Oficial realista que se sublevó en Navarra en 1821 contra el Gobierno Constitucional impuesto en España por el coronel Riego; y primer oficial que se sublevó en 1833 en nombre del pretendiente Carlos María Isidro, Carlos V de Borbón.

Vástago de una de las principales familias de Navarra, nació en Lumbier, en 1784. Sus padres le enviaron a estudiar Latinidades a Sangüesa, de donde pasó a Huesca, ciudad en la que curso tres años de Filosofía y otros tres o cuatro de Leyes. Al producirse la invasión francesa de 1808, Santos se alistó con 24 años en el Ejército, de cuyas filas lograron sacarle temporalmente sus padres, pero sin poder impedir que el 12 de octubre de 1809 tuviera lugar su incorporación definitiva como soldado distinguido. Participó después en múltiples combates, por los que el 5 de junio de 1811 recibió el despacho de capitán.




Teniente coronel don Santos Ladrón de Cegama.

Tras convalecer de una grave herida se incorporó al 1.º de Navarra, distinguiéndose en la toma de Huesca y otras acciones, por lo que el 21 de diciembre de 1812 fue ascendido a teniente coronel y comandante, continuando la campaña hasta que las tropas españolas penetraron en Francia. El 1 de agosto de 1815 fue destinado al Regimiento de Infantería del "Príncipe", con el encargo de reorganizar su 3er batallón. En su hoja de servicios de 1820 puede leerse:

    “Valor acreditado, aplicación muy buena, capacidad ídem., conducta muy buena, estado soltero”.

Estaba en su casa de Lumbier con licencia absoluta cuando ocurrió la sublevación del teniente coronel Riego y la imposición por las armas de la Constitución de 1812. Se unió a la Junta Realista de Navarra y el 11 de diciembre de 1821 se alzó en armas contra el sistema constitucional, aunque a mediados de enero de 1822 se vio obligado a cruzar la frontera francesa. Regresó el 22 de junio de 1822 como jefe de Estado Mayor del general Quesada y combatió en numerosas acciones. Fue ascendido a coronel el 16 de septiembre de 1822 y a brigadier el 24 de febrero de 1823.

A principios de 1823 sustituyó al general O’Donnell al frente de las tropas navarras. Alterando la táctica de guerrillas de su predecesor, pronto presentó combate formal en Muniain y, si bien tuvo que retirarse por falta de municiones, no quedó descontento del comportamiento de sus tropas. Una sorpresa sobre Huesca le proporcionó los pertrechos de que carecía, y el 26 de marzo de 1823 cayó sobre una columna constitucional en Larrasoaña, infligiéndola una dura derrota y obligando a sus restos a refugiarse en Pamplona, cuyo bloqueo inició poco más tarde.

Al producirse la intervención francesa unió sus tropas a las del general Monitor, formando su vanguardia y haciendo con él casi toda la campaña, lo que no le impidió batir en mayo a tropas constitucionales muy superiores en Tamarite (Huesca). En su expediente personal se conservan las alabanzas que sobre él hizo el conde de Bourmont en 1824.

Terminada la guerra civil, fue una persona muy querida en Navarra. Fue nombrado gobernador militar de Pamplona, donde aún se encontraba el 18 de octubre de 1830, en que fue nombrado mariscal de campo y Segundo Cabo de Navarra. En 1831 fue destinado a Cartagena, de cuyo mando no tardó en ser cesado por sospechoso de carlismo. Destinado de cuartel a Valladolid, el 11 de septiembre de 1832 pidió se le permitiera marchar a Lodosa, aunque sin resultado.

Por estas fechas debió de entrar en contacto con el coronel don Francisco Benito Eraso y con la trama carlista conspiratoria creada por la junta de Madrid, siendo designado jefe de la sublevación que debía estallar en Navarra a la muerte de Fernando VII.

Cuando supo la muerte del Rey, abandonó Valladolid y se dirigió hacia Navarra, produciéndose a su paso la sublevación de La Rioja, en cuyos preparativos trabajaba desde hacía tiempo un tal Basilio García. Al frente de dos batallones bisoños compuestos por los voluntarios que se presentaron a servir a sus órdenes, Santos penetró en Navarra, donde aún no había comenzado el alzamiento, y no dudó en marchar al encuentro de la columna mandada por el brigadier Lorenzo, fuera porque pensase, como apunta Zaratiegui, que era de ideas realistas y podía pasarse a sus filas, fuera porque, acostumbrado en la campaña anticonstitucional a triunfar en condiciones adversas, no dudaba de su capacidad para volver a hacerlo.

La batalla tuvo lugar en Los Arcos el 11 de octubre, que fue una completa derrota para los carlistas. Santos Ladrón esperó neciamente la acometida del enemigo sin acertar a dar ninguna orden a sus tropas, que fueron atacadas y derrotadas. El propio Ladrón de Cegama se defendió con su sable en estado de somnolencia. Existen dos versiones para explicar lo ocurrido: unos dicen que se le suministró una droga disuelta en vino antes del ataque; otros dicen que desde hacía tiempo venía sufriendo algunos ataques de enajenación mental, lo que le inhabilitaba para el mando.

Tras la batalla Santos y doscientos de sus seguidores cayeron prisioneros. El 12 de octubre Santos Ladrón fue llevado a Pamplona, y esa misma noche la Junta de Guerra decretó que fuese fusilado por la espalda, decisión en la que se mostró firme a pesar de la petición de Santos de ser fusilado de frente, y no como traidor. Al final, viendo que todo era inútil, se limitó a afirmar:

    “Moriré como ustedes quieran. No empañará el lustre de mi nombre el baldón de traidor: Santos Ladrón siempre ha sido caballero”.

Santos Ladrón fue fusilado por la espalda el 15 de octubre en el foso de la Ciudadela de Pamplona; contaba 49 años. Según algunas fuentes, su fusilamiento produjo en Navarra una general indignación e hizo marchar a las filas carlistas a centenares de mozos y personalidades, entre las que se encontró Zumalacárregui, que se unió a la causa carlista al conocer el fusilamiento de Santos Ladrón. Otras fuentes, tal vez más realistas, consideran que su fracaso ralentizó el alzamiento carlista.

En julio de 1834, el Pretendiente Carlos V de Borbón decretó que don Santos Ladrón de Cegama figurase en la "Guía Oficial del Estado" como Capitán General y que se levantase un monumento a su memoria en la plaza principal de Pamplona.