21 DE JULIO: QUINTO Y ÚLTIMO DÍA DE ASEDIO (jueves)
Muy de mañana el general Silvestre partió de Melilla hacia Annual. Le seguían todos los soldados que había podido rebañar de las diferentes unidades de la capital: centinelas, oficinistas, rancheros, albañiles, carpinteros, etc, cuya capacidad de combate dejaba mucho que desear.
Mientras tanto, en Annual el general Navarro había preparado una nueva operación para socorrer Igueriben. Formó a unos 3.000 hombres en dos columnas:
Coronel Morales, al mando de toda la Policía Indígena y las harkas amigas, más 4 compañías de fusiles peninsulares. Misión: alcanzar la Loma de los Árboles, expulsar de ella al enemigo y proteger el convoy de aprovisionamiento.
Coronel Manella, al mando de todos los Regulares y tropas peninsulares disponibles. Misión: alcanzar las alturas dominantes de la izquierda y proteger el convoy de aprovisionamiento.
La operación comenzó al despuntar el día con una fuerte preparación artillera. Se dió la orden de avance y pronto se puso de manifiesto que el espíritu combativo de los soldados dejaba mucho que desear. La tropa estaba desmoralizada y combatía sin nervio. Los coroneles Morales y Manella tuviron que retroceder.
El general Navarro ya lo había presentido, pues antes de comenzar el ataque había enviado al Comandante General un telegrama diciendo que "... [el espíritu de las tropas] no es todo el necesario para compensar la debilidad ... me creo en el deber de exponer la desconfianza de no conseguir el objetivo ... [y espera órdenes sobre] si verifico el convoy o preparo la evacuación de Igueriben.".
A las 12:30 horas el general Silvestre se presentó en Annual justo a tiempo para presenciar el fracaso del general Navarro, cuyo mensaje no había recibido por estar de camino. Al darse cuenta de la retirada de las tropas, el comandante Benítez envió el siguiente telegrama: "parece mentira que dejeis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros." Este mensaje encorajinó tanto al general Silvestre que ordenó formar los escuadrones para lanzarse a la carga. Sus ayudantes le calmaran, y el general envió un mensaje a Benítez autorizándole a parlamentar con el enemigo. Fue entonces el comandante Benítez quien se encorajinó, pues contestó al general que "los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden."
La artillería de Izumar no enfilaba bien el flanco de la posición para batir a la harka enemiga, así que el general Silvestre ordenó que una batería de montaña se emplazase sobre la lucha. la 5° Batería del capitán Blanco se aprestó a ello, pero sus fuegos llegaron demasiado tarde para salvar Igueriben. Es más, el repliegue de las columnas de los coroneles Morales y Manella casi dejó cercada su batería, por lo que se vió forzado a replegarse sobre Izumar en lugar de hacer sobre Annual.
A las 16:00 horas las avanzadillas españolas más próximas a Igueriben, situadas a unos 500 metros, comenzaron a replegarse. Al verlo, el comandante Benítez reunió a sus oficiales y les anunció su decisión de abandonar la posición y de sacrificar sus vidas para salvar la de sus ombres. Previamente había enviado un heliograma al general Silvestre escrito en estos términos: "Nunca esperé recibir de V.E. orden de evacuar esta posición, pero cumpliendo lo que en ella me ordena, en este momento, y como la tropa nada tiene que ver con los errores cometidos por el Mando, dispongo que empieze la retirada, cubriéndola y protegiéndola debidamente, pues la oficialidad que integra esta posición, conscientes de su deber, sabrfemos morir como mueren los oficiales españoles.".
El comandante Benítez formó una columna en un desesperado intento de salvar a los pocos hombres que pudieran hacerlo:
- Vanguardia: al mando del capitán D. Arturo Bulnes.
- Flanco izquierdo: al mando del teniente D. Alfonso Galán Arrabal.
- Flanco derecho: al mando del teniente D. Luis Casado Escudero.
- Grueso, con los heridos y enfermos, al mando del propio comandante Benítez.
- Retaguardia: al mando del capitán D. Federico de la Paz Orduña.
El resto de los oficiales se repartieron entre las columnas. El comandante Benítez distribuyó las municiones (20 cartuchos por cabeza) y 15.000 pesetas de la caja de las compañías, "con el encargo de reintegrarlas en el regimiento si se abren camino.". A continuación quemaron las tiendas e inutilizaron el material.
Se transmitió el último mensaje a Annual: "Solo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlos, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues moros y españoles estaremos revueltos en la posición."
El comandante dió al orden de iniciar la salida. Al momento la mitad de la sección de vanguardia cayó en la puerta de la posición, atacada por los riñefos que irrumpían en masa en la posición. Pero los supervivientes no se replegaron, sino que se lanzaron a la bayoneta pendiente abajo para unirse a los españoles que se retiraban. Los que quedaban en la posición les siguió en carrera desesperada. Los oficiales se quedaron atras sobre los sacos terreros, fusil al hombro, disparando sobre los rifeños para proteger la huida de sus hombres. Todos ellos resultaron muertos, menos el teniente Casado que, herido, fue dado por muerta en la confusión del asalto final, y hecho prisionero posteriormente junto a un soldado.
El comandante Benítez murió al frente de sus hombres, a los cuales nunca abandonó. Recibió un disparo en la cabeza que le hizo caer al suelo, pero se rehizo inmediatamente y conservando su admirable serenidad, hasta que un nuevo disparo que hizo blanco en su corazón le hizo caer muerto.
De los escapados, llegaron vivos a Annual el sargento Dávila y unos 14 soldados. Otras fuentes dicen que se salvaron 36 en total. El artillero Antonio Andreu Modol estaba entre los supervivientes. Cuatro murieron en Annual tras atracarse de agua.
LOS MUERTOS DE IGUERIBEN
No hay cómputo oficial de las bajas de Igueriben. Sin embargo, si hacemos caso a las versiones más optimistas, podemos afirmar que murieron 320 de los 354 hombres que componían la posición.
Todos los oficiales de Igueriben, menos el teniente Casado, murieron defendiendo la posición:
- Comandante D. Julio Benítez Benítez, del 2º Batallón del Regimiento de Ceriñola num. 42. Por su valor y pericia al mando de la posición se le concedió la Laureada.
- Capitán Arturo Bulnes Martín, de la 2ª Compañía del 1er. Batallón del Regimiento de Ceriñola núm. 42.
- Capitán D. Federico de la Paz Orduna, de la 1ª Batería Ligera del Regimiento Mixto de Artillería. Por su valor se le concedió la Laureada.
- Teniente D. Justo Sierra Serrano, de la 2ª Compañía del 1er. Batallón del Regimiento de Ceriñola núm. 42.
- Teniente D. Manuel Castro Muñoz, de la 4ª Compañía del 3er. Batallón de Regimiento de Ceriñola núm. 42.
- Teniente D. Ovidio Rodríguez, de la 4ª Compañía del 3er. Batallón del Regimiento de Ceriñola núm. 42.
- Alférez D. Rafael Villanova Hopper, de la 4ª Compañía del 3er. Batallón del Regimiento de Ceriñola núm. 42.
- Teniente D. Alfonso Galán Arraba, de la Compañía de Ametralladoras de Posición.
- Teniente D. Ernesto Nougués Barrera, del Parque Móvil de la Comandancia de Artillería.
- Teniente D. Julio Bustamante y Vives, de la 1ª Batería Ligera del Regimiento Mixto de Artillería.
- Alférez D. Enrique Ruiz Osuna, de Intendencia.
El teniente Casado fue hecho prisionero. Pasó en cautividad dieciocho meses junto con el resto de prisioneros tomados por los rifeños durante los dias del Desastre de Annual. Una vez liberado, el teniente redactó un parte por escrito relatando el ataque, defensa y caída de la posición de Igueriben.