El 10 de octubre de 1868 la Habana se despertó con la noticia de un levantamiento ocurrido en Puerto Rico en la localidad de Lares el pasado 23 de septiembre. La Gaceta de la Habana publicó la noticia de que en esta localidad se había levantado una partida de doscientos hombres al grito de “¡Libertad!”, que se dedicaron a saquear los comercios locales al mando de un venezolano llamado Manuel Rojas, y que la autoridad de la isla había enviado fuerzas del ejército y de la milicia que, en unión de vecinos armados voluntarios, perseguían a los rebeldes. No apareció en la Gazeta aún ninguna noticia de lo ocurrido en la lejana Manzanillo.

Lo que preocupaba al capitán general de Cuba, teniente general Francisco Lersundi Ormaechea, y a las autoridades civiles y militares de la isla en aquellos momentos, era el golpe de estado dado en la península que había destronado a la reina Isabel II apenas un mes antes. Los generales Prim y Serrano y el almirante Topete se habían sublevado en Cádiz el pasado 18 de septiembre, y diez días después sus tropas vencieron a las fuerzas realistas mandadas por el general Manuel Pavía y Lacy en la batalla de Alcolea, Córdoba. Al día siguiente el golpe triunfó en Madrid y el 30 de septiembre la reina Isabel II, que se encontraba en San Sebastián, abandonó España rumbo a Francia.

El general Lersundi, de quien era conocida su adhesión a la reina Isabel II, se vio enfrentado a una nueva realidad gubernamental en Madrid que no compartía, habiendo sido nombrado por el sistema recién derrocado. Que sus sentimientos estaban encontrados lo demuestra el hecho de que una comisión de ciudadanos de la Habana, donde ya se conocía el destronamiento de la reina, se reunió con el general para pedir la unificación de derechos con los de la península y la desaparición de los signos externos de la monarquía, a lo que el general se negó diciendo que mientras el nuevo gobierno no dictaminase otra cosa, las cosas seguirían como hasta ahora. Más tarde, varios ciudadanos peninsulares trataron de derribar la estatua de Isabel II, situada en el paseo del parque de la Habana, acción que fue impedida por la policía, que efectuó varias detenciones.

El 11 de octubre el general Lerchundi publicó una proclama en la que trataba de tranquilizar a los habitantes de la isla respecto al golpe de estado sufrido en la península, del cual se tenían pocas noticias:

    “Gobierno superior civil de la isla de Cuba - Habitantes de la siempre fiel isla de Cuba:

    “Al frente hoy del gobierno y administración de esta provincia, y tutor de vuestros intereses sociales, satisfago una necesidad y lleno un gran deber dirigiéndoos hoy mi voz.

    “Con rapidez asombrosa se han verificado en la madre patria acontecimientos graves. Interpuesto el Océano, tan solo la comunicación telegráfica con todos sus inconvenientes y deficiencias es hasta los momentos presentes el medio con que contamos para saber lo que sucede: y al daros a conocer hace pocos días las noticias recibidas por tal conducto, os dije ya, por la vía oficial, lo que debíais tener como cierto. Ahora debo añadiros, que una profunda conmoción política ha tenido por resultado inmediato la salida del suelo español de la Augusta Señora que regía sus destinos, y que se está constituyendo un gobierno provisional en que toma iniciativa y acción el duque de la Torre. Nada más puede deciros hoy, mi voz autorizada, respecto a los hechos que se están verificando.

    “No los juzgo, leales habitantes de Cuba, ni es esta la misión que me incumbe en estos momentos como primera autoridad de esta isla, ni quizás fuera tampoco la ocasión más oportuna para verificarlo con acierto, porque sería necesario apelar al raciocinio, y la razón no discurre cuando impera el estímulo del sentimiento. Otro es mi deber en los actuales instantes. Como representante del gobierno español en esta provincia, ahora solo me toca velar por los altos intereses que me están confiados, y acudir a vuestro nunca desmentido patriotismo, para que esperéis tranquilos y descansando en mi solicitud por vuestro bienestar, la solución de esta crisis suprema. En momentos como los presentes, solo el patriotismo salva a los pueblos, lo mismo que a los individuos, y yo creo que vuestro corazón, latiendo como el mío a impulsos de la sangre leal española, mira por encima de cualquier otro interés, por alto y respetable que sea, al más alto de todos en la esfera política, que es la conservación del orden, el respeto a la ley, la salud y la integridad de la patria.

    “Sí, leales habitantes de Cuba: si mi entendimiento se abisma ante la magnitud de los sucesos, mi corazón no decae, porque le anima el santo fuego del amor a la patria, en cuyas aras han de deponerse en ocasiones como la presente, cual yo lo hago, no ya las aspiraciones estrechas del interés de partido, sino hasta las más legítimas afecciones personales. Esperemos, pues, sosegada y pacíficamente: los acontecimientos marcharán a un desenlace, y cualquiera que éste sea, que nos encuentre tranquilos y fieles a los sagrados intereses que nos ligan a nuestra querida España.

    “No abriguéis la menor sospecha de que un acto impremeditado de la nación española venga a turbaros en la paz de que gozáis, a poner la mano sobre vuestros objetos más queridos, a conduciros por entre el laberinto de nuestras discordias intestinas la ruina de vuestro porvenir. Esperemos: la divina Providencia ha velado siempre por nosotros, y ya lo sabéis, porque la historia lo testifica: si la España puede presentarse alguna vez como ejemplo del infortunio, siempre fue tipo de virtud heroica, de sensatez profunda y de fe inquebrantable en su destino. De su seno saldrá, no lo dudéis, la solución más conveniente para nuestros intereses, que son los intereses de la patria.

    “Mientras tanto, yo espero de vosotros el reposo de la prudencia y la tranquilidad de la esperanza, y mi corazón me dice que no me engaño al contar con vuestras virtudes cívicas, tantas veces acrisoladas con vuestra siempre fiel adhesión, como podéis a la vez vosotros contar con la justificación, la vigilancia y la firmeza inflexible de vuestro capitán general, gobernador superior civil. —Francisco Lersundi. —Habana 11 de octubre de 1868.”

En el mismo día se publicaba la siguiente orden general del ejército:

    ”Soldados, Milicianos y Voluntarios: En la metrópoli han tenido lugar sucesos graves, que han ido donde quizás no llegaron jamás; pero felizmente, hoy reina completa tranquilidad material en toda la península.

    ”En circunstancias tales, solo os recordaré que sois soldados españoles, que la patria tiene confiadas a vuestra lealtad y cuidado la paz e integridad de este territorio de la nación española, y el amparo y protección de sus honrados y laboriosos habitantes; y que, si alguien atentara contra uno siquiera de estos objetos queridos, espero que como siempre cumpliréis con vuestro deber, como cumplirá con el suyo vuestro capitán general. —Francisco Lersundi.” 

Ni una palabra sobre el levantamiento ocurrido en el departamento Oriental.



  • Barrios Carrión, Leopoldo, comandante. Sobre la historia de la guerra de Cuba. Redacción y Administración de la Revista Científico-Militar y Biblioteca Militar. Barcelona, 1888-89-90. 235 páginas. 11,7 MB.

  • Camps y Feliú, Francisco de, coronel retirado. Españoles e insurrectos. Recuerdos de la guerra de Cuba. Segunda edición. Imprenta de A. Álvarez y Comp. Habana, 1890. 433 páginas. 16 MB.

  • Llofriu y Sagrera, Eleuterio. Historia de la insurrección y guerra de la isla de Cuba. Escrita en presencia de datos auténticos, descripciones de batallas, proporcionadas por testigos oculares, documentos oficiales, y cuantas noticias pueden facilitar el exacto conocimiento de los hechos. Edición ilustrada. Imprenta de la galería literaria. Tres tomos, seis volúmenes. Madrid, 1870 y 1871. 2.729 páginas. Tomo I. 799 páginas. 30 MB.

  • Pirala, Antonio. Anales de la Guerra de Cuba. Tomo 1. Imprenta y Casa editorial de Felipe González Rojas. Madrid, 1895. 886 páginas. 63,1 MB.