“Varias veces he visto en un camino sobre un montón de tierra, levantarse esos brazos negros semejantes a las patas de un inmenso insecto, y nunca sin emoción, os lo juro, porque pensaba que aquellas señales extrañas hendiendo el aire con tanta precisión, y que llevaban a trescientas leguas la voluntad desconocida de un hombre sentado delante de una mesa, a otro hombre sentado en el extremo de la línea delante de otra mesa, se dibujaban sobre el gris de las nubes o el azul cielo, sólo por la fuerza del capricho de aquel omnipotente jefe...”

(Alejandro Dumas, “El conde de Montecristo”, sobre el telégrafo.)





Código del telégrafo Chappé.




La década de los noventa del siglo XVIII contempló el nacimiento de la telegrafía óptica, empleada profusamente por los ejércitos de la República Francesa y Napoleón Bonaparte durante sus campañas[01].

Sin entrar en consideraciones sobre los métodos empleados por reyes y generales durante la antigüedad y edad Media para comunicarse con sus tropas, podemos considerar 1794 como el año del nacimiento de la telegrafía en el mundo moderno. Durante los meses de verano de aquel año la Convención de la República Francesa recibió en su sede de París los primeros telegramas de la historia, cuyos textos anunciaban la recuperación de manos austriacas de diversas fortalezas del norte del país por el ejército republicano francés.



Estación de Saverne de la línea París-Estrasburgo, establecida con telégrafos de Chappé. (Foto: webmaster).

La transmisión se realizó mediante el invento de Claudio Chappé, a quién la Convención había encargado dos años antes la construcción de una línea de telegrafía óptica entre París y Lille, de 230 kms. Los mensajes se enviaban mediante una serie de señales ópticas repetidas de estación en estación a distancias de aproximadamente 15 kilómetros. Las señales se realizaban con una larga barra que podía adoptar la posición vertical u horizontal, con sendos con brazos articulados en sus extremos que se movían mediante poleas; con separaciones de 45 grados entre las posiciones de los brazos articulados el sistema lograba un total de 98 posiciones diferentes. Las estaciones utilizaban un complejo diccionario que contenía un total de 8464 palabras para codificar el mensaje para su transmisión y descifrarlo en su recepción.



Pintura francesa del siglo XIX mostrando una de las torres del telégrafo de Chappé, de autor desconocido. Fotografiado en el Musee des Arts et Metiers.

La línea París-Reims tenía 22 torres, la última de las cuales se instaló en la cúpula del palacio del Louvre. A este línea le siguieron las líneas París-Toulón y París-Estrasburgo, de forma que un mensaje que tardaba normalmente tres días en llegar a su destino por los medios de transporte de la época podía transmitirse entre media hora y tres horas mediante el nuevo invento. Las necesidades bélicas de Francia propiciaron el desarrollo de este sistema, de manera que, a mediados del siglo XIX, cuando el sistema fue sustituido por la telegrafía eléctrica, Francia había ampliado su red con las líneas París-Brest y París-Bayona, tenía 534 estaciones y casi 5.000 kilómetros de líneas de telegrafía óptica.

A raíz de las primeras experiencias de Chappé varios países comenzaron a ensayar sus propios sistemas de telegrafía óptica. Los ingleses, en guerra con la República francesa, fueron los primeros en seguir el ejemplo de su enemigo y ese mismo año de 1794 construyeron varias líneas telegráficas entre Londres y los puertos del canal de la Mancha (Deal, Portsmouth y Plymouth). El sistema se basó en el diseño de George Murray, consistente en un gran panel con seis grandes agujeros dispuestos en dos columnas verticales, que ofrecía hasta 64 combinaciones diferentes dependiendo de si los agujeros se presentaban llenos o vacíos. Suecia y Estados Unidos adoptaron sistemas nacionales propios en 1795 y 1800 respectivamente.


Telégrafo Murray sobre la torre del reloj de la calle St. Albany High Street, de la línea Londres-Great Yarmouth, en 1807 (Foto: wikipedia, dominio publico).

Telégrafo Murray, de factura británica (Foto: wikipedia, dominio publico).

España no fue ajena a este nuevo invento. El 14 de octubre de 1794 la “Gazeta de Madrid” publicó los exitosos resultados del telégrafo de Chappé. Pocos días después, el 4 de noviembre informó de los resultados del primer ensayo de telegrafía óptica realizado en España, llevado a cabo un año antes por el profesor Salvador Jiménez Colorado, del Real Observatorio de Madrid, quien consiguió intercambiar mensajes entre varios puntos de la capital. Sin embargo, los trabajos del profesor Jiménez no tuvieron continuidad.

Habría que esperar cinco años para que, por Real Orden de 17 de febrero de 1799, Su Majestad el rey Carlos IV aprobara la construcción de una línea telegráfica óptica que uniese Madrid con Cádiz. El proyecto era del ingeniero Agustín de Betancourt y Molina, quien había estado residiendo en Londres y París años antes y había sido testigo de los trabajos de diseño y desarrollo de los telégrafos de Chappé y Murray. El telégrafo de Betancourt, en cuyo diseño recibió ayuda de su amigo Luis Bréguet, colaborador de Chappé en la construcción de su telégrafo, fue calificado como técnicamente superior al de Chappé en un informe de 1798 de la Academia de Ciencias del Instituto Nacional de Ciencias y Artes de Francia. El aparato era de tipo alfabético; se basaba en un poste vertical que era atravesado en su parte superior por una pieza en forma de T que giraba en el plano vertical, y dos catalejos que permitían un correcta apuntamiento y sincronismo entre emisor y receptor. Su código permitía un máximo de 36 posiciones diferentes con diez grados de diferencia entre cada posición, lo que permitía transmitir 26 letras y 10 números.



Telégrafo Betancourt-Breguet para la línea Madrid-Cádiz (foto: "Mémoire sur un nouveau Télégraphe et quelques idées sur la langue télégraphique", 1797 —MS 826—, Breguet & A. Betancourt. Digitalizado por la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia —cedida para su digitalización por la Escuela Nacional de Puentes y Caminos ParisTech—).

Betancourt pretendía cubrir la distancia entre ambas ciudades con 70 torres, que se construirían en veinte meses con un presupuesto de millón y medio de reales. En mayo de 1799 estaba construido el tramo Madrid-Aranjuez, que contaba con cuatro torres ópticas situadas en el palacio del Buen Retiro, en el Cerro de los Ángeles, en el cerro Espartinas de Valdemoro y en el monte Parnaso de Aranjuez. El gasto realizado en su construcción, cercano a los dos millones de reales, unido a la necesidad de un mantenimiento anual estimado de 600.000 reales, hizo que el proyecto fuese finalmente abandonado.




El 5 de octubre de 1804, existiendo estado paz entre España y Gran Bretaña, una flota británica atacó una escuadra española que venía de América a la altura del cabo de Santa María, el punto más meridional de Portugal. Este incidente motivó que el 14 de diciembre España declarara la guerra a Gran Bretaña. Poco después el Capitán General de Andalucía y Gobernador Militar de Cádiz, general don Francisco Solana, ordenó la instalación y despliegue de una red de telegrafía óptica que uniese la plaza de Cádiz con Sanlúcar de Barrameda, Medina-Sidonia, Chiclana y Jerez[02]. La línea Cádiz-Jerez fue prolongada temporalmente hasta Sevilla con ocasión de un viaje que el general hizo a esta ciudad, replegándose a su regreso a Cádiz.

La Red de Telegrafía Óptica de Cádiz cumplió su primer cometido de importancia tras la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805), pues gracias al telégrafo las autoridades pudieron organizar ayudas para los numerosos náufragos de ambas flotas. En 1808, con motivo del sitio de la ciudad por el ejército francés, la red quedó reducida a la línea Cádiz-Santi Petri por Torregorda e Isla de León; por este medio se daban cuenta que las noticias que llegaban al Gobierno Militar y que posteriormente se publicaban como “Partes telegráficos de La Línea”. El propio Napoleón elogió la calidad de la Red de Telegrafía Óptica de Cádiz, pues parece ser que dijo a sus ministros que prefería los telégrafos de Cádiz a los franceses[03]. Terminado el sitio se restablecieron las líneas Cádiz-Chiclana y Cádiz-Jerez.


Telégrafo instalado en 1805 en la torre del Gobierno Militar de Cádiz, diseñado por el teniente coronel de Ingenieros don Francisco Hurtado.

El sistema se basaba en un sencillo telégrafo óptico inventado por el teniente coronel de Ingenieros don Francisco Hurtado[04]. El aparato ofrecía 24 combinaciones de señales distintas mediante un mástil de unos seis metros de altura y dos paletas de aproximadamente un metro de longitud unidas al poste a diferente altura, que se movían en el plano vertical mediante un sistema de cuerdas y poleas. El código de operación incluía las cinco vocales, quince consonantes y cuatro combinaciones de servicio. La inclusión de estas últimas en el texto podía cambiar el significado de las letras a números, adelantándose con ello casi un siglo a lo que más tarde se denominaría "inversión telegráfica", tan usada por los teletipos. Este código, algo lento en la práctica, permitía el empleo de catálogos con expresiones predefinidas y hasta un total de 812 grupos de tres señales.

La Red de Telegrafía Óptica de Cádiz funcionó bajo la dirección de los oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros de la Comandancia de Cádiz, cuyo coronel jefe era don José Priego, quien veinte años después, en 1825, redactaría una instrucción muy detallada sobre el uso de los telégrafos militares[05]. La red estaba al mando de un Director Principal, auxiliado por un Segundo Director encargado de la “cuenta, razón y detalle del Establecimiento”, y dos o tres ayudantes encargados de revistar e inspeccionar las líneas y las estaciones, así como para hacer frente a las incidencias que se presentaran en el servicio. Cada estación telegráfica estaba formada por un telégrafo, un anteojo, un reloj, los códigos de señales, material de escritorio y repuestos de material, todo ello servido por una dotación de dos vigías y tres sirvientes, en su mayoría paisanos. En el extremo de cada línea existía un depósito de personal (dos vigías y tres sirvientes) y material para la cobertura de bajas.

La red funcionó hasta 1820, año en que dejamos de tener noticias de ella. Sabemos que con motivo de la sublevación del teniente coronel Riego en Cabezas de San Juan, acaecida en enero de aquel año, tan solo quedó en servicio la línea Cádiz-La Cortadura de San Fernando, y solo por unos meses. Ramón de Santillán, capitán de Caballería destinado en el Ejército Expedicionario de Ultramar, posteriormente senador vitalicio y fundador del Banco de España, dejó escrito en sus memorias que las autoridades militares de Cádiz se enteraron de la llegada de las tropas sublevadas al mando del coronel Quiroga y del teniente coronel Riego gracias a la red telegráfica y que pudieron, por tanto, impedir su entrada en la plaza[06].




En abril de 1823 las tropas francesas al mando del duque de Angulema invadieron España para deponer el régimen constitucional instaurado tres años antes y restaurar la monarquía absoluta de Fernando VII. Con ellos marchaba una brigada de telegrafía militar que operaba una versión transportable del telégrafo de Chappé con objeto de proporcionar mensajería al general y a las unidades en campaña. En agosto instalaron dos estaciones en el Observatorio Astronómico del Retiro y en Cerro de los Ángeles para establecer la línea óptica entre Madrid y Aranjuez que había existido allí veinte años antes[07]. Quizás el conocimiento que tuvo de ellas propició que el Ingeniero General, don Ambrosio de la Cuadra, proyectara en 1825 un telégrafo óptico portátil. Su ingenio consistía en un poste vertical de seis metros de altura dividido en dos tramos para su transporte, en el que se montaban dos aspas unidas por el vértice de unión con el mástil; de esta manera, de modo similar a un hombre moviendo sus brazos, el aparato permitía 22 combinaciones posibles utilizando las posiciones horizontales y las inclinadas a 45 grados. Desconocemos si llegó a utilizarse[08], si bien sabemos que la altura de su mástil dificultaba su transporte acompañando a las columnas.


Telégrafo portátil de dos aspas inventado por el ingeniero general Ambrosio de la Cuadra en 1825, perfeccionado en 1829 por el teniente coronel de Ingenieros Mateo Hurtado al convertirlo en telégrafo volante de campaña sobre carruaje. Obsérvese el parecido del sistema con el telégradfo óptico de Cádiz (foto: Academia de Ingenieros del Ejército).

El enlace y la comunicación con las unidades en el campo era, y sigue siendo, una necesidad permanente y, en 1829, el teniente coronel de Ingenieros don Mateo Hurtado[09], colaborador y quizás pariente del oficial del mismo apellido que proyectó la Red de Telegrafía Óptica de Cádiz, construyó un telégrafo óptico de campaña basado en el de Cádiz pero con un mástil más pequeño, ideado expresamente para acompañar a las columnas de operaciones[10]. El sistema estaba formado por un carruaje de campaña tirado por dos mulas o dos caballos y contaba con una dotación de tres personas: dos operadores para el manejo del telégrafo y un tercero como encargado del carromato y el ganado.

El diseño del telégrafo era una copia en reducido del telégrafo de Cádiz; tenía un mástil de entre tres y medio y cuatro metros de altura que se instalaba en la parte posterior del carromato, de forma que para su transporte pudiese abatirse hacia adelante e izarse y afirmarse en la parte trasera para su operación y manejo. El carromato estaba dividido longitudinalmente en tres compartimentos, y cada uno de los laterales en otros tres, que se utilizaban para guardar el material auxiliar: tienda de campaña, que se guardaba en el compartimento central; catálogos, órdenes, anteojos y demás material para el manejo del telégrafo; herramientas, correas y material del carromato; gallardete, pienso para el ganado y dos compartimentos para el equipaje del personal.



La Armada también participó en aquellos años en el desarrollo de la telegrafía óptica. Si bien ya contaba con sistemas de señales con banderas desde hacía siglos, la novedad que presentaron en 1819 fue la adopción de un diccionario telegráfico que codificaba lenguaje militar, marinero y expresiones del lenguaje común, producto de la iniciativa del capitán de navío Antonio Martínez Tacón[11]. No fue el único. El teniente de navío don Juan José Lerena y Barry ideó otro tipo de telégrafo óptico, fruto de las observaciones y aprendizaje que realizó durante los años que permaneció exiliado en Estados Unidos tras la instauración del absolutismo en España.



Telégrafo diurno y nocturno situado en el monte Parnaso del Real Sitio de Aranjuez, inventado y establecido por Juan José Lerena, teniente de navío de la Armada en el año 1831 (foto: Biblioteca Digital de la Memorial de Madrid. Número de inventario 14.997).

Tras ser repuesto en su empleo y aceptado su proyecto, el gobierno le encargó en febrero de 1831 la construcción, despliegue e instalación de su telégrafo. En tres años Lerena instaló cinco líneas telegráficas entre Madrid y los Reales Sitios de Aranjuez, La Granja, Riofrío, El Pardo y el lazareto de Carabanchel. En marzo de 1835, con la guerra carlista ya comenzada, se aceptó su propuesta de establecer una nueva línea Madrid-Valladolid-Burgos con 17 estaciones intermedias. Lerena inició las obras, pero la demora en la llegada de los fondos y desavenencias con la forma de trabajar de Lerena hicieron que en septiembre de suspendieran las obras. El país estaba en guerra y la situación política y militar era de mucha inseguridad, por lo que su proyecto fue abandonado y sus líneas desmanteladas en mayo de 1838[12].




El 6 de octubre de 1833 el general don Santos Ladrón de Cegama proclamó en Tricio, La Rioja, al infante don Carlos María Isidro como rey de España con el nombre de Carlos V. Con ello dio comienzo la primera guerra carlista, que duraría hasta la firma de la paz en el Convenio de Vergara el 31 de agosto de 1839. La guerra estalló sin que existiera ninguna unidad de Telégrafos organizada dentro del Regimiento Real de Ingenieros, que era la única unidad del Real Cuerpo existente en aquellos años. El servicio telegráfico militar seguía dirigido por los jefes y oficiales del Real Cuerpo, cuyo material de dotación estaba guardado en los parques del Real Cuerpo, y estaba servido por cuadrillas de paisanos encargados de instalar y operar las líneas.

En 1836 el cuartel general carlista se encontraba en el pueblo navarro de Estella. Las fuerzas realistas rodeaban a los rebeldes desde sus bases de operaciones en Vitoria, Logroño y Pamplona, por lo que el general en jefe del Ejército del Norte autorizó el establecimiento de una red telegráfica de campaña que enlazara entre sí estas tres capitales. El director de Telégrafos del Ejército del Norte, general don Manuel de Santa Cruz, diseñó dos líneas telegráficas con quince estaciones, formada cada una de ellas por una torre fortificada y guarnecida permanentemente:

  • Línea Logroño-Pamplona, con ocho estaciones: Logroño, Agoncillo, Alcanadre, Lerín, Larraga, Puente la Reina, Venta del Perdón, Pamplona.

  • Línea Logroño-Vitoria, con siete estaciones: Vitoria, Ariñez, La Puebla de Argarzón, Miranda de Ebro, Sierra de Herrera, Briones, Laguardia[13].

En Viana se instaló una estación para rodear Logroño y unir ambas líneas enlazando las estaciones de Laguardia y Agoncillo.



Lámina que reproduce las torres del tramo Miranda de Ebro-Vitoria de la red de telegrafía óptica del Ejército del Norte (foto: Museo San Telmo, San Sebastián. Número de inventario P-002678).

El telégrafo tenía dos travesaños fijados a diferente altura sobre un mástil vertical, y dos discos indicadores a ambos lados del mástil. Los mensajes se transmitían utilizando un sistema de codificación de siete dígitos, resultado del número total de posiciones que tomaban los indicadores mediante poleas. El telégrafo podía operarse de noche mediante el empleo de faroles que iluminaban los indicadores y los travesaños. El sistema incluía una instrucción para el régimen interior de los telégrafos, un Diccionario Telegráfico que incluía un amplio catálogo claves y de expresiones militares para su empleo por los operadores[14], y un procedimiento para la transmisión y recepción de los mensajes[15].

La Red Telegráfica del Ejército del Norte estuvo en servicio cuatro años y parece ser que envió tan solo 2.136 partes, es decir, menos de dos partes diarios, lo que nos hace dudar de su eficacia y utilidad. Quedó en desuso en finalizar la Primera Guerra Carlista.



Telégrafo óptico utilizado durante la Primera Guerra Carlista. España - Grabado. Panorama Español. Crónica contemporánea. Obra pintoresta. Por una reunión de amigos Colaboradores. Madrid, 1842.

Durante la guerra también se emplearon los telégrafos ópticos portátiles; además del modelo del teniente coronel Hurtado, durante la guerra se emplearon otros dos modelos más sencillos que podían fijarse fácil y rápidamente en tierra o en un edificio. Finalizada la guerra, dos versiones mejoradas de estos telégrafos, uno de ellos ideado por el coronel Mathe en 1844, comenzaron a emplearse en las Escuelas Prácticas del Regimiento de Ingenieros a partir de 1847. Ante la ausencia de tropas de Telégrafos, para su servicio se empleaba generalmente la Sección de Zapadores Jóvenes, creada en 1844 y afecta al Regimiento de Ingenieros[16].




En el otro lado del mundo, el coronel del Ejército don Eusebio de Santos, primer comandante de Ingenieros, proyectó un telégrafo óptico que fue instalado en la ciudad de Manila en 1848 en sustitución de otro anterior que ya existía. El nuevo telégrafo estaba formado por un mástil al que se unían un listón horizontal central y dos flechas situadas de forma equidistante de la anterior. El sistema de movimiento del listón y las flechas, basado en poleas y seis contrapesos, se caracterizó por la facilidad de operación que ofrecía a los sirvientes del aparato, operado por personal civil[17].


[01] Las noticias de estos primeros años están tomados de Olivé Roig, Sebastián. Historia de la telegrafía óptica en España. Secretaría General de Comunicaciones. Ministerio de Transporte, Turismo y Comunicaciones. Madrid, 1990, páginas 14-22.

[02] Salvo que no se indique otra cosa mediante notas al pie de página o expresamente en el texto, las noticias de esta red están tomadas del Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, Madrid, 1911, Tomo II, páginas 274-280.

[03] Olivé Roig, Sebastián, op. cit. Pág. 23.

[04] En su completo estudio sobre las biografías de los Ingenieros Militares del siglo XVIII, Horacio Capel cita a un tal Francisco Hurtado, hijo del mariscal de campo don Antonio Hurtado. Nombrado Ayudante de Ingeniero en 1769, durante la guerra contra la República Francesa permaneció en diversas plazas de Cataluña entre 1794 y 1801, realizando obras y dibujando planos; en estos años tuvo también destinos en Navarra y Baleares, pasando en 1801 a Valladolid. Capel presenta la duda de su posible identidad con el ingeniero Francisco Hurtado y Pino, que en 1777 se encontraba en Nueva España comisionado en el rio Orinoco y la Guayana. El brigadier Aparici despejó la duda, pues en su relación de oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros publicada en el Memorial de Ingenieros de abril de 1911 (número IV, año LXI) encuentra dos Francisco Hurtado; al primero, el nuestro, le asigna el número de escalafón 670 y al segundo, Pino, el número 537.

[05] Gallego Ramos, Eduardo. Historial compendiado del Regimiento de Telégrafos y de las tropas de esta especialidad. El Pardo, 1929.

[06] Santillán, Ramón de. Memorias. Cuadernos 1, 2 y 3.

[07] Oliver Roig, op. cit, pag. 26.

[08] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros. Madrid, 1911. Tomo II, página 281.

[09] En su estudio ya mencionado, Horacio Capel cita a un tal Mateo Hurtado, a quien encuentra entre 1784 y 1800 realizando planos de edificios en la plaza de San Roque y el plano y perfiles de la muralla sur de Cádiz. Afirma desconocer si era Ingeniero Militar, pero indudablemente lo era, pues aparece con el número de escalafón 735 en la relación de oficiales del Real Cuerpo de Ingenieros realizada por el brigadier don José Aparici García publicada en el Memorial de Ingenieros (abril, 1911, número IV, año LXI).

[10] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros. Madrid, 1911. Tomo II, página 282.

[11] Telégrafo marinero, por don Antonio Martínez y Tacón, Capitán de Navío retirado de la Armada Nacional. Segunda edición, Madrid, 1852. Citado por Oliver Roig, op. Cit, pág. 26.

[12] En enero de 1835 el Capitán General de Madrid fue muerto por disparos de un regimiento sublevado; en mayo el gobierno solicitó al país vecino que un ejército francés ocupase el País Vasco y Navarra; en agosto se sublevó la Milicia de Madrid; en agosto de 1936 se produjo el motín de los sargentos de la Granja. Oliver y Roig, op. cit, pág. 31-33.

[13] Pio Baroja, en una de las novelas de la serie "Memorias de un hombre de acción, donde narra las aventuras de su antepasado Eugenio de Avinareta, cita la estación telegráfica de Laguardia como parte de la guarnición realista.

[14] Por ejemplo, la clave 17 significaba los siguiente: “El señor Comandante General previene a ese Sr. Gobernador Comandante Militar que mañana a las … saldrá el comboy (sic) por …, a donde concurrirá la fuerza posible de esa guarnición para protegerlo.” Oliver Roig, op. cit., pág. 34.

[15] Santa Cruz, Manuel. “Diccionario telegráfico, encabezado por una Instrucción para el régimen interior de los telégrafos del Ejército. Recibo y transmisión de las comunicaciones”. Manuscrito existente en el Museo Postal y de Telecomunicación de Madrid. También Navarro Villoslada, F. “Telégrafos españoles”, publicado por el "Semanario pintoresco español" en 1841. Citados por Olivé Roig, op. cit., pág. 33 y siguientes.

[16] Gallego Ramos, Eduardo. Historial compendiado del Regimiento de Telégrafos y de las tropas de esta especialidad. El Pardo, 1929, página 9.

[17] Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros, Madrid, 1911. Tomo II, pág. 291.