Jurista, matemático y tratadista militar.
(NOTA: La presente biografía está copiada de la escrita por Nicolás García Tapia en la web de la Real Academia de la Historia. Ha sido completada por el webmaster con datos de la biografía de su padre, Francisco de Álava y Beamonte, escrita por Juan Carlos Rodríguez Nafría en la web de la Real Academia de la Historia. Diego Álava ha sido añadido a la lista por López Muiños, pero el webmaster no lo considera Ingeniero del Rey, sino artillero).
Diego de Álava y Beamonte fue hijo del capitán general de Artillería Francisco de Álava, miembro del Consejo de Guerra y embajador en Francia, que intervino en la recopilación de libros para la Biblioteca del Monasterio de El Escorial.
Su padre no contrajo nunca matrimonio, pero durante su estancia en París tuvo un hijo natural alrededor de 1555 al que bautizó como Diego Jacques. No se sabe donde nació, pero por su nombre, “Jacques”, parece que fue en Francia o Borgoña; otros especulan que nació en Vitoria. Está acreditado que fue reconocido y declarado heredero de su padre, usando las armas de su familia. En cualquier caso, Felipe II no autorizó que pudiese heredar el mayorazgo de su padre.
Diego estudió en Alcalá en la escuela de Ambrosio de Morales y en Salamanca con Francisco Sánchez El Brocense, siendo también discípulo de Jerónimo Muñoz, con quien estudió Matemáticas. Fue además jurista de profesión y gentilhombre de la Casa Real de Su Majestad. Muestra de su prestigio como entendido en ciencia militar lo constituye el que fuera elegido para aprobar el Comentario en breve "Compendio de disciplina militar de Mosquera y Figueroa", publicado en Madrid en 1596.
Diego de Álava es conocido por el libro "El Perfecto Capitán, instruido en la disciplina Militar, y nueva ciencia de la Artillería", publicado en Madrid en 1590 y “Dirigido al Rey Don Felipe nuestro Señor, segundo de este nombre”. Comienza con una carta del autor a su padre, en la que le dice que aprovechó para escribir el libro los tres años y medio que tuvo que pasar en Madrid a causa de unos pleitos “[...] que me han arrinconado en esta Corte, en escribir lo que toca a la disciplina militar, y uso de la Artillería, valiéndome de las ciencias que por gusto de V. S., más que por inclinación propia, largo tiempo professé en la Universidad de Salamanca [...]”, lo que parece indicar que enseñaba esta materia de artillería más por obligación que por gusto. Sigue un prólogo de Antonio de Toledo y una carta de El Brocense al autor, fechada en Salamanca el 15 de febrero de 1587, en la que le anima a publicar el libro.
El autor empieza a exponer su materia con un discurso sobre las excelencias de la Aritmética, la Geometría y la Artillería, con ejemplos históricos, como era frecuente en los textos de la época, tanto en los italianos, franceses o españoles. La obra está dividida en seis libros: los dos primeros tratan del arte de la guerra en general y su organización táctica; el tercero de la fundición, municiones y fabricación de la pólvora; el libro cuarto se ocupa de las medidas necesarias para la artillería y de algunos instrumentos para realizarlas; el quinto trata de la nueva ciencia de la Artillería y de las teorías de Tartaglia, exponiendo ideas muy interesantes para el momento, y el sexto, de la refutación de los errores de este último matemático italiano.
El libro cuarto, “en que se trata de los géneros de medidas necessarios para el uso de la Artillería con Planisferio, Astrolabio, Quadrante y otros instrumentos Matemáticos”, comienza resaltando la importancia de la Altimetría para los artilleros, ya que, antes de disparar, es preciso conocer y medir la distancia del objetivo
“[...] porque si la pieza se dispara sin otra seguridad del espacio de tierra que ay en medio del que el artillero da, fiado en lo que ellos llaman borneo del ojo, en un poco más o menos, que suele tener de error la mitad del camino, y primero que se acierte a la muralla o blanco donde está asestada, se avrán tirado muchos tiros al aire de ningún efeto y despertado al enemigo [...]”.
Por este motivo, antes de tratar sobre Artillería, expone Álava las diferentes maneras de medir la distancia hasta cualquier objeto, ya esté en llano o en un alto, basándose en principios geométricos
“[...] usando las que comúnmente se exercitan con diversos instrumentos, y sin ellos: y de otras que quiçá los muy exercitados en esto nunca han alcanzado a saber, por ser sacadas de lo más escondido de la Geometría, y Aritmética, y no andar vulgares en los tratados de medidas que ay en diferentes autores”.
Explica los instrumentos utilizados para medir distancias, unos de uso corriente y otros solamente conocidos por algunos expertos; expone las definiciones necesarias para entender las demostraciones geométricas: clases de triángulos, líneas paralelas, paralelogramo, línea visual y otros conceptos imprescindibles para entender bien el manejo adecuado de los instrumentos matemáticos.
Divide las medidas geométricas, al igual que otros autores de textos de Geometría de la época, en Altimetría, Planimetría y Estereometría, y da a continuación una relación muy completa de las diferentes unidades de medida utilizadas por los autores latinos. El primer instrumento cuya construcción y usos en la medida de las distancias describe Álava y Viamont es el planisferio, pero advierte para ello de la necesidad de saber trigonometría porque
“ninguna manera de medir hasta oy se ha descubierto que tenga tanta verdad, y dificultad, como ésta que se haze por triángulos y por la doctrina de los senos rectos, pues presupone, para alcançar los secretos della, notiçia y exercicio de muchas cosas que no andan comunes en todas las escuelas de matemáticas”.
Para que se comprenda bien la forma de proceder, reproduce las tablas de senos de Juan de Monterregio, con una explicación detallada de la forma de utilizarlos. El autor no se detiene en describir el planisferio, sino que solamente incluye la figura y va explicando paso a paso su utilización, realizando los cálculos trigonométricos necesarios para hallar las distancias o anchuras, con ejemplos concretos. Partiendo siempre de la medida de ángulos, y mediante la tabla de senos rectos, calcula el valor de los dos lados opuestos; una vez conocida una distancia, podrán conocerse otras muchas utilizando las tablas y las proposiciones de Euclides. Éste es un procedimiento que Álava y Viamont considera muy útil para un artillero, pues le permite el trazado de planos y del perímetro de una fortaleza, aunque esté muy lejos del observador:
“[...] la manera con que se podrá ir traçando el círculo de cualquier fortaleza, aunque esté muy lexos, que es lo que dixe que era mucho de estimar en esta manera de medir, que es la que procede con más certidumbre que todas las demás”.
Otro problema que aborda con el planisferio es la medida de la altura de una torre y la distancia hasta ella para saber hacer una mina que llegue por debajo, diciendo que
“mucha correspondencia tiene esta doctrina con las passadas, pues procede el uso de todas del tratado de los senos rectos. Y assí, el ejemplo que aquí se propone servirá de teórica y práctica para conocer qualquier espacio que se ofrezca hasta el lugar que pretendo minar”.
A continuación, Álava explica “Cómo se medirá una distancia de alto a bajo”, cuando el artillero quiere disparar una pieza desde lo alto de una fortaleza o de un punto en el llano.
En el "Perfecto capitán [...]" el autor añade el modo de usar el dorso del astrolabio para medir distintas alturas, distancias y profundidades. No se detiene en la construcción del instrumento, seguramente por considerar que este aspecto era sobradamente conocido, y los procedimientos son muy similares a los expuestos anteriormente.
Se ha de destacar que en todos los problemas que plantea Diego de Álava describe detalladamente las operaciones que deben realizarse y los cálculos necesarios para llegar al resultado: pero en pocas ocasiones indica en qué proposiciones de Euclides se ha basado, ni la demostración geométrica correspondiente. Este modo de proceder es coherente con una de las finalidades del libro: instruir a los artilleros con escasa preparación teórica de cómo pueden hallar en la práctica la medida de alturas y distancias, cuyo conocimiento será imprescindible para no errar el tiro.
Aparte de esto, Álava y Viamont, siguiendo un criterio muy pedagógico, antes de explicar las medidas de distancias con instrumentos y demostraciones matemáticas algo complejas para cualquier artillero, expone cómo, sin instrumentos especiales, mediante una vara, se puede hallar la medida de la altura de una torre “puesta en un llano por la sombra que hiciere” con una sencilla operación basada en triángulos semejantes, ya que el triángulo formado por la vara y su sombra es semejante con el de la altura de la torre y la sombra que produce. La misma medida puede hacerse, también sin instrumento, utilizando una vara, pero de una longitud igual a la altura de los pies a los ojos del operador. Éste, tumbado en el suelo, busca la posición en la cual, con la vara clavada a sus pies, la línea visual desde los ojos al extremo de la vara coincida con el punto más alto de la torre: la distancia de los ojos a la base de la torre será la altura buscada. Otra forma sencilla es hallar la distancia entre dos puntos sólo con cuatro piedras: la forma de proceder se fundamenta en simples demostraciones geométricas basadas en Alberto Alavanya, en proposiciones semejantes a las anteriormente expuestas. Todo ello para que los artilleros dispongan de recursos en el campo para hacer mediciones, sin necesidad de grandes conocimientos matemáticos ni disponer de complejos instrumentos de medida.
Los libros quinto y sexto de "El perfecto capitán [...]" corresponden a la balística o “nueva ciencia de la artillería”. En ellos comienza Álava desarrollando las ideas de Niccolò Tartaglia contenidas en "La Nova Scientia" (1537), relativas al movimiento de los proyectiles y al modo de determinar los alcances en el tiro. Así, siguiendo a dicho autor, demuestra que el mayor alcance corresponde a un ángulo de cuarenta y cinco grados. No está de acuerdo, sin embargo, con el segundo principio deducido de la doctrina de Tartaglia, según el cual el incremento en el alcance es el mismo para cada grado de elevación. Todo el error procede, según él, de considerar que la parte curva de la trayectoria es un arco de círculo. Por el contrario, en el caso del tiro horizontal, según el autor de "El perfecto capitán [...]", el proyectil comienza a moverse oblicuamente de modo muy gradual, aumentando la curvatura de la trayectoria con rapidez cada vez mayor hasta convertirse en línea vertical. Por ello, la parte curva del movimiento violento no es nunca una parte de círculo. Al parecer, el autor español no conocía las "Quesiti et Inventione Diverse" (1546), donde Niccolò Tartaglia modificó este aspecto de su teoría. Finalmente, concluye Álava y Viamont que los alcances son proporcionales a los “senos rectos” de los ángulos de elevación, indicando un profundo conocimiento de las cuestiones trigonométricas, a pesar de ser un tratado de divulgación científica destinado a unos profesionales poco preparados en las teorías matemáticas.
En conjunto, "El perfecto capitán [...]" de Álava y Viamont es un interesante compendio que demuestra los conocimientos científicos y matemáticos de este autor español y su esfuerzo por mantener al día las operaciones de medida necesarias para los artilleros, una profesión de vital importancia estratégica para la Monarquía española a la que servía Álava.
Diego de Álava tuvo que morir en una fecha posterior a la de su testamento, fechado en Madrid el 12 de diciembre de 1596. Su testamento ha sido recientemente estudiado por Isabel Vicente Maroto y Mariano Esteban Piñeiro; contiene algunos datos biográficos de interés, confirmando que era vecino de Vitoria, que el rey le debía los gajes de tres años o más de gentilhombre de su Casa, los cuales reclama para sus herederos, y manda ser enterrado en Valladolid, en la iglesia de San Benito el Real,
“donde los padres de aquella casa están obligados a me hacer una capilla donde ha de estar la reliquia que yo les di del glorioso San Benito, y ansí mismo están obligados a me fundar dos capellanías perpetuas con cargo de siete misas cada semana, la una capellanía en el dicho convento de San Benito y la otra en Santo Domingo de Silos [...]”.
El convento de San Benito de Valladolid era uno de los más importantes de la ciudad, de una gran riqueza, comprendiendo un amplio edificio monasterial, extensas y ricas huertas con moderno abastecimiento de aguas, aceñas sobre el río Pisuerga y una monumental iglesia. El hecho de que Diego de Álava y Viamont, descendiente de una poderosa familia, quisiera ser enterrado allí, mandando hacer una capilla para ello con las reliquias de San Benito que había entregado al convento, indica su alta posición social, como se refleja en su testamento. Sin embargo, no ha podido ser localizado el enterramiento de Diego de Álava y Viamont en la iglesia de San Benito de Valladolid, donde se supone deberían estar sus restos.
Biografía de Diego de Álava y Beamonte en el sitio web de la Real Academia de la Historia, escrita por Nicolás García Tapia.
Biografía de Francisco de Álava y Beamonte en el sitio web de la Real Academia de la Historia, escrita por Juan Carlos Rodríguez Nafría.