Tras el fracaso de su intentona de agosto de 1849 y a pesar de no contar con el apoyo del presidente Taylor, Narciso López continuaba sus trabajos propagandísticos en suelo estadounidense en favor de la independencia de Cuba y de una revolución en la isla. Uno de los resultados de su actividad fue el diseño de una enseña que distinguiera e identificara a los independentistas cubanos y que, adoptada por los rebeldes revolucionarios, acabó convirtiéndose en la actual bandera nacional cubana. El diseño fue dibujado por su amigo Teurbe Tolón y confeccionado por la mujer de éste, Isabel. La bandera rebelde ondeó por primera vez en las fachadas de los periódicos The New York Sun y The Delta entre el 11 y el 24 de mayo de 1850, coincidiendo en fechas con la segunda expedición filibustera de Narciso López a Cuba.
Aquellos que en el interior de Cuba habían confiado en el éxito de la expedición de López de agosto de 1849 se habían endeudado emitiendo bonos sobre sus propiedades, por lo que para recuperar su inversión se vieron obligados a persistir en sus intenciones. Gracias a esto, Nicolás López pudo recibir nuevos fondos para organizar una segunda expedición para invadir Cuba y tratar de levantarla con el apoyo de los grupos de independistas existentes en la isla.
El 22 de abril de 1850 se sacaron del arsenal de Nueva Orleans varios cajones de armas que contenían 398 fusiles, 62 pares de pistolas y 80 sables de caballería por orden del Ayudante General Rowley, jefe del Arsenal, con destino teórico a la Legión del Estado de Luisiana, pero que acabaron a bordo del vapor "Creole", que fue comprado por el general John Anderson, ex-senador del estado de Mississippi, uno de los socios norteamericanos de López, y puesto disposición de éste. También compraron 10.000 cartuchos para fusil y mosquete y 104 cajas de pólvora.
Se emitieron bonos por valor de dos millones de dólares, de los que se vendieron medio millón, quedando el resto en poder del general Henderson. Los bonos eran pagarés a nombre de la República Cubana firmados por Narciso López y pagaderos al portador, expedidos en Nueva Orleans.
El 7 de mayo el vapor zarpó del puerto de Nueva Orleans rumbo a la isla de Mujeres llevando a bordo al traidor Narciso López y algunos oficiales y unos 160 hombres enrolados para expedición. El general Henderson eligió la isla Mujeres, en Yucatán, como punto de reunión de la expedición para evitar la infracción de las leyes norteamericanas. En la isla Mujeres embarcaría a más hombres, llevados allí en otros dos buques norteamericanos[01].
López había conseguido enrolar un heterogéneo grupo de individuos a los que engañó diciéndoles que se dirigían a California. Una vez desembarcados en las islas de Contoy y de las Mujeres, López organizó un grupo de 610 hombres y les ajustó con el mismo haber que tenían los soldados del ejército norteamericano más un plus de 4.000 pesos al terminar su primer año de servicio. La mayoría de ellos eran aventureros y mercenarios norteamericanos, gran parte forajidos y desesperados, filibusteros, como se les llamaba en la época.
El término “filibustero” procede de la corrupción española del término inglés “fly boat”, que designa a los rápidos y manejables barcos que utilizaban los aventureros dedicados a la piratería y que atacaban sin piedad las posesiones españolas en el caribe. Por extensión, el término que designaba su embarcación acabó asociado a los propios piratas, designando con él a todo aquel cuerpo de bandidos armados que asolaba las islas del caribe en general, y de Cuba en nuestro caso, especialmente en el siglo XVII hasta que el gobierno español pudo acabar con ellos. Los nombres de la isla de la Tortuga y los caudillos Moutbars, L´Ollonais y Enrique Morgan evocan aquella terrible época. A lo largo del siglo XIX, en Cuba se denominó filibustero a todo aquel que, viniendo del exterior, especialmente de los Estados Unidos, pretendía invadir la isla con las armas para levantarla contra España, o aprovisionar de armas, municiones y recursos a los insurrectos. Filibustero es el término empleado por el auditor de guerra de Marina en la causa abierta en la Habana contra los mercenarios capturados en Contoy y por el abogado de la acusación de la causa contra López y sus cómplices abierta en los Estados Unidos.
El capitán general de la isla, teniente general Federico Roncali, I conde de Alcoy, estaba ya alertado, pues sabía que, en la localidad continental de Chagres, en la república de Nueva Granada, el rebelde Narciso López había reunido una fuerza que se estimaba entre 1.200 y 1.500 aventureros y mercenarios filibusteros con quienes pretendía embarcar en dos vapores mercantes y desembarcar en la costa sur de la isla de Cuba a finales de mes, “o tal vez antes”, y el 8 de mayo informó al gobierno de ello[02].
Para iniciar los preparativos con los que repeler la probable invasión en la costa sur de la isla, previamente había oficiado cuatro días antes al comandante general del departamento del Centro, brigadier Juan Herrera Dávila, ordenándole que tomara las siguientes medidas[03]:
Que concentrase en Trinidad una columna formada la PLM y las cuatro compañías del regimiento de Infantería de la “Habana” que se encontraban en Villaclara, la compañía del mismo regimiento y el escuadrón de Lanceros que estaban en Sancti-Spiritus, a los que se uniría una sección de obuses de montaña a lomo, con dos piezas.
Que movilizase las milicias urbanas de Caballería que considerase necesarios para establecer comunicaciones entre Puerto Príncipe, capital del departamento, y el resto de los puntos del territorio.
Que movilizase paisanos licenciados y paisanos armados y los utilizase para la vigilancia de las costas y sostener el orden.
Nada más tener noticias del desembarco, que se dirigiera al mismo para batir y derrotar al enemigo. Si la fuerza de invasión es demasiado fuerte y no pudiera darse un combate victorioso, retrasar su marcha por el interior del territorio, “privándoles de todo género de subsistencias, caballos, acémilas y demás recursos.”
Si el desembarco enemigo se efectuana en Cienfuegos (en la costa sur), o en San Juan de los Remedios o Sagua la Grande (en la costa norte), que sus gobernadores defendieran las poblaciones con las compañías de Infantería y piquetes de Caballería que tenían a sus órdenes.
Que el gobernador de Puerto Príncipe permaneciese en alerta con sus siete compañías del regimiento de Infantería “Cantabria”, el escuadrón de Lanceros allí destacado y dos piezas de obús de montaña a lomo.
Que tan pronto como se le informase del desembarco, el coronel del regimiento de Infantería de “Cuba” partiría de Santiago con siete compañías de Infantería (cinco en Holguín y dos en Bayamo) y el piquete de Caballería de Bayamo para incorporarse a la columna del brigadier Herrera.
Lugares donde se hallaban las unidades citadas por el capitán general en su orden del 4 de mayo de 1850, con objeto de hacer frente a un posible desembarco filibustero en la costa sur de la isla de Cuba. Subrayado en rojo las tres localidades del sur y norte de lam isla en que también podrían desembarcar (Fuente: elaboración propia en un mapa que muestra la situación de las tropas en 1851, del informe del general de la Concha tras su toma de posesión como nuevo capitán general de Cuba. Ref: AGMM, caja 2542, carpeta 19.3, documento 1).
Tres días después, y con objeto de imponer “todo el vigor que requiere la conveniencia del servicio”, el capitán general ofició al comandante general del departamento Oriental, dando conocimiento al brigadier Herrera, para que, tan pronto se verificase la prevista invasión de Narciso López, dejase las puntos fuertes de la ciudad de Santiago de Cuba con sus actuales destacamentos, reuniese todas las fuerzas del departamento, ya citadas en la orden anterior, se dirigiera con ellas al departamento del Centro y, como oficial más antiguo, tomara el mando de todas las fuerzas , haciendo suyas las órdenes dadas al brigadier Herrera[04].
El gobierno contestó al capitán general confirmando la información dada, que ya conocía por sus fuentes de información propias; añadió que había enviado una enérgica protesta al gobierno norteamericano en Washington a fin de que éste impidiese los preparativos de la invasión, al tiempo que ordenaba al capitán general que estudiase el posible envío de la fuerza marítima a Chagres para averiguar la certeza de los planes y armamentos reunidos, llegando incluso a exigir de las autoridades que desbandase el grupo de aventureros, invocando la pertinente neutralidad a la que le obliga el derecho; en caso de negativa de las autoridades de Chagres, “las fuerzas navales de S.M. se conducirán como las circunstancias exijan para llenar debidamente su misión y dejar bien puesto el pabellón nacional”[05].
El 14 de mayo el cónsul español en Nueva Orleans envió una comunicación al capitán general de Cuba informándole que en breve partirían de ese puerto un vapor y un buque de vela con gente que sospechaba irían a invadir algún punto de la costa de la isla. El comandante general de Marina del Apostadero de la Habana, general Francisco Armero, confirmó la noticia, pues ese mismo día recibió un aviso de que en Cayo Contoy se encontraba fondeado un barco con 250 individuos armados a bordo con objeto embarcar en un buque de vela y en un vapor para invadir Cuba.
Ordenado partir por el capitán general, el general Armero zarpó con el vapor “Pizarro” al anochecer del 16 de mayo hacia aquel punto. En el trayecto encontró un buque mercante español que le confirmó que, en efecto, en Cayo Contoy se encontraban el bergantín barca “Susan Loud” y el bergantín goleta “Giorgina Lemcombelle”, ambos mercantes, y que días antes ya habían embarcado la gente armada que llevaban a bordo a un vapor que llegó a esas aguas. Al llegar a Cayo Contoy, el general Armero apresó los dos buques allí fondeados, arrestando a medio centenar de hombres que no llegaron embarcar para la invasión. Trasladó a los prisioneros al “Pizarro” y posteriormente los transbordó al navío “Soberano”, para que se dirigiese con ellos a la Habana para la formación de la correspondiente causa, mientras que el bergantín de guerra “Habanero” escoltaba a la Habana los dos buques mercantes capturados[07].
El 15 de mayo, el traidor Nicolás López había zarpado con sus hombres rumbo a Cuba, escapando de los buques españoles en el vapor “Creole”. Su plan era desembarcar en Cárdenas, en la costa norte de la isla, con intención de apoderarse de ella y marchar a continuación en ferrocarril para sorprender Matanzas, distante tan solo 47 kilómetros de Cárdenas por la costa. Si la intentona tenía éxito, el plan contemplaba que una fuerza de entre 8.000 y 10.000 hombres zarparían de Nueva Orleans y de otros puertos norteamericanos como refuerzo de la invasión.
Tras varios días de navegación, Narciso López y su variada tropa desembarcaron con gran sigilo en Cárdenas en la madrugada del 19 de mayo. Capital de la jurisdicción de su mismo nombre, la villa de San Juan de Dios de Cárdenas fue fundada en 1828 sobre la línea de costa en una agradable bahía situada a unos 150 kilómetros al este de la Habana, con objeto de fomentar el comercio de cabotaje y abrir una salida a los productos agrícola de la zona. En 1838 se construyó un ferrocarril que lo unía unos 30 kilómetros con la localidad de Bemba, actual Jovellanos, cruzando el interior del territorio, salpicado de ricas fincas. En 1843 se declaró cabecera de un gobernador y al año siguiente se estableció una aduana para el comercio extranjero. La planta de la ciudad era cuadrangular, con una treintena de calles rectas y varias plazas
[07].
Sobre las 03:30 horas el teniente gobernador de la ciudad, comandante de Caballería teniente coronel graduado don Florencio Ceruti, fue avisado por un sereno de que en el muelle del puerto había trasiego de hombres corriendo armados con sables[08]. El teniente coronel marchó inmediatamente a la cárcel para poner su guardia sobre las armas, que quedó al mando del sargento 2º Tomás Chamochín; este individuo se distinguiría posteriormente en la defensa de la cárcel. A continuación se dirigió al cuartel de Infantería, colindante con la cárcel, donde reunió a la cuarentena de soldados de la primera compañía incompleta del regimiento de Infantería “León” que allí había y con ellos marchó corriendo hacia la plaza de la localidad.
Antes de llegar a la plaza oyó unos disparos procedentes de la cárcel, por lo que Ceruti dedujo que estaba siendo atacada. Sin saber si el enemigo había profundizado o no en el pueblo, dividió sus fuerzas en dos. Quedándose él al mando de un grupo envió el segundo, formado por 16 soldados al mando del subteniente Matias Aguado, a reconocer el estado de la calle Real y los almacenes del muelle. Apenas se había separado este grupo unos veinte pasos cuando una descarga de fusilería cayó sobre ellos, haciendo que los soldados que lo componían se dispersasen a derecha e izquierda en busca de refugio, para, acto seguido desplegar en guerrilla y disparar sobre el enemigo, que contestaba con descargas cerradas. Al ver su apurada situación, el subteniente Aguado ordenó el repliegue de su fuerza hacia el cuartel, creyendo que allí encontraría al resto de la compañía. Desde allí resistió diversos ataques de los rebeldes mientras asistía a distancia al asedio de la casa del teniente gobernador.
Tras la descarga sobre la fuerza del subteniente Aguado, el teniente coronel Ceruti quedó al frente de una veintena de hombres, atacado por una gran fuerza cuyo número no podía apreciar por la oscuridad de la noche, pero que llegó estimar en unos 500 hombres de diversas nacionalidades. En vez de retirarse, lo que habría sido bastante difícil de realizar debido a la proximidad del enemigo, decidió dirigirse al edificio de su residencia como gobernador, único edificio cercano abierto a esas horas, y resistir en él mientras daba tiempo a la llegada de un socorro desde Matanzas, distante unos 50 kilómetros, y a los vecinos a que trataran de oponerse a los invasores. Ceruti entró en la casa seguido muy de cerca por los rebeldes, quienes intentaron el asalto en cuatro ocasiones, siendo en todas ellas rechazados.
Mientras la tropa de López se enseñoreaba del pueblo y tiroteaba el cuartel donde el subteniente Aguado se hizo fuerte, los invasores decidieron prender fuego al edificio donde resistía el gobernador. Al ser de madera, el frente que daba a la calle Real prendió enseguida y quedó reducido a cenizas, por lo que el teniente coronel Ceruti ordenó abrir un boquete en la pared y entrar en la casa vecina para continuar la resistencia desde allí. Su intención era abrirse paso abriendo boquetes en las paredes de las casas, pero, para su desgracia, la pared que lindaba con la tercera casa era una maestra, y las bayonetas no pudieron hacer mella en ella. Rodeados de enemigos, sin munición tras toda una noche de combate y disparos, y a punto de perecer por las llamas del incendio, el teniente coronel envió al capitán Manuel Segura a pactar la capitulación.
La capitulación se verificó sobre las 08:30 horas de la mañana. Los filibusteros no cumplieron la cláusula de dejar salir a los rendidos con armas y honores de guerra; hicieron prisioneros a los españoles y les condujeron esa misma mañana a la cárcel de la localidad, donde un yanqui, un sargento norteamericano alistado como mercenario que se complacía en amenazarles con su fusil, disparó por la espalda sobre el teniente coronel, pasando la bala un poco alta y a poca distancia el lado izquierdo de su cabeza. Por la tarde, se les trasladó a un vapor que estaba anclado en el puerto, mientras que oían a lo lejos los disparos de una columna española que no supieron identificar que entraba en la población por el otro lado.
Al ver que las llamas devoraban la casa del gobernador y que se realizaba la capitulación de éste y sus fuerzas, el subteniente Aguado comprendió que el cuartel donde resistía se convertiría en el siguiente objetivo de los invasores, por lo que decidió salir del edificio con los veintiocho soldados del regimiento “León” y un cabo y cuatro lanceros del Rey que resistía en él para establecerse en una posición más segura: la tienda de un tal Capdevila, situada a unos doscientos metros fuera del pueblo, en el Camino Real.
Tras su victoria en la casa del gobernador, los filibusteros de López no atacaron el destacamento del subteniente Aguado: permanecieron en la ciudad perpetrando toda clase de robos e incendios; se incautaron de los fondos de la Hacienda Real y del Gobierno
[09], repartieron proclamas
[10] e incitaron en vano a la población a unirse a ellos sin que nadie les siguiera. Mientras tanto, el subteniente Aguado dio aviso a las autoridades y destacamentos vecinos y encuadró a algunos paisanos armados que se pusieron a sus órdenes. Cuando supo que los rebeldes pretendían usar el ferrocarril para dirigirse a Matanzas, el subteniente Aguado hizo levantar un tramo de vías para impedir su uso por el enemigo. Careciendo de pólvora, el jefe de la Brigada de Bomberos de Cárdenas, teniente Juan Rodríguez, disfrazado de paisano, accedió a la población, se hizo con un barril de pólvora y con las balas de la tienda el subteniente logró municionar a su tropa.
Conocido el desembarco filibustero, las autoridades españolas reaccionaron con rapidez. El mismo día 19 de mayo, el capitán general expidió una alocución a los habitantes de Cuba y un bando declarando la isla en estado de sitio. La tranquilidad y el orden no se alteraron y el general Roncali recibió constantes muestras de apoyo y adhesión al gobierno por parte de corporaciones, personas notables y vecinos.
Por esas fechas se encontraba en Cuba en comisión de servicio el teniente general Rafael de Arístegui y Vélez Ladrón de Guevara, II conde de Mirasol. Este general había sido segundo cabo de la isla entre 1838 y 1843, capitán general de Puerto Rico entre 1843 y 1847, y capitán general de Castilla la Nueva entre 1848 y 1850. Ante las noticias que circulaban sobre la posible invasión de Narciso López, el conde de Mirasol se presentó al capitán general para presentarle sus servicios, de forma que el 19 de mayo el general Roncali le nombró Comandante General de Operaciones de los tres departamentos de la isla y puso a su disposición los siguientes efectivos[11], con los que el conde salió de la Habana en dirección a Matanzas:
Al ceder tropas para la columna del conde de Mirasol, el capitán general se quedó en la capital con tal solo dos batallones, que estaban bastante mermados por efectos de la enfermedad del cólera. Temiendo que alguna otra expedición filibustera de aventureros desembarcara en algún punto de del departamento d Occidente, procedió al alistamiento de voluntarios cubanos y peninsulares para mantener el orden en la ciudad, “vigilar la disciplina de la gente de color y auxiliar las providencias de la autoridad.” Los presentados fueron tantos que pudo formar cuatro batallones, que puso a las órdenes del conde de Fernandina, grande de España, como coronel, distribuyéndoles armas de los Reales Almacenes. Los batallones se mantuvieron organizados y armados durante varias semanas hasta que cesó el peligro[12].
Desde Limonar, cabeza de partido de Guamacaro, localidad situada a unos 45 kilómetros, marchaba a toda velocidad hacia Cárdenas una fuerza formada por una treintena de paisanos armados al mando del capitán León Fortún, regimiento de Milicias disciplinadas de Caballería de Matanzas.
Por su parte, el gobernador militar de Matanzas, brigadier José Falguera, aprestó a los 300 soldados del batallón del regimiento de Infantería “León” número 4[13] y, tras entregar el mando de la plaza al brigadier Antonio García Oña, partió en ferrocarril hasta la localidad de Coliseo, situada en el camino del interior a unos 32 kilómetros de Matanzas, para desde allí dirigirse a pie a marchas forzadas por un “muy mal camino” hasta Cárdenas, distante 18 kilómetros. Convocado previamente por Falguera, durante la marcha desde Coliseo se le unió el escuadrón de Lanceros del Rey acantonado en Corral-falso al mando del capitán graduado de milicias de Caballería Antonio Paniagua, acompañado de un grupo de leales campesinos que se prestaron a luchar contra los invasores, a quienes el brigadier despidió a sus casas con encargo de defenderlas si llegaba el caso tras darles las gracias de forma vehemente y emocionada.
En la tienda de Capdevila, varios paisanos armados se habían unido a las fuerzas del subteniente Aguado. También lo hizo el teniente del regimiento de “Nápoles” José Buesa, que se encontraba en Cárdenas convaleciente de una enfermedad, y los soldados Miguel de la Cal y Francisco Rubio que, hechos prisioneros en los combates de la mañana lograron escapar. Sobre las 17:00 horas se unieron también 17 jinetes de Lanceros del Rey al mando del alférez José Morales. Los oficiales conferenciaron entre ellos y decidieron atacar al enemigo de inmediato. Dejando de guarnición en la tienda a un oficial, un cabo, cuatro soldados y varios paisanos, la infantería salió al mando del subteniente Aguado y del teniente Buesa y avanzó hacia la ciudad protegida por los jinetes del alférez Morales, que con él sumaban 22 lanceros.
Al ser descubiertos los españoles en su avance, los invasores mercenarios abrieron fuego en la calle Real y otras calles aledañas. Sin dudarlo un instante, los lanceros cargaron de inmediato sobre ellos: el alférez José Morales fue protagonista de una memorable carga en la que cayeron muertos y heridos la mitad de su fuerza, de manera que por ello fue propuesto para la cruz de la real y militar orden de san Fernando, 2ª clase. Los lanceros cargaron con ferocidad, secundados por los infantes que les seguían avanzando sin parar, desordenaron al enemigo, lo empujaron hasta el muelle y les obligaron a reembarcar. El sargento 2º de Lanceros Antonio Criado “se batió bizarramente secundando el arrojo de su oficial, no retirándose hasta que huyó el enemigo a pesar de haber sido herido desde el principio de la lucha”. Estos eran los disparos que el gobernador Ceruti había oído mientras le trasladaban prisionero al vapor "Creole". En estos momentos llegó a la ciudad el capitán Fortún, que se unió a la lucha con sus valientes paisanos, contribuyendo a la victoria con su energía y valor. En todo momento el subteniente Matías Aguado dio muestras de una gran capacidad de juicio, sangre fría, inteligencia, aplomo y denuedo, con los que supo resistir, atacar y vencer al adversario. Los invasores mercenarios reembarcaron sobre las 18:30 horas y abandonaron el puerto sobre las 21:00 horas.
Como llegaba la noche, la fuerza española se retiró a una casa que había sido designada punto de reunión. Allí el subteniente Aguado se puso a las órdenes del capitán Fortún y de inmediato restablecieron el orden en la ciudad y evitaron la propagación de un incendio en la ciudad. A las 02:00 horas de la madrugada del 20 de mayo llegó a Cárdenas la columna del brigadier Falguera, encontrando la ciudad en completo orden.
Viendo que no se le unía ningún patriota cubano como él creía, abandonado de ellos y engañado él mismo por su propia propaganda, Narciso López puso rumbo de regreso a Estados Unidos sobre las 08:00 horas del 20 de mayo. Metió en una lancha de pescadores al gobernador Ceruti y demás prisioneros españoles y los dejó en la costa a una distancia de unos veinte o veinticinco kilómetros de Cárdenas.
El general Roncali mandó al vapor "Pizarro" con el general Armero en persecución del "Creole"; lo encontró en aguas de Cayo Hueso, pero el poco calado del "Creole" le permitió pasar entre los arrecifes e impidió al español su apresamiento. López desembarcó a sus mercenarios, que se pusieron a disposición de la autoridad territorial norteamericana. El general Armero protestó ante tal autoridad, quien le contestó que informaría de su protesta a su gobierno para que se juzgase a los mercenarios como piratas. Con esta respuesta el general Armero regresó a la Habana, desde donde el capitán general informó de lo sucedido al ministro plenipotenciario español en Washington[14].
Informado de la retirada de los invasores por el capitán general, y existiendo riesgo de que, por el rumbo que llevaban, pudieran desembarcar de nuevo 150 kilómetros al este en Sagua la Grande, el conde de Mirasol regresó a la Habana; allí subió las tropas de Infantería en un tren que les llevó hasta Cárdenas, donde atravesó la bahía en unas goletas y continuó su avance a marchas forzadas, recorriendo hasta 50 kilómetros al día, con intención de situarse al noreste de Villaclara con las tropas que llevaba y con la Caballería que al efecto marchaba por el campo, y hacer frente a una posible invasión procedente de Sagua la Grande y de San Juan de los Remedios. Pero tras confirmarse el final de los invasores en Cayo Hueso y la desaparición del peligro, el día 23 de mayo recibió la orden del capitán general de regresar a la Habana[15].
El general Roncali mantuvo el estado de sitio en toda la isla hasta el mes de septiembre, que lo levantó[16].
Durante la segunda invasión de Narciso López los españoles sufrieron nueve muertos, cuatro infantes y cinco lanceros, así como siete caballos [17]:
Los españoles también sufrieron trece heridos, siete infantes y seis lanceros, así como dos paisanos y cuatro caballos.
Los mercenarios de López sufrieron doce muertos vistos, y algunos otros escondidos en el vapor, y unos cuarenta heridos, entre los que se encontraron el coronel norteamericano White, un tal coronel González y el ayudante de López, un tal Hernández; cuatro rebeldes fueron hechos prisioneros y fusilados; un quinto se entregó.
La expedición le costó 38.000 pesos a López.
El descaro de los norteamericanos llegó al extremo de enviar unos buques de guerra a la Habana para exigir la devolución de los barcos apresados en Yucatán, pero se retiraron ante la firmeza del general Roncali y del gran numero de paisanos cubanos que reclamaban armas para formar una “milicia voluntaria de nobles vecinos” en defensa de la isla. Los tripulantes de los barcos apresados fueron juzgados y condenados, casi todos norteamericanos, pero el gobierno español les indultó como muestra de generosidad.
El 31 de mayo de 1850 el capitán general repartió las siguientes condecoraciones y gracias a los participantes en las acciones del 19 de mayo [18]:
Además, el capitán general concedió las siguientes condecoraciones:
Al presidiario José Polo, que se presentó al subteniente Aguado en la tienda de Capdevilla para participar en la defensa, le indultó la condena.
El gobierno aprobó estos ascensos, condecoraciones y gracias el 27 de julio de 1850
[19].
[01] Anónimo. Causa contra López, op. cit., pág. 37 y 57.
[02] AGMM, caja 2542, carpeta 19.4, documento 3.
[03] AGMM, caja 2542, carpeta 19.4, documento 1.
[04] AGMM, caja 2542, carpeta 19.4, documento 2.
[05] AGMM, caja 2542, carpeta 19.4, documento 4.
[06] AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documento 5.
[07] Pezuela, op. cit., pág. 163.
[08] El relato de los hechos ocurridos en Cárdenas los conocemos por los partes del teniente coronel Florencio Ceruti y del brigadier José Falguera, dados al capitán general en fecha 21 y 26 de mayo de 1850 respectivamente. AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documentos 2 y 6.
[09] Narciso López se incautó de 1492 pesos del gobernador, y de 1720 pesos de los fondos de obras públicas, a quien entregó el siguiente recibo: “Los 1720 pesos que resultan de esta cuenta pertenecientes al Gobierno despótico después de haberlos sacado a Cuba de la manera que acostumbran los tiranos, los he tomado yo para sostenimiento del Ejército libertador”.
[10] Copia de dos proclamas se conservan en AGMM, caja 2542, carpeta 19.9, documentos 1 y 2.
[11] AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documento 9.
[12] AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documento 8.
[13] El regimiento estaba al mando del coronel Francisco Martínez de Unda, siendo Francisco Nadal su segundo comandante.
[14] Informe del capitán general al Secretario de Estado y Despacho de la Guerra, AGMM, caja 2452, carpeta 19.5, documento 8.
[15] AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documento 10.
[16] AGMM, caja 2542, carpeta 19.8, documento 1.
[17] Los nombres de los soldados muertos y heridos del batallón “Leon” se encuentran en el informe del brigadier Falguera del 26 de mayo de 1850, AGMM, caja 2542, carpeta 19.5, documento 6. Incluye los nombres de 27 paisanos que concurrieron a la defensa. Los nombres de los 22 lanceros del Rey que participaron en la acción, incluyendo su jefe y los muertos y heridos, se encuentran en AGMM, caja 2542, carpeta 19.7, documento 1.
[18] AGMM, caja 2542, carpeta 19.10, documento 1.
[19] AGMM, caja 2542, carpeta 19.10, documento 3.