José Antonio Aponte Ulabarra era un criollo negro de condición libre, que fue cabo primero del batallón de Marinos, perteneciente a las milicias de la Habana. Durante su permanencia en el ejército realizó servicios en las guarniciones de San Agustín y en otros lugares de la Florida, que entonces pertenecían a la Capitanía General de Cuba. Oficialmente fue despedido del ejército a causa de la edad, pero hay quien afirma que lo fue por suspicacias de su capitán, que sospechaba de su fidelidad a España.



José Antonio Aponte. (Fuente: EcuRed).

Tenía dotes de organizador y prestigio entre la gente de color de la Habana, de donde era originario. A instancias de emigrados de la vecina isla de Santo Domingo, donde aún existía la sublevación de los negros de Haití contra el dominio francés, Aponte se dejó seducir por ideas de rebelión. Reunió en torno suyo unas docenas de hombres de color como él, negros y mestizos de Cuba libres y esclavos, y otros emigrados ilegalmente de los virreinatos españoles y de los nacientes Estados Unidos. También logró sumar a su causa algunos criollos blancos, como el catalán Pedro Huguet, que ya había participado en anteriores conspiraciones.

El plan era levantarse simultáneamente en la Habana y Puerto Príncipe, y en ingenios y cafetales de Remedio, Puerto Príncipe y Bayamo. En la Habana los conspiradores debían incendiar los barrios extramuros de la ciudad, atacar el castillo de Atarés y los cuarteles de Artillería y Dragones y armar a sus partidarios con las armas capturadas. A todos ellos se sumaría la llegada de un barco procedente de Haití con 300 fusiles y municiones a la costa norte de la provincia de Puerto Príncipe.

El levantamiento debía producirse el 6 de enero de 1812, día de Reyes, pero diversas razones obligaron a posponerlo. El 15 de marzo de 1812 los conspiradores del ingenio de Peñas Altas, en la Habana del Este, decidieron no esperar más y se levantaron, incendiando las cañas y las fábricas de la zona; al día siguiente trataron de hacer lo mismo en otro ingenio, el Trinidad, pero fracasaron.

Para combatir la revuelta, los insulares y peninsulares del Camagüey se reunieron y se pusieron al frente de los negros leales de algunas haciendas y desbarataron los planes de los rebeldes en el departamento del Occidente. En el Camagüey estos defensores y hicieron más que las autoridades y pronto los rebeldes fueron prendidos. Entre los organizados para la defensa estaban las ilustres familias de los declarados realistas en 1808, que más tarde se apuntarían al bando independentista.

A finales de marzo los cabecillas estaban apresados y encarcelados. Sometidos a juicio, muchos fueron ejecutados. El 9 de abril (otros dicen que fue el 9 de junio), Aponte fue ahorcado en la Habana en unión de otros ocho cabecillas; sus cabezas fueron cortadas, introducidas en jaulas y expuestas en público. Otros ocho fueron ejecutados en la plaza mayor de Puerto Príncipe; se produjeron veintiun ejecuciones más en Remedios, Bayamo y Holguín. A setenta y tres de los detenidos se les aplicó el castigo de ser azotados en público, y a bastantes de ellos se les envió al presidio de San Agustín de la Florida. La represión de la revuelta de Aponte fue tan ejemplar que no hubo levantamientos de negros en treinta años.