por Agustín Quesada Gómez, teniente general. 134ª Promoción de Ingenieros.

“Aquí yace el rey muy honrado, Fernando, Señor de Castilla é Toledo, de León, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el mas leal, el mas verdadero, é el mas franco, é el mas sofrido, é el mas apuesto, é el mas grande, é el mas humildoso, é el que mas teme a Dios, é el que quebrantó y destruyó a todos sus enemigos, é conquistó la ciudad de Sevilla, que es cabeza de toda España.” (Epitafio en el sepulcro de San Fernando, mandado grabar por su hijo el rey Don Alfonso X el Sabio, escrito en lengua latina, hebrea y castellana.)

En este mes de mayo de 2005 se cumple el 200 aniversario de Fernando III el Santo como Patrón del que fue Cuerpo y hoy es Arma de Ingenieros. Muchos han sido los años transcurridos, muchas las guerras combatidas, decenas de miles los hombres del “castillo” caídos en defensa de los ideales patrios, dentro y fuera de España, y también se cuentan por decenas las misiones de paz cumplidas en los últimos veinticinco años de esos doscientos años que ya acaban.


San Fernando y el arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada en Sierra Morena con los embajadores de Manomat. Escena pintada por Lorenzo Quirós (s.XVIII). Academia de San Fernando. Madrid.

Es nuestra intención, la de la Comisión de Estudios Históricos del Arma de Ingenieros, redactar este trabajo para rememorar esta fecha, trascendente y alegre, en la que San Fernando es declarado Patrón del Cuerpo-Arma de Ingenieros y al mismo tiempo ofrecer a todos los compañeros de profesión, una semblanza escueta e intensa de quien fue y que significó en la Historia de España, Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León, que nació, vivió y murió en el siglo XIII, cuando ya, palmo a palmo, siglo a siglo, oración tras oración, y al trote de sus caballos, la España de la Cruz y de Santa María, iba recuperando su personalidad perdida y la unidad soñada.

De alguna forma la fecha del cinco de mayo de 1805 marcó un antes y un después en el devenir del entonces Cuerpo de Ingenieros. Para entonces la Infantería y Artillería española sentían desde siglos antes la especial protección de la Inmaculada y de Santa Bárbara y a ellas se encomendaban en los momentos más difíciles. Aún había de tardar unas decenas de años el que Santiago Apóstol fuera declarado Patrón de la Caballería, cuando ya, durante siglos, nuestros esforzados jinetes habían cargado cientos de veces al grito de “¡Santiago y cierra España!”.

Ahora, el momento de los hombres del “castillo” había llegado y San Fernando, nuestro Fernando, llamaba a las puertas de nuestros Cuarteles y Comandancias y se nos ofrecía como lazo de unión, como intermediario, entre ellos y el Dios de los Ejércitos. Y así, desde esa fecha, nuestros hombres tuvieron un lugar de honor detrás de San Fernando, en ese interminable Batallón de los mejores, caídos por Dios, España y los españoles. Y desde entonces, él, el gran Rey de la Reconquista, de la fe y de la unidad española, el gran soldado de Cristo y Santa María, el gran caballero castellano y español, lleno de santo orgullo, nos envuelve con su mirada, como lo hizo con su manto mientras permanecimos en esta tierra, y mirando al Altísimo y a la Virgen Madre de Cristo, sin palabras, que no hacen falta, les dice: “Aquí están mis hombres, los del “castillo”, los que construyen y destruyen, los del roble y el laurel en su emblema, los que aman a España y lo que ella significa, los de la disciplina, fortaleza, lealtad y valor en su divisa, los de la unidad en la especialidad... Aquí están ellos, aquí estoy yo, su Patrón, que por ellos respondo.” Y este es nuestro San Fernando, que durante 200 años ha marchado al frente de nuestras filas, y del que hoy queremos hablar.

En esta monografía, oportuna y necesaria, de conmemoración y recuerdo, hemos querido traer a nuestra memoria, lo por sabido, por desgracia, olvidado muchas veces. Y así hemos ido desgranando, profundizando lo necesario, aspectos y facetas de nuestro Santo, gran personaje en la Historia de España, y a quien el rápido acontecer de los tiempos, la falta de profundidad en los actuales estudios juveniles, hace que su imagen se desvanezca, como la de los grandes soldados, aunque nunca desaparezca, mientras permanezca en nuestros corazones y memoria. Y a reverdecerla dedicamos todos y cada una de las líneas redactadas.

San Fernando, Patrón del Cuerpo-Arma de Ingenieros, ¿Por qué? ¿Cuáles fueron los argumentos que apoyaron su elección? ¿Cuál fue el proceso seguido para llegar a la decisión definitiva tomada? ¿Quiénes los hombres que intervinieron en el proceso de elección? A ello hemos tratado de responder, apoyados en documentos históricos y en la aplastante, muchas veces, lógica castrense, que en este caso se hace histórica.

En nuestro Santo Patrón hemos encontrado esa personalidad extraordinaria capaz de atesorar en si mismo las virtudes comprendidas en los tres sistemas que las aglutinan todas. Son estos, el sistema teologal – fe, esperanza y caridad -, el sistema cardinal –prudencia, justicia, fortaleza y templanza -, y el sistema marcial - fidelidad, lealtad, valentía y abnegación -. Nuestra Arma, próxima a cumplirse el Tricentenario de su creación, ha ido incorporando a su lema o divisa, cuatro de estas virtudes, que con letras mayúsculas, en paz o en guerra, con sudor y sangre, han ganado al correr de los años sus hombres. Son estas, conformando nuestro emblema, con roble y laurel envolviendo el “castillo”, las siguientes: Disciplina, Fortaleza, Lealtad, Valor y son ellas, las que compartidas con nuestro Santo Fernando, nos acerca más a él.

Y queriendo saber mas y mas de San Fernando, con una amplia bibliografía en la mano, los miembros de la Comisión de Estudios Históricos del Arma de Ingenieros han elaborado estos trabajos, que sin solución de continuidad, han ido exponiendo esas facetas que definen a la persona, y que al correr de los siglos, entre luces y sombras, clarifican el personaje y hacen de el, que sea, por conocido y admirado, respetado, querido y digno de imitar.

Y así hemos escrito de Fernando III el Santo, Rey de Castilla y León, y Patrón del Arma de Ingenieros, como: Hombre, Santo, Rey y Gobernador, militar, guerrero y conquistador, humanista y legislador, poliorcético, constructor e ingeniero. Y hemos hablado de su familia, de su madre Doña Berenguela, ejemplar Reina y Madre, de sus esposas, de su padre y abuelos, en especial el materno, Alfonso VIII, el de las Navas. De su infancia y adolescencia. De sus campañas y de cómo se hacía la guerra en los siglos XII y XIII, antes que la pólvora viniera a revolucionar la poliorcética, de avance lento a través de los siglos y las civilizaciones. También hemos querido destacar su faceta de “gran constructor” de la que son testigos las obras realizadas en su época, a las que impulso con su férrea voluntad creadora. Las catedrales de Burgos, Toledo, León y Sevilla, son un ejemplo inmortalizado en piedra de ello.


Proclamación de Fernando III como rey de Castilla en 1217. Azulejos de la plaza de España de Sevilla.

¿Y que decir de la Santidad de Fernando III Rey? ¿Qué austeridad comparable a la constante entrega de su vida al servicio de la Iglesia y de su pueblo por amor a Dios? Fernando fue un Santo Rey, es decir un seglar que alcanzó la santidad en su oficio de rey. Fue un rey que reinando alcanzó la santidad. San Fernando tardó cuatrocientos veinte años en ser elevado a los altares, pero la realidad fue, que desde el día de su muerte tuvo un altar en el corazón de los que fueron sus súbditos. Su muerte, ejemplar para todos los cristianos, marco el cenit de su gloria eterna. El gran soldado de Cristo y de Santa María, el Rey cruzado, ganaba su última batalla a la muerte y entregaba su alma a Dios, como el mas humilde de los hombres, para poder pasar a la inmortalidad que acompaña a la santidad. Para entonces corría el día 30 de mayo de 1252, fecha desde el 2 de mayo de 1805 a destacar en letras de oro en la historia del Arma de Ingenieros.

Como marco al estudio realizado, iniciamos el trabajo haciendo referencia a la época en que vivió San Fernando. La Europa de la “Cristiandad”, raíz de la actual que hoy vivimos, aunque algunos, para no herir sensibilidades, que es un decir, no quieran reconocerlo. La Europa de la Reconquista de las Cruzadas, de los conventos y abadías, de los concilios... y del Papado. Y también de las Catedrales... y de Santo Tomás de Aquino y de las Universidades. Y en cuanto a España, hablar de ella como la de los “cinco reinos”: el de Castilla y León, el de Navarra, el de la Corona de Aragón (Cataluña y Aragón), el de Portugal y el de Granada, musulmán. En este contexto y durante la primera mitad del siglo XIII desarrolla el Rey Fernando III su andadura bélica, dentro del espíritu de Cruzada iniciado en 1210 por su abuelo Alfonso VIII, que culmina en 1212 con la victoria de las Navas de Tolosa. Vendrían después las grandes cruzadas peninsulares (1217-1250), en las que los Reyes de la época, intervienen en mayor o menor grado. Para el Rey Fernando, el año 1224, es el momento de reemprender la reconquista, que solo la muerte en 1252, hace parar. Marca San Fernando un hito en la reconquista al ocupar 120.000 km2 de la España musulmana. Caen Córdoba, Murcia, Jaén, Sevilla, y la primera Marina castellana se asoma a las aguas gaditanas y cartageneras.

Y finalizo esta introducción poniendo en mi pluma las líneas redactadas por nuestro insigne D. Marcelino Menéndez y Pelayo en 1893, en un trabajo que tituló “El siglo XIII y San Fernando”: la Iglesia y la civilización de España durante este periodo de la historia; y que resumido por D. Marcelino, recogía el 1º Tomo del Estudio Histórico del Arma de Ingenieros (1911). Decía así:

    “Al morir San Fernando dejaba asegurada la Reconquista, ensanchado casi en la mitad el territorio castellano con las tierras más fértiles, ricas y lozanas de España; abierto para Castilla el camino del los dos mares por larguísimas leguas de costa; fundada la potencia naval, inaugurado el comercio con Italia y aún con las postreras partes de Levante; atraídos por primera vez artífices y mercaderes a un reino donde antes sólo resonaba el yunque en que se forjaban los instrumentos de combate; floreciente el estudio de Salamanca, fundado por su padre, y el de Valladolid, que inauguró su madre; respetada donde quiera la ciencia de teólogos y juristas; traducido en lengua vulgar el “Fuero Juzgo” y echados los cimientos de la unidad jurídica; triunfante el empleo de la lengua popular en los documentos legales; comenzada en el libro de los doce sabios y en las flores de “Philosophia” aquella especie de catequesis moral por “castigo e consejo” que muy pronto había de completar Alfonso X el Sabio, y, finalmente, cubierto el suelo de fábricas suntuosas, en que se confundían las últimas manifestaciones del arte románico con los alardes y primores del arte ojival, cuyo triunfo era ya definitivo.”

Y continuaba más adelante:

    “Tal fue la vida exterior del más grande de los Reyes de Castilla; de la vida interior, ¿quién podría hablar dignamente, sino los ángeles, que fueron testigos de sus espirituales coloquios y de aquellos éxtasis y arrobos que tantas veces precedieron y anunciaron sus victorias? Pero aún en lo meramente humano, fue tal la grandeza de San Fernando, que en aquel siglo XIII, tan fecundo en grandes monarcas, ninguno puede encontrarse que ni en perfección moral, ni en la prudencia política, ni en el éxito constante y progresivo de sus empresas, a un tiempo militares y civilizadoras, puede disputarle la primacía:”

Comenzaba esta introducción refiriéndome a una fecha, la del 2 de mayo de 1805, en que San Fernando es declarado Patrón del Cuerpo-Arma de Ingenieros. Será en este próximo 30 de mayo del 2005, cuando celebremos el 200 aniversario del Patronazgo de San Fernando, del que este trabajo monográfico es una pequeña muestra. Estoy seguro que este año, el 30 de mayo, en todas la Unidades, Centros y Dependencias de Ingenieros, todos los hombres del “castillo”, uniformados de gala, dentro de la mejor de las tradiciones, juntos en cuerpo y alma, unirán sus voces y las estrofas del himno del Arma, despertaran ecos de gloria a lo largo y ancho de la querida España, y nuestro lema y el nombre de San Fernando, resonaran jubilosos y unidos, camino de esos trescientos años de Patronazgo, que otros compañeros celebren, repitiendo las estrofas que nos unen, de “Con disciplina, fortaleza, lealtad y valor” y “El Santo Rey Fernando nos guía y nos protege. Castillo, con trofeos de roble y de laurel...”

Ahora y como siempre, en el recuerdo a todos aquellos que en paz o en guerra dieron su vida por España, dentro o fuera de nuestra Patria, con uniforme o sin él, dedicamos esta monografía.