Ingeniero militar español de los siglos XVI y XVII; arquitecto, matemático y escultor.
(NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño en la web de la Real Academia de la Historia).
Juan de Oviedo nació en Sevilla el 21 de mayo de 1565. Se formó posiblemente con su padre, Juan de Oviedo y Fernández, y con el prestigioso imaginero Miguel Adán en Sevilla. Autor de los retablos de Azuaga (Badajoz, en 1588), Cazalla de la Sierra (1592) y el de la iglesia del Salvador en Sevilla, en 1601. Fue maestro mayor de construcciones y arquitectura en la provincia de León y posteriormente en Sevilla. Como arquitecto, llevó a cabo en esta última ciudad una amplia labor constructiva, realizando en la misma, entre otros, los templos San Benito, donde recurre a las columnas pareadas ya empleadas por el arquitecto milanés Vermondo Resta, y San Leandro, y los conventos de la Asunción (1615) y de la Encarnación de Belén. Su obra más emblemática es la iglesia y el convento de Nuestra Señora de la Merced, actual Museo de Bellas Artes de Sevilla, comenzada en 1606 y terminada, en su parte más importante, en 1612. A él se debe, igualmente, el túmulo erigido en 1598, en la catedral sevillana al rey Felipe II (obra de las denominadas efímeras), elogiado por Cervantes, y en la que colaboró el famoso imaginero Martínez Montañés y más adelante, el correspondiente a la reina Margarita de Austria en 1611.
Como ingeniero civil llevó a cabo las obras del encauzamiento del río Guadalquivir, estableciendo, para prevenir las riadas, un sistema de desagüe por husillos, obras para el abastecimiento de agua, y para la restauración de edificios, entre los que se encuentra el del propio ayuntamiento de la ciudad. Poseía una técnica constructiva que le dió mucha fama en su época: reparó el suelo del corredor del peladero de ganado de cerda, que estaba en un estado de auténtica ruina. Reparó los cimientos de El rastro, sin derribarlo. Reparó una vace de las carnicerías que se había derrumbado y dejado los arcos sueltos y al aire, sin necesidad de derribar los arcos. Hallándose hundido el cañón principal en el nacimiento del agua de la fuente del Arzobispo, con lo cual la ciudad de Sevilla se quedó sin agua, dió solución a la avería bajando a la cañería a hombros de sus obreros, y con menos de 100 ducados ahorró a la ciudad más de 6.000
El contacto directo con personajes como el duque de Alcalá o el conde-duque de Olivares, le promocionaron en la Corte como ingeniero militar de la corona de España. Parece que en 1600 fue nombrado Ingeniero del Rey; en 1604 se encontraba en Sevilla, donde recibía instrucciones del ingeniero Tiburcio Spannochi (Ingeniero Mayor de las fortificaciones de los reinos de España). También a principios de siglo fue enviado a Almería para que estudiara allí sus fortificaciones; resultaba que la ciudad había desbordado el perímetro defensivo construido a finales del siglo anterior, incluso la catedral se había construido fuera del recinto. Juan de Oviedo, para solucionar el problema, realizó unas trazas e inició las obras de unas nuevas murallas que englobaban las zonas extrarradio e incorporaban a la vez las fortificaciones ya materializadas anteriormente.
En el sur de España realizó numerosas obras de fortificación, fundamentalmente las torres vigías del litoral, de las que terminó o construyó cuarenta, poniendo en “estado de defensa” toda la costa de la baja Andalucía, así como los castillos de Puerto Real, el Puntal y Matagorda, realizaciones determinas por el concejo sevillano, el cual, por intereses defensivos, le había encargado la dotación de construcciones militares y equipos de artillería en localizaciones estratégicas de la costa andaluza.
En 1614, la corona le ordenó la recuperación, restauración y fortificación de la plaza africana de La Marmora (Túnez) tras el ataque turco. Por otro lado, la actuación de Oviedo en Málaga no es fácil de concretar, pudiendo haber intervenido en las torres costeras y las defensas del muelle de Málaga preparando la visita de Felipe III. Su intervención en el antiguo reino de Granada sí está documentada. Más tarde, en 1621 visitó la costa de Almería, informando al Consejo de Guerra de la necesidad de reparar la torre llamada de “La Garrucha”, en la citada costa.
En marzo de 1621 presentó un proyecto para la reparación de los daños sufridos en la costa almeriense tras el ataque de los turcos, ofreciendo soluciones de mejora alternativas en sus informes. Posteriormente, reparó y fortificó el lienzo de muralla de la ciudad de Almería, para el que tuvo que trazar un tramo abaluartado completamente nuevo. Tanto el proyecto citado, como los informes, estaban relacionados con el "Informe sobre la visita de Íñigo Briceño de la Cueva (capitán general de la costa del reino de Granada) a las fortificaciones de la costa del Reyno de Granada", fechado en Almería en marzo de 1621. Briceño iba acompañado de Juan de Oviedo, y en él mismo señala que “la planta del reducto y murallas desta ciudad de Almería ymbió a V.M. hecha por mandato del Jurado Juan de Oviedo […]”. También y con respecto a Níjar, señala Briceño que “El Casillo de Rodalquilar … de Don Fadrique de Bargas Manrique, … el qual tiene obligación a su reparo, como V.M. mandará ver, por la relación del Jurado Juan de Oviedo […]”.
Trabajó también, como Cristóbal de Rojas, en la fortificación de Gibraltar y en la de Cádiz. Fuera de las fronteras andaluzas, de nuevo a las órdenes de Tiburcio Spanoqui, trabajó en las fortificaciones de la cornisa cantábrica y de la frontera con Francia.
Estaba dotado de un valor temerario y una serenidad a toda prueba. Socorrió con su persona y criados muchos incendios, en espacial los de San Telmo y la casa del escribano Carpio, en la que se quebró un pié. En los incendios de la Casa de la Contratación y San Bernando, cuando el fuego iba llegando al almacén de pólvora, rompió la puerta con un hacha y sacó personalmente los barriles de tan peligroso material. Reparando las Torres de Hércules de Cádiz se vió atacado por 13 moros armados, a quienen venció maniató y llevó prisioneros a Cádiz con tan solo tres obreros suyos.
Fue nombrado caballero de la Orden de Montesa (1617), familiar del Santo Oficio, jurado del Cabildo de Sevilla y maestro mayor de la ciudad desde 1601. El Consejo Supremo de la Inquisición le nombró secretario de la ciudad de Lima, cargo que Juan de Oviedo rechazó.
En 1625 fue nombrado ingeniero militar de la Armada de Felipe IV y asignado con 40 ducados a la flota del capital general don Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, que partió hacia Brasil para recuperar Salvador de Bahía, ocupada por los holandeses. Oviedo partía con la misión de reconstruir y acrecentar las fortificaciones de Bahía una vez recuperada, pero murió antes de que se tomara. Cuando replanteaba una batería en el puesto de vanguardia de San Benito, recibió un cañonazo que le voló la pierna derecha desde el nacimiento del muslo y murió desangrado dos horas después, a la edad de 60 años.
Fue autor del libro "Traza de la comunicación del Guadalquivir y el Guadalete".
Biografía de Juan de Oviedo en el sitio web de la Real Academia de la Historia, escrita por Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño.
Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño. Abriendo camino, historia del Arma de Ingenieros. Tomo I, Fundación Central Hispano. Madrid, 1997. Página 81.
Enciclopedia Universal Ilustrada. Editorial Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1981.