros en bajar a tierra fue el príncipe de Hesse-Darmstadt, quien lo hizo diciendo:

    "- Juré entrar por Cataluña en Madrid, ahora pasaré por Madrid a Cataluña."

En aquellos críticos momentos el marqués de Villadarias reprochó al general Ballaró su amistad con Jorge de Hesse, hizo algunos comentarios que insinuaban una posible traición del general, y le dijo con sarcasmo que no se preocupara por su amigo, "ya que el príncipe Darmstad evitará el peligro". El general Ballaró reafirmó al marqués su fidelidad al rey Felipe V y, espoleado por sus hirientes comentarios y despechado por el desprecio del marqués, se ofreció a enfrentarse al enemigo con los escasos jinetes que tenía bajo su mando. El general Ballaró se lanzó al combate al frente de sus hombres, "con más bravura que reflexión", con un "escuadroncico" de menos de 50 caballos, y murió de un balazo en el pecho frente a su antiguo jefe, con la espada en la mano, "casi desesperado, arrojándose al mayor peligro, porque le había dicho Villadarias que ahí estaba su amigo Darmstadt". La muerte del general Ballaró y la derrota de su caballería originó la desbandada de los soldados españoles, que no consiguieron detener el desembarco enemigo.

LA RENDICIÓN DE ROTA.

Los británicos se presentaron delante de Rota y amenazaron con quemar la ciudad si no se rendía. Su gobernador, Francisco Antonio Díaz Cano, no había recibido ninguno de los soldados y armas de refuerzo que había solicitado, por lo que al día siguiente, 27 de agosto, rindió y entregó la plaza a los ingleses. Años más tarde, su hijo justificó la conducta de su padre con estas palabras:

    Todo el "exercito junto de Ingleses, y Olandeses, se apoderó de Rota por la vanda de Tierra; por cuya parte no havia, ni un reducto, ni tiempo de construir de mar a mar una trinchera, ni gente aún del País para tomar todas las avenidas, ni un Soldado Veterano de Infantería, ni de Cavallería; pues una Compañia de sesenta caballos que allí havia, la retiró el Marqués de Villadarias para sí".

Una versión de los hechos dice que el gobernador Díaz Cano se pasó a las filas del archiduque Carlos y el príncipe de Hesse-Darmstadt, en agradecimiento, le nombró marqués en nombre del archiduque Carlos. Otra versión de los hechos, expuesta años más tarde por el hijo del gobernador Díaz Cano, afirma que quien rindió la plaza y recibió el título de marqués fue el alcalde de la ciudad, Bartolomé Murrufo, que fue presionado por los vecinos de Rota que no querían que su ciudad fuese saqueada y pasto de las llamas. Según esta segunda versión, el gobernador Díaz Cano se retiró a Chipiona tras la rendición de Rota y de allí marchó al Puerto de Santa María para informar al marqués de Villadarias.



Croquis del ataque a Cádiz de 1702, elaborado sobre un mapa del siglo XVIII que muestra la "Descripcion del Río de Sevilla, y Bahía de Cadiz, Río del Puerto de Sta. María, y los de Sn. Pedro, o Guadalete, y Santi Petri". (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, Ref. ESP-35/1).

El príncipe de Hesse-Darmstadt y el duque de Ormond enviaron cartas al marqués de Villadarias, al gobernador de Cádiz y diversas autoridades de los pueblos circundante en busca de aliados y para solicitarles la proclamación del archiduque Carlos como rey de España, pero se encontraron con su negativa y su fidelidad al rey Felipe V, lo cual contradecía las esperanzas puestas un posible levantamiento popular a favor del archiduque. Por el contrario, se encontraron con la enemistad del pueblo andaluz, especialmente enconado cuando los ingleses y holandese comenzaron las profanaciones sacrílegas de templos e imágenes, y saqueo y destrucción de almacenes y comercios, como hicieron días después en el Puerto de Santa María.

SAQUEO DEL PUERTO DE SANTA MARÍA.

Tras la toma de Rota, el 31 de agosto otra fuerza enemiga desembarcó en el Puerto de Santa María. Antes de entrar en la ciudad se enfrentaron al fuerte de Santa Catalina, cuyos defensores se rindieron el 1 de septiembre. Mientras tanto, ante la solicitud del marqués de Villadarias hecha a las autoridades de Cádiz de enviar sus tropas para la defensa del Puerto, el cabildo de la ciudad se negó aduciendo que aquellas tropas eran imprescindibles para la defensa de la ciudad, que sin duda era el objetivo de los anglo-holandeses.



Planta del castillo de Santa Catalina en 1724, que en 1702 se rindió con sus trescientos defensores al duque de Ormond. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, Ref. Ar.G-T.8-C.2-613).

Tras un intercambio epistolar entre el duque de Ormond y el marqués de Villadarias, solicitando aquel la rendición y respondiendo éste con firmes adhesiones al rey Felipe V, el 2 de septiembre 13.000 soldados avanzaron sobre el Puerto de Santa María, cuyos habitantes prefirieron abandonarla antes que capitular, mientras que el marqués de Villadarias se retiró a la hacienda de Buena Vista, en dirección a Jerez. Los invasores entraron en la población y se entregaron al saqueo hasta el 7 de septiembre, cometiendo todo tipo de tropelías, numerosos sacrilegios en las iglesias y destruyendo las imágenes religiosas. Un testigo presencial dijo que los ingleses:

    "descerrajaron puertas y saquearon todas las casas, haciendo las más exquisitas diligencias que se pueden imaginar. No quedó paz que no agotasen, lugar inmundo que no reconociesen, ni tierra movediza que no cavasen buscando lo que podía haber debajo oculto. Todo lo que hallaron de oro, plata y pedrería fue lo primero en que se cebó su codicia. Se llevaron de los almacenes de las casas de comercio que había en este Puerto todos los géneros preciosos que se conducen de las Indias Occidentales a España, como grana, añil, cacao, vainilla, cochinilla y otras drogas medicinales..." 

ENTREGA DE PUERTO REAL.

Los invasores siguieron avanzando y el 8 de septiembre llegaron a Puerto Real, localidad cuyos habitantes ya habían abandonado. El alcalde entregó la ciudad como habían hecho las autoridades de Rota, para evitar el saqueo. Tras ello, el duque de Ormond se presentó ante el fuerte de Matagorda el 9 de septiembre con unos 2.000 soldados, donde comenzaron a cavar trincheras para asediarlo y ser reforzados poco tiempo después hasta llegar a los 3.200 soldados.

LA RESISTENCIA DEL FUERTE DE MATAGORDA.

El fuerte de Matagorda esta situado en el extremo de la península de tierra que cierra la bahía de Cádiz por la izquierda, cruzando sus fuegos con el fuerte del Puntal, situado justo enfrente, y cerrando entre ambos fuertes la entrada a la bahía, que además estaba bloqueada por una cadena reforzada con vigas encadenadas, maderos y dos grandes y viejos navós echados a pique llenos de piedras. El duque de Ormond necesitaba capturar el fuerte de Matagorda para poder progresar en su ofensiva sobre Cádiz. El fuerte estaba defendido por el Tercio Nuevo de la Armada y algunas compañías del Tercio de los Colorados Viejos (que en 1707 pasó a denominarse Regimiento de Infantería de Sevilla nº 36). Pero el jefe de la defensa, Andrés de la Torre, resistió los ataques durante varios días con la ayuda del eficaz fuego de las galeras y navíos españoles y franceses anclados dentro de la bahía, que estaban al mando de Fernán Núñez y cuyos fuegos, en combinación con los de los fuertes, hundieron tres buques ingleses y uno holandes que se habían acercado a tratar de cortar la cadena de entrada al puerto.



Planta del castillo de Matagorda en 1717, que en 1702 resistió once días a los ataques del duque de Ormond. (Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa, Ref. Ar.G-T.8-C.1-583).

El príncipe de Hesse-Darmstadt seguía con su intento de levantar los pueblos a la causa del archiduque, enviando cartas, emisarios e incluso visitándoles él mismo, sin conseguir ningún éxito. La resistencia de Matagorda dió tiempo al marqués de Villadarias para reforzar sus tropas con milicias de las ciudades de Sevilla y Córdoba, y hostigar permanentemente a los destacamentos anglo-holandeses que se diseminaban por los campos circundantes en busca de botín o provisiones. Además, por las noches encendía hogueras en numerosos sitios para confundir al enemigo y hacerle creer que tenía más tropas de las que realmente tenía.

Viendo que su ataque no avanzaba como habían pensado inicialmente, los anglo-holandeses comenzaron a discutir sobre la conveniencia de permanecer durante el invierno en el Puerto de Santa María y esperar refuerzos para tomar Cádiz, o retirarse antes de la llegada de las tropas de socorro españolas. Finalmente, el 18 de septiembre el duque de Ormand levantó el sitio de Matagorda y, saqueando e incendiando todo a su paso, retiró todas sus fuerzas a Rota, donde celebró un consejo de guerra para decidir qué hacer. El príncipe de Hesse-Darmstadt pretendía seguir el asedio de Cádiz para rendirla y avanzar luego hasta Sevilla, pero los anglo-holandeses se mostraron partidarios de abandonar la empresa. El duque de Ormond lo expresó de esta manera:

    "Porque no se habían hallado los Parciales Austriacos, que decantaba, ni adherido Español alguno a su partido, mas que el Gobernador de Rota, por necesidad, y fragilidad de ánimo, despues de ser prisionero: Que se habían declarado toda Andalucía, y las Castillas por su Soberano, y que en término de pocos días se había juntado muchedumbre de gente armada, que aunque imperita, la práctica del País la hacía formidable, y que en defensa de su propia tierra, cada uno sabía ser soldado; por eso no había querido aventurar las Tropas, internándolas en el País; ni era fácil tomar a Cádiz con ocho mil hombres, resuelto su Gobernador a defenderla hasta el extremo: Que sin eso, no podían entrar las Naves en el Puerto; y que en fin la expedición se fundaba en las que suponía inteligencias Armestadt, tan al contrario experimentadas, ...; y que así no le había parecido proseguir una Guerra, donde los Alemanes hacían inutilmente gastar a sus aliados."

REEMBARQUE DE LAS TROPAS Y RETIRADA DE LA FLOTA.

Mientras tanto, el marqués de Villadarias había logrado reunir una fuerza de unos 4.000 soldados y 3.000 jinetes y cayó sobre el ejército aliado en retirada. En Rota se libró un sangriento combate en el que los españoles causaron unos 600 muertos a los anglo-holandeses, y en el que el príncipe de Hesse-Darmstadt estuvo a punto de morir, siendo salvado por el duque de Ormond. Comprendiendo lo apurado de su situación, Ormond abandonó Rota y reembarcó sus tropas el 27 de septiembre, no sin antes haber saqueado esta población. El saqueo de Rota fue relatado por algunos testigos:

    "Saquearon el lugar, robaron la iglesia mayor de esta villa de todo cuanto había, excepto la plata y ornamentos bordados que se habían llevado a Jerez, y maltrataron algunas imágenes... cántares, silleras de paja y demás alhajas menores estaban deshechas y repartidas por las calles y, en ellas, 30 machos y bueyes ya podridos. Un inglés muerto en una casa. Casi todas las casas del lugar rotas las puertas y ventanas, los papeles de los escribanos desbaratados, el archivo de la villa deshecho, todos los ornamentos de las iglesias robados, no habiendo exceptuado ni aún en los vestidos de Nuestra Señora de la Soledad, dejando a su imagen deshecha la cara, y quebrando brazos y piernas a una de San Sebastián. La cárcel y la carnicería sin puertas, y los cuartos del castillo tan llenos de inmundicias que su vista era intolerable."

Con las tropas aliadas se embarcó el alcalde de Rota para evitar ser juzgado por traición por las autoridades españolas. La suerte del alcalde de Puerto Real fue mucho peor: capturado por sus vecinos, fue atado a un caballo y arrastrado hasta Jerez, donde fue ahorcado por traidor. No he conseguido confirmar una noticia que dice que el gobernador de Rota fue ahorcado por traición.

El 28 de septiembre el almirante Rooke retiró la flota combinada anglo-holandesa de Cádiz. Tras el fracaso de la empresa, la flota había quedado tan malparaba en los 35 días de asedio, que buscó refugió en la costa portuguesa para reponer fuerzas, reabastecerse y reparar las averías.

FUENTES: