Gobernador de los Paises Bajos españoles entre 1692 y 1706.

Maximiliano Emanuel de Wittelsbach nació en Munich (Baviera, Alemania) el 11 de julio de 1662, donde murió a los 63 años el 26 de febrero de 1726. Heredó la pretensión de la dinastía de Wittelsbach de pertenecer no sólo a las grandes dinastías del Imperio Romano-Germánico sino a las más importantes de Europa. De hecho los Wittelsbach tuvieron lazos dinásticos con los Borbones y con los Habsburgo. En su abuelo Maximiliano I, quien logró la dignidad de elector del Imperio para la línea bávara de los Wittelsbach, reconoció a uno de sus antecesores más ilustres. En 1685, Max Emanuel se casó con Maria Antonia, la hija del emperador Leopoldo y nieta del rey español Felipe IV.

La personalidad de Max Emanuel se caracterizó por el afán de adquirir reputación y gloria, una tendencia particularmente marcada en su época, lo cual lo llevó a sobreestimar las posibilidades políticas de su Casa. Parte de la herencia de los Wittelsbach de Múnich era su posición ambigua hacia los Habsburgo de Viena.

Al principio de su reinado (a partir de 1679) el joven príncipe se inclinó más bien hacia Viena, motivado por la presión del Rey galo hacia la cuenca del Rin. También lo demuestra su actuación militar en el frente con el Imperio Otomano. Su ideal de gran capitán general lo llevó a luchar personalmente contra los turcos, quienes en 1683 avanzaron hacia Viena asediando la ciudad imperial. Max Emanuel llegó a participar en el contraataque y finalmente obtuvo un mando militar personal. Con treinta y tres mil soldados, de los cuales unos seis mil provenían de Baviera, logró liberar Belgrado, en manos de los otomanos desde 1521. Por el color de su uniforme el bávaro se ganó la fama del “elector azul”. En 1692, cuando contaba 30 años, Max Emanuel obtuvo el gobierno de los Países Bajos españoles, lo cual lo motivó a dejar Múnich y establecer su Corte en Bruselas hasta la entrada de las tropas austriacas en la ciudad en 1706. Allí, entre otras actividades, apoyó el establecimiento de la Academia de Matemáticas de Bruselas.

Como esposo de una princesa de Habsburgo, quien tenía abuelos españoles, Max Emanuel tenía relaciones dinásticas con la Corte de Madrid. En su testamento de 1665 Felipe IV, a su vez, había fijado los derechos de sucesión en la línea de Viena. Estos lazos dinásticos entre Múnich y Madrid se fortalecieron cuando nació en 1792 el príncipe bávaro José Fernando. En una situación de constantes proyectos de división del imperio español, reinado bajo el enfermizo Carlos II, la Casa de Wittelsbach recobró cada vez más importancia como candidata a la herencia. En la Corte española este proyecto de una sucesión bávara en la persona del príncipe José Fernando no sólo recibió el apoyo del cardenal Manuel Portocarrero, sino —después de algunas resistencias— el de Maria Anna de Neoburgo, quien en un principio, no obstante que pertenecía a una línea de los Wittelsbach, se opuso a la sucesión del príncipe bávaro.

El 11 de noviembre de 1698, Carlos II firmó el testamento en favor de la sucesión bávara. A las potencias internacionales ésta les pareció oportuna para tomar la Corona española. Inglaterra y Francia convinieron en la sucesión de José Fernando. Como éste no tenía siquiera los siete años, su padre, Max Emanuel fue designado como regente. El Tratado de partición de 1698 previó que José Fernando recibiría España y sus Reinos ultramarinos; el archiduque Carlos obtendría Milán, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, recibiría Nápoles y Sicilia. Max Emanuel apareció en el momento de mayor culminación de la gloria de la Casa de Wittelsbach. No obstante el emperador Leopoldo I constantemente se opuso, ya que no quiso conformarse únicamente con Milán. Pero el 6 febrero de 1699 murió el Príncipe bávaro sucumbiendo a una infección de estómago. La muerte de José Fernando frustró —de momento— las ambiciones de Max Emanuel.

En tiempos de Max Emanuel las aspiraciones de las Grandes Casas en el Imperio Romano-Germánico se dirigieron claramente a obtener la dignidad real. Jurídicamente el título real fue asociado con la dignidad imperial, ya que el Rey romano solía llegar a convertirse en Emperador. Pero sus rivales en el Reich, los electores como los Wettiner de Sajonia, obtuvieron desde 1697 la Corona de Polonia, y los Hohenzollern de Brandenburgo se nominaron “Reyes de Prusia” justamente a partir de 1701. Ya en 1691 y en 1693 el Gran Duque de Toscana y el Duque de Saboya habían empleado la fórmula de “dignidad real”. Y en 1714 la Casa de Hannover sería vinculada a la Monarquía inglesa. Max Emanuel no quiso quedar al margen de esta ola de “monarquización”.

Así, a pesar de la muerte de su hijo, el afán del elector de conseguir una Corona real se mantuvo vivísima. Al estallar la Guerra de la Sucesión Española, Baviera primero intentó mantener la posición de neutralidad frente a Viena y París. Pero finalmente un par de señores en el Imperio se adhirieron al Emperador en Viena. La Baviera de Maximiliano a su vez cobró cada vez más importancia como aliada de Francia, como un territorio estratégicamente muy valioso para la guerra y diplomacia francesas en el sur del Reich.

Esto llevó a Luis XIV a aumentar sus subsidios para Baviera. Por su tradicional rivalidad con los Habsburgo de Austria, Maximiliano Emanuel se iba inclinando al lado del Rey galo. Éste le había prometido apoyar las posibles conquistas del Palatinado y de los territorios de Palatinado-Neoburgo. La incorporación de estos territorios tan amplios, justificaría —según Luis XIV— el reconocimiento del título de Rey para el Wittelsbach. No obstante, Max Emanuel siguió negociando con Viena, pidiendo la integración de territorios a lo largo del Danubio y en dirección del Tirol, todo esto con el mismísimo fin de conseguir la Corona real. En caso de una conquista de Milán, el bávaro reclamaría este ducado, y finalmente Max Emanuel estuvo dispuesto a cambiar su Baviera natal por Nápoles y Sicilia. El Wittelsbach rehusó firmar el Tratado con París, pero el Emperador no quiso ceder a las pretensiones del príncipe bávaro, a saber, la dignidad real para él.

El escenario de la Guerra de la Sucesión Española, pronto, se volvió muy precario para el elector de Baviera. También se había afiliado a Luis XIV el elector de Colonia, hermano de Max Emanuel y segundogénito bávaro, pero los aliados pronto invadieron el territorio del elector de Colonia. Max Emanuel comenzó a sentir la falta de aliados. En el primer ataque de Francia y Baviera contra Viena, fue repostado por el príncipe Eugenio en 1703. Hasta 1704 Leopoldo I y Max Emanuel mantuvieron negociaciones. Pero los aliados pronto invadieron el territorio del elector de Baviera. En el mismo año Marlborough dirigió sus tropas al sur de Alemania, donde en la batalla de Höchstadt (para los ingleses Blenheim) derrotó al Ejército franco-bávaro (1705). Lo que fue una derrota severísima para Luis XIV, significó una catástrofe dinástica para Max Emanuel.

La situación para la población bávara empeoró cuando el emperador José I llegó al Trono. Éste detestaba a los bávaros, y la ocupación de Baviera fue resentida por la población por sus levas, sus aumentos de tributos e impuestos. En invierno de 1705 se organizó una resistencia cada vez más violenta contra los austríacos. En la nochebuena de 1705 los campesinos marcharon hacia Múnich con la intención de tomar la ciudad. Pero los austríacos supieron controlar la revuelta, y masacraron a unos mil bávaros (“Sendlinger Mordnacht”). De cierta manera la rebelión era también contra el propio elector, quien había dejado llevar las cosas a tal extremo. Max Emanuel mismo tuvo que salir de Bruselas en 1706 tras la entrada de las tropas austriacas en los Paises Bajos españoles y en los años siguientes vivir en Francia. Finalmente, el elector fue restituido en Bruselas y (en 1714) obtuvo sus territorios. Francia y las otras potencias europeas tenían interés en mantener un ducado importante en el Reich como contrapeso hacia los Habsburgo de Viena. Max Emanuel nunca parece haber tenido dudas sobre su preeminencia, ni siquiera en los momentos más difíciles entre 1705 y 1714.

En el siglo XVIII se recordó a Max Emanuel como un príncipe que dejó a su ducado una enorme deuda por las guerras y devastaciones. En el siglo XIX, el siglo del nacionalismo, tampoco se le juzgó favorablemente, ya que estuvo dispuesto a dejar Baviera a cambio de cualquier territorio que le trajera la dignidad real, y de dejar Múnich, por ejemplo, para residir en Bruselas. En la historiografía reciente se resalta más bien el hecho de que con sus proyectos algo arbitrarios de cambios de territorios, en él se refleja el espíritu de la época, según el cual en los siglos XVII y XVIII las potencias europeas orquestaron varios trueques territoriales.