Convenio de paz suscrito entre los rebeldes independentistas cubanos y el general Martínez Campos.
A finales de 1877 la insurrección cubana estaba agotada, prácticamente descabezada y sin fuerzas suficientes para proseguir la lucha:
El presidente Estrada había sido hecho prisionero por las tropas españolas; Eduardo Machado encontró la muerte en San Pablo el mismo día que Francisco la Rua murió en la Rinconada de Antón.
En la provincia de Puerto Príncipe, denominada Camagüey por los rebeldes, la presión del ejército español aconsejó a numerosos rebeldes a presentarse a las autoridades con sus familias, la comida escaseaba en los campos y las aguadas estaban vigiladas para perseguir a quienes llegaban a ellas.
El gobierno republicano rebelde acampó diecinueve dias en Lomas de Sevilla escaso de comida y agua, y tan solo quedaban ocho diputados en el lugar, habiendo regresado el resto a sus territorios.
Los rebeldes del llamado regimiento de Infantería de Caonao, al mando del cabecilla Benítez, intitulado brigadier, se movían junto a los rebeldes del llamado regimiento de Caballería Agramonte formando un total de unos ciento cuarenta combatientes, hasta que fueron derrotados dos veces en el mismo día, en San Blas por la mañana y en las Tunas de Guaymarillo al anochecer, donde el intitulado teniente coronel José Antonio Cosío quedó prisionero.
El intitulado general Máximo Gómez y el diputado Salvador Cisneros fueron derrotados en San Juan de Dios del Portillo. Al llamado regimiento de Infantería de Bonilla tan solo le quedaban unos treinta y seis rebeldes combatientes; el llamado regimiento de Caballería de Camagüey se había desbandado desde la muerte de su jefe, el cabecilla intitulado teniente coronel Jose María Sori, quien encontró la muerte en una trampa a la que le condujo del comandante militar de Las Minas.
En el Oriente los rebeldes se levantaron en Holguín, proclamándose como cantón independiente y obligando al intitulado general rebelde Antonio Maceo a hacerles frente; por fortuna para los rebeldes de Holguín, Maceo fue distraido por la acción de las tropas españolas contra él. En Bayamo quedaba un pequeño resto de fuerzas rebeldes, al mando del intitulado general Modesto Díaz. Los rebeldes de Santiago de Cuba eran los únicos que mantenían el espíritu y combatían a los españoles, apoyados por lo rudo del terreno.
Tras la captura de Estrada, a primeros de diciembre de 1877 el intitulado general rebelde Francisco Javier de Céspedes mombró presidente al también intitulado general rebelde Vicente García, que se mantenía en Las Tunas con buen espíritu y municiones abundantes. La Cámara republicana rebelde convocó a los jefes militares para debatir la situación. Se presentaron los intitulados general Máximo Gómez, brigadier González, coronel Gonzalo Moreno y teniente coronel Aurelio Duque Estrada. Tras las discusiones, se propuso entablar negociaciones con el general español Martínez Campos con objeto de ganar tiempo y hacer que pasara la estación seca, propicia para las operaciones del ejército español, acordándose que el intitulado teniente coronel Aurelio Duque Estrada escoltase con su llamado regimiento Jacinto a los diputados que llevaban la propuesta al general español. Al llegar al poblado de Santa Cruz, al sur de Holguín, los diputados escribieron al intitulado teniente coronel Esteban Duque Estrada, hermano de Auerelio y prisionero de los españoles.
El 23 de diciembre los comisionados regresaron de Santa Cruz con una propuesta de paz del general Martínez Campos y con la noticia de suspensión de hostilidades en Camagüey hasta el 10 de enero. En vista de que el presidente Vicente García no llegaba, el brigadier Benítez convocó una Junta de Jefes a la que también asistieron los miembros de gobierno rebelde allí presentes. El diputado Salvador Cisneros solicitó al brigadier que aceptara la propuesta de paz, asumiendo él la responsabilidad como presidente de la Cámara republicana, pero Benítez decidió enviar al general Martínez Campos una solicitud para prolongar la suspensión de hostilidades hasta el 10 de febrero y dar tiempo a que el presidente García se presentase para tomar la decisión.
El general Martínez Campos aceptó la solicitud y marchó de Puerto Príncipe a El Chorrillo para entrevistarse con los representantes cubanos, el doctor Emilio Luaces y el intitulado teniente coronel Ramón Roa. El brigadier Benítez, además, había enviado al diputado Marcos García para entregar unas cartas al presidente, general Vicente García, quien ya se había puesto en contacto con el general español Prendergast para recibir la propuesta del general Martínez Campos. Por su parte, al llegar a Las Villas el diputado Marcos García encontró al coronel rebelde Serafín Sánchez en contacto con el brigadier español Ochando. Días más tarde, el 9 de febrero, avanzadas ya las negociaciones de paz, el general Arias informó al general Martínez Campos que la noche anterior, 8 de febrero, las tropas de uno y otro bando habían confraternizado en el campamento del general Ochando, dando calurosos vivas a España. Por su parte, los rebeldes cantonales de Holguín estaban en tratos con los españoles para presentarse a las autoridades.
El 5 de febrero el presidente, general Vicente García, se presentó con cien hombres en el campamento de la Calilla, donde se encontraban el brigadier Benítez y la Cámara republicana rebelde. Tras reunirse, la Cámara aceptó que el presidente rebelde se reuniese con Martínez Campos para discutir sobre la ampliación del cese de hostilidades. Pero García, en la reunión con el general español que se celebró en San Fernando (al sur de Sancti Spiritus), le ofreció proposiciones de paz, algo que no gustó a los representates cubanos de la Cámara rebelde. Las proposiciones de Martínez Campos fueron las que el general Prendergast entregó al general Vicente García en Las Tunas:
Primero: Otorgar a la isla de Cuba las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la de Puerto Rico, pudiendo el Gobierno de la Revolución Cubana hacer presente las modificaciones que estime oportunas para que el General en Jefe las otorgue o consulte al Gabinete de Madrid, si a su vez lo considera indispensable.
Segundo: Indulto general a todos los que se encuentren hoy en el campo enemigo, los mismo Peninsulares e Insulares, e igualmente a los desertores del ejército, haciendo extensiva esta clausula a cuantos hubiesen tomado parte directa o indirectamente en el movimiento revolucionario.
Tercero: Libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallen en las filas insurrectas.
Cuarto: Ningún individuo que en virtud de esta capitulación reconozca y quede bajo la acción del Gobierno español, podrá ser compelido a prestar ningún servicio de guerra, mientras no se establezca la paz en todo el territorio.
Quinto: Todo individuo que desee marchar fuera de la Isla queda facultado y le proporcionará el Gobierno Español los medios de hacerlo, sin tocar en poblaciones si así lo deseare.
Sexto: La capitulación de cada fuerza se efectuará en despoblado, donde con antelación se depositarán las armas y demás elementos de guerra.
Séptimo: El General en Jefe del ejército español, a fin de facilitar los medios de que puedan avenirse los demás departamentos, franqueará todas las vias de mar y tierra de que pueda disponer.
Octavo: Considerar lo pactado como general y sin restricciones particulares para todos los departamentos de la isla que acepten estas condiciones.
Viendo el presidente Vicente García que la Cámara se mostraba contraria a aceptar las proposiones de paz, convocó una Junta de Jefes y Oficiales para tratar el asunto y ponerlo a votación. Tras explicar la situación el brigadier Rafael Rodríguez a los presentes, finalizó diciendo:
"Se va a votar la paz o la continuación de la guerra. Los que quieran ésta salgan de la fila y vayan formando al frente; los que quieran la paz, permanezcan en sus puestos."
Nadie salió de su sitio. El brigadier Rodríguez confeccionó la relación de todos los votantes, en la que el brigadier Benítez y dos jefes rebeldes más fueron los únicos que votaron a favor de la guerra. El presidente García trasladó el resultado de la votación a la Cámara republicana y nombró un comité para informar al general Martínez Campos de la decisión tomada por la paz y tratar con él los detalles. El acta de la reunión fue el siguiente:
"En San Agustín del Brazo, a ocho de febrero de mil ochocientos setenta y ocho, reunido el pueblo del Camagüey y agrupaciones de individuos de Oriente, Villas y Occidente, determinaron, en vista de la situación porque atraviesa el país, emprender negociaciones de paz con el Gobierno Español, bajo base que no fuera la independencia de Cuba. Y como bajo estas bases no podían tratar ni el Gobierno ni la Cámara, se acordó remitir a este cuerpo la siguiente manifestación."
"A la Cámara de Representantes:"
"Los que suscriben tienen el honor de poner en conocimiento de la Cámara de Representantes que, reunidos en Junta los individuos de todas clases que residen en este campamento, con objeto de poner fin a la actual situación, acordaron los Jefes, Oficiales y vecinos presentes en el acto, que deseosos de negociar una paz honrosa con el Gobierno Español, toda vez que la Cámara se halla inhabilitada para prescindir de la base de independencia, se elevase esta manifestación a la Cámara de Representantes para que resuelva lo que más convenga para dignidad de esa respetable Corporación, manifestándole que en dicha reunión se acordó también nombrar un comité por elección de siete individuos para negociar la paz con el Gobierno Español"
"Se adjuntan las listas en las que consta el resultado de la votación."
"Campamento en San Agustín del Brazo. Febrero ocho de mil ochocientos setenta y ocho."
"Enrique L. Mola.- Salvador Rosado.- M. Miranda.- Gonzalo Moreno."
Con este acto, el general Vicente García dejaba de ser presidente de la Cuba revolucionaria; no obstante, aceptó continuar en el puesto de jefe militar del movimiento rebelde. A continuación se nombraron los ocho miembros del comité, que el 8 de febrero se autodenominó Comité del Centro y nombró al doctor Emilio Luaces y al intitulado teniente coronel Ramón Roa para presentar ante Martínez Campos su respuesta:
Propusieron modificar el punto Primero como sigue: Asimilación a las provincias españolas bajo la Constitución vigente, con excepción de las quintas.
Propusieron modificar el punto Segundo como sigue: Amnistía general para los delitos políticos cometidos desde el año 1868 hasta el presente y para los que se hallen encausados o cumpliendo condenas dentro y fuera de la isla. Indulto general a los desertores del ejército español, sin distinción de nacionalidades, haciendo extensiva esta clausula a cuantos hubiesen tomado parte directa o indirectamente en el movimiento revolucionario.
Añadieron el adverbio "hoy" al punto Tercero, que quedó como sigue: Libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallen hoy en las filas insurrectas.
Aceptaron la redacción del punto Cuarto.
Eliminaron la referencia al "gobierno español" en el punto Quinto, sustituyéndolo por un escueto "se" y dejándolo como sigue: Todo individuo que desee marchar fuera de la isla queda facultado y se le facilitarán los medios de hacerlo, sin entrar en poblaciones si así lo deseare.
Añadieron un nuevo punto, el Sexto, que quedó como sigue: Como garantía, por nuestra parte, se solicita que el general Martínez Campos asuma el mando político y militar de la isla de Cuba hasta un año por lo menos despues de normalizada la situación, con el planteamiento de las reformas que son consecuencia de este convenio.
El punto Sexto anterior pasó a ser el Séptimo, con la misma redacción.
El punto Séptimo anterior pasó a ser el Octavo, con la misma redacción.
El punto Octavo anterior pasó a ser el Noveno, donde se añadió una referencia al Comité del Centro, quedando como sigue: Considerar lo pactado con el Comité del Centro como general y sin restricciones particulares para todos los departamentos de la isla que acepten estas condiciones.
El 9 de febrero, el general Martínez Campos informó al capitán general de Cuba, teniente general Jovellar y Soler, del resultado de las negociaciones:
"El Gobierno y la Cámara, de común acuerdo, considerándose sin poderes para tratar fuera de la base de la Independencia, han dimitido interinamente sus cargos, sometiendo la cuestión al voto del pueblo de Camagüey y fracciones de Villas y Oriente, existentes en la concentración del Río Sevilla. Este ha nombrado un Comité Revolucionario que se compromete, por la manifestación del Pueblo, a someter, por el juramento que tiene prestado, la cuestión de paz a las otras fuerzas, y en caso de que ésta no fuera aceptada, hacerlo ella por sí.
"V.E. sabe el compromiso contraido en las Villas. Estando Vicente García conforme, no es dudosa la actitud de Limbano Sánchez y Belisario Peralta. Maceo, por su parte, envía una Comisión que hoy está en Rompe y viene con objeto de tratar de paz. Guevara, Masó (sic) y demás jefes en la Maestra, cuando los sucesos de Manzanillo, dijeron que se sometían a la decisión del Gobierno y la Cámara. Creo, por tanto, seguros los hechos.
El único punto conflictivo resultó ser la nueva redacción del punto Primero, pues ninguno de los negociadores españoles sabía qué diferencia había entre las constituciones de España, redacción propuesta por los rebeldes cubanos, y Puerto Rico, propuesta de Martínez Campos. Éste consultó el tema telegráficamente con el general Jovellar, quien no contestó satisfactoriamente por desconocer también los detalles de ambas constituciones; finalmente la cuestión se resolvió porque el Comité del Centro realizó una nueva modificación de las propuestas en el sentido siguiente:
Sobre el punto Primero, el Comité aceptó la redacción del general Martínez Campo.
Sobre el punto Segundo, el Comité propuso sustituir la palabra "amnistía" de su propuesta de redacción por "olvido de lo pasado".
El Comité aceptó eliminar el nuevo punto Sexto, sobre el mando del general Martínez Campos durante un año como mínimo, volviendo el convenio a contener ocho puntos en total.
Tras estas negociaciones, el convenio de la paz de Zanjón quedó redactado como sigue; por parte de los revolucionarios cubanos firmaron el documento Emilio Loaces, presidente del Comité del Centro, y Rafael Rodríguez, secretario:
Primero: Otorgar a la isla de Cuba las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfruta la de Puerto Rico, pudiendo el Gobierno de la Revolución Cubana hacer presente las modificaciones que estime oportunas para que el General en Jefe las otorgue o consulte al Gabinete de Madrid, si a su vez lo considera indispensable.
Segundo: mnistía general para los delitos políticos cometidos desde el año 1868 hasta el presente y para los que se hallen encausados o cumpliendo condenas dentro y fuera de la isla. Indulto general a los desertores del ejército español, sin distinción de nacionalidades, haciendo extensiva esta clausula a cuantos hubiesen tomado parte directa o indirectamente en el movimiento revolucionario.
Tercero: Libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallen en las filas insurrectas.
Cuarto: Ningún individuo que en virtud de esta capitulación reconozca y quede bajo la acción del Gobierno español, podrá ser compelido a prestar ningún servicio de guerra, mientras no se establezca la paz en todo el territorio.
Quinto: Todo individuo que desee marchar fuera de la Isla queda facultado y se le proporcionarán los medios de hacerlo, sin entrar en poblaciones si así lo deseare.
Sexto: La capitulación de cada fuerza se efectuará en despoblado, donde con antelación se depositarán las armas y demás elementos de guerra.
Séptimo: El General en Jefe del ejército español, a fin de facilitar los medios de que puedan avenirse los demás departamentos, franqueará todas las vias de mar y tierra de que pueda disponer.
Octavo: Considerar lo pactado con el Comité del Centro como general y sin restricciones particulares para todos los departamentos de la isla que acepten estas condiciones.
El Comité del Centro despachó comisiones para Las Villas, Santiago de Cuba, Manzanillo, Bayamo, Holguín y al comité revolucionario de Nueva York. A preguntas de varios jefes y oficiales rebeldes, el general Vicente García contestó que daba su apoyo al pueblo y al Comité del Centro, añadiendo:
"Mi opinión es que todo está perdido; nada resta por hacer; yo pienso ver a mis hermanas que están en el Camagüey y marcharé después al extranjero."
El general Vicente García marchó hacia las Tunas con la fuerza que trajo, indicando su intención de regresar el 25 de febrero para capitular el 28 con todas las fuerzas del Centro. Finalmente estas fuerzas no capitularon en despobladeo, como recogía el punto Sexto del convenio, sino que entraron formados en Puerto Príncipe. Por su parte, el general Martínez Campos expidió pasaporte para los comisionados rebeldes que lo solicitaron. La guerra había acabado.
La Paz de Zanjón supuso el final de la Guerra de los Diez Años entre los insurrectos independentistas cubanos y el gobierno español. El general rebelde Salamanca calificó el acuerdo de Zanjón como de "paz comprada", porque realmente supuso una capitulación militar. En el tratado se convinieron los siguientes acuerdos:
concesión a la isla de Cuba de las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas de que disfrutaba la isla de Puerto Rico.
olvido de lo pasado respecto de los delitos políticos cometidos desde 1868.
libertad de los encausados o que se hallasen cumpliendo condena e indulto general a los desertores españoles.
libertad a los esclavos y colonos asiáticos que se hallaban en las filas insurrectas.
que ningún individuo que en vitud de la capitulación quedase bajo la acción del Gobierno español, podría ser compelido a prestar ningún servicio de guerra mientras no se restableciera la paz en todo el territorio.
que todo el que deseara marchar fuera de la isla quedaba facultado para ello y se le proporcionarían por el Gobierno de España los medios de hacerlo.
que la capitulación de cada fuerza se efectuaría en despoblado, donde con antelación se depositarían las armas y demás elementos de guerra.
que el general en jefe del ejército español, a fin de facilitar los medios de que pudieran avenirse los demás departamentos, franquearía todas las vías de mar y tierra de que pudiera disponer, y que se consideraría lo pactado con el Comité del Centro como general y sin restricciones particulaes para todos los departamentos de la isla que aceptasen las proposiciones.
Firmaban el documento Emilio Loaces, presidente del Comité del Centro, y Rafael Rodríguez, secretario.