En la ciudad de Barcelona funcionó desde 1847 una red militar de telegrafía óptica que enlazaba, con una topología radial, el edificio de Capitanía General con castillo de Monjuich, la Ciudadela, las Atarazanas y Marqués de la Mina. La red fue instalada por orden del Capitán General de Cataluña, teniente general don Manuel Pavía y Lacy, marqués de Novaliches. El sistema se basada en un mástil con banderas de colores, que indicaban el destinatario del mensaje, y una columna vertical en cuyo interior discurría un indicador que podía adoptar hasta once posiciones diferentes para permitir la codificación decimal correspondiente[01]. Fue sustituido por un sistema de telegrafía eléctrica seis años después.
El telégrafo eléctrico había nacido en 1835 cuando Morse tuvo la idea de utilizar un electroimán en las comunicaciones a distancia. El Reino Unido, Italia, Francia y Prusia siguieron con interés el desarrollo de este nuevo invento, de manera que a mediados de siglo el primero ya contaba con 6500 kilómetros de líneas de telegrafía eléctrica. Tampoco descuidaron sus ejércitos, pues estos países organizaron trenes y brigadas de telegrafía eléctrica de campaña en sus unidades. Su empleo en campaña estuvo restringido a las comunicaciones de los ejércitos de operaciones con sus respectivas retaguardias, ya que en campaña seguían utilizando los sistemas ópticos en sus despliegues, marchas y estacionamientos. Esto fue lo que ocurrió en la guerra de Crimea (1855-56), en la de Argelia (1857), en la Insurrección India (1857-58), en la guerra civil americana (1861-65) y la franco-prusiana (1870). La utilidad de la telegrafía eléctrica se puso de manifiesto en toda su extensión durante la campaña del Piamonte (1861-62)[02].
Sin embargo, el desarrollo de la telegrafía eléctrica militar en España fue objeto de un inexplicable abandono. De las comisiones que el Ingeniero General Zarco del Valle envió al extranjero para revitalizar el Real Cuerpo de Ingenieros, dos oficiales sacaron provecho de sus estudios y observaciones de la telegrafía eléctrica: los tenientes coroneles del ejército y capitanes de Ingenieros Ambrosio Garcés de Marcilla y Mariano García y García. El primero escribió un Tratado de telegrafía eléctrica en 1851, mientras que el segundo publicó una Memoria sobre los telégrafos electromagnéticos usados en el ejército prusiano en el Memorial de Ingenieros de 1862[03].
El teniente coronel Garcés de Marcilla consiguió llevar sus inquietudes a la práctica en 1853 en Barcelona. En aquellos años, vista la lentitud de operación de la red óptica de Barcelona, el Capitán General de Cataluña, teniente general don Ramón de la Rocha y Dugí, ordenó al teniente coronel Garcés, destinado en la Subinspección de Ingenieros de Cataluña, su sustitución por una red militar de telegrafía eléctrica, cuya tecnología estaba en ese momento desplegándose en la línea Madrid-Irún y en un ramal que conectaba Zaragoza con Barcelona.
La topología de la red consistía en unas líneas telegráficas que partían del castillo de Montjuich y las Atarazanas y los unían con el Marqués de la Mina, la Ciudadela y el edificio de la Capitanía General. Para su instalación y establecimiento contó con personal de Infantería, al cual instruyó convenientemente y para el cual redactó un manual específico. El sistema empleado por la nueva red fue el telégrafo de cuadrante del sistema Breguet, con la pila de Daniel modificada por Breguet[04].
[01] Oliver Roig, op. cit., pág. 72. También, Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Comandancia de Ingenieros, IV Asuntos, Exp. 1660. Citado por Horacio Capel y Mercedes Tatjer en “Aldefonso Cerdá y la instalación del Telégrafo en Barcelona". Coloquio sobre “El desarrollo urbano de Montreal y Barcelona en la época contemporánea: estudio comparativo”. Universidad de Barcelona, 5-7- de mayo de 1997. en http://www.ub.edu/geocrit/cptjbcn.htm#N_37_
[02] Oliver Roig, op. Cit. Pág. 97.
[03] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros. Madrid, 1991. Tomo II, pág. 292-294.
[04] Como información complementaria, ver el sitio web "Telégrafos históricos", de J.L. Orantes.