Ataque del rey Luis XIV de Francia en respuesta a la derrota sufrida por sus tropas en Fuenterrabía.
Richelieu quiso lavar la derrota del ejército francés en Fuenterrabía de 1638 invadiendo España al año siguiente por la frontera catalana del Rosellón. Puso al frente del ejército francés al mismo general que había sido derrotado en Fuenterrabía, el general Condé, auxiliado por el mariscal Hallouin-Schomberg. Por desgracia para la suerte española, Cataluña no se hallaba en buenas condiciones de defensa, pues la tropa que la guarnecía era escasa y bisoña, y el virrey y capitán general de Cataluña, conde de Santa Coloma, era viejo y estaba achacoso. A pesar de esto, el virrey mandó aviso de socorro a la corte de Madrid y los catalanes acudieron al auxilio del ejército real.
Sin embargo, dicen los historiadores (Barado, citado en la Enciclopedia Espasa), que la causa del abandono del Rosellón y el principado catalán fue el rencor que el conde-duque de Olivares tenía contra Cataluña. Invadido el Rosellón por Condé, sus tropas se entregaron a destruir e incendiar pueblos y caseríos, de modo que cualquier posible apoyo que pudieron pensar los catalanes en ofrecer al ejército francés se vió desvanecido por los desmanes de los franceses.
El castillo de Opal fue entregado a los franceses sin ofrecer resisetncia y su gobernador, que era flamenco, huyó a Perpignan, donde pagó su traición y cobardía con su cabeza.
Los franceses pusieron sitio al importante castillo de Salces. En vista de que los socorros pedidos a Madrid no llegaban, el virrey santa Coloma excitó el patriotismo de los catalanes para que acudieran en auxilio del ejército real para proteger aquella región catalana, a punto de caer en manos francesas. La respuesta fue importante, especialmente de la ciudad de Barcelona. En menos de un mes se reunió en Perpignan un ejército de 10.000 catalanes animosos y entusiastas. Sin embargo eran demasiado jóvenes y bisoños como para enfrentarse a los franceses sin ejercitarse antes en el manejo de las armas y las evoluciones de las unidades en combate. A pesar de ello, sus primeros encuentros con los franceses demostraron arrojo y valor digno de encomio.
No obstante, la guarnición de Salces decidió rendirse por capitulación, y su gobernador no se atrevió a regresar a España por temor a que le juzgaran y ajusticiaran por traición, tal y como le ocurrió al gobernador del castillo de Opal.
Entretanto, el conde de Santa Coloma permanecía inactivo en Perpignan, escudado en la orden que tenía de permanecer a la espera de la llegada del ejército de Cantabria, que venía al mando de Felipe Espínola, marqués de los Balbases. Los franceses aprovecharon este parón en las operaciones para fortificar la plaza de Salces, mientras los catalanes protestaban y censuraban a gritos la pasividad del virrey, diciendo que el Principado no había hecho grandes sacrificios y que no estaban allí para ver como el enemigo talaba impunemente los campos del Rosellón.
Por fin, el 15 de septiembre de 1639 el ejército español salió de Perpignan. Sus 24.000 hombres derrotaron a los franceses, les hicieron huir y el conde de Santa Coloma puso sitio en toda regla al castillo de Salces. Este se inició con extrema lentitud, lo cual exasperó a los catalanes y propició las críticas de los demás soldados contra la apatía aparente de sus generales. Por otra parte, a los rigores de la estación y el fuego enemigo se sumó el estrago de una enfermedad contagiosa que apareció en el campo español y de la llegaron a morir 8.000 soldados.
A pesar de este aparente estado de desmoralización, las tropas españolas lograron derrotar cuatro salidas que hicieron los sitiados y en las que los españoles demostraron su arrojo y valor. El sitio no parecía adelantar, y un mes más tarde de iniciado el mismo se supo que el general Condé avanzaba con 24.000 soldados y 12 piezas de artillería contra los españoles para levantar el sitio. El 24 de octubre los franceses llegaron a la vista de Salces. Mientras tanto, los españoles habían recibido refuerzos de reclutas y 2.300 soldados veteranos de la escuadra surta en Rosas, por lo que lograron resistir en las trincheras los ataques franceses. Por fin, el 1 de noviembre los franceses fueron derrotados por completo, sufriendo grandes pérdidas y gran mortandad, y puestos en fuga desordenada. por las tropas españolas.
El gobernador francés del castillo de Salces, un tal Espenan, no quiso rendir la plaza hasta verse obligado a ello por falta total y absoluta de todo tipo de recursos, por lo que los españoles tuvieron que esperar dos meses más hasta poder recuperar el castillo. Durante este tiempo franceses y españoles permanecieron inactivos sin disparar un solo tiro. Por fin los españoles entraron en el castillo de Salces el 6 de enero de 1640. Las bajas de los soldados catalanes ascendieron a unos 7.000 hombres, entre ellos 200 nobles e hidalgos, la cuarta parte de la nobleza del principado.
Durante este tiempo, el desacuerdo entre los voluntarios catalanes y las tropas del Rey creció de un modo extraordinario, de modo que puede decirse que la reconquista de Salces se convirtió en un primer paso hacia la insurrección y guerra civil. Pero esta es otra historia.
Diccionario Universal Espasa. Editorial Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1981.