Día 6 de junio. Los británicos se presentan ante la Habana.
Al llegar frente a la Habana, el almirante Pocock se adelantó con trece navíos, dos fragatas, dos bombardas y treinta y seis buques de transporte, dejando en retaguardia seis navíos y el resto de las fragatas al mando del comodoro Augusto Keppel, hermano de lord Albemarle. Muy adelantada la tarde, Pocock llegó a la vista del puerto y se acercó para reconocerlo como a una distancia de dos tiros de cañón del Morro, dejando los barcos a barlovento en prevision de una posible salida de la escuadra española anclada en el interior de la bahía. Pocock Comprobó que se levantaba algo de marejada en las playas por lo que, tras conferenciar con lord Albemarle, pospuso el desembarco de tropas para el día siguiente[01].
El gobernador Portocarrero, avisado de la llegada de los ingleses, ordenó alertar a las tropas y convocar a los milicianos, tras lo cual se dirigió al castillo del Morro acompañado de varios jefes para observar al enemigo. Allí pudo ver la larga línea de barcos enemigos que se extendía ante su vista de derecha a izquierda, amenazando no solo la ciudad sino también desembarcar a ambos flancos de ésta. En un principio, Portocarrero creyó que se trataba de la flota que anualmente partía de Jamaica rumbo a Inglaterra y que siempre se dejaba ver en aquellas aguas, pero pronto se desengañó. Tras considerar la amenaza que se cernía sobre la ciudad y oído el parecer de los miembros de la Junta de Guerra que le acompañaban, Portocarrero regresó a la plaza al mediodía y ordenó poner en completo estado de defensa los castillos del Morro y de la Punta y enviar fuerzas a cubrir los surgideros y las playas existentes a ambos costados de la ciudad[02]:
Ascendió a coronel de milicias, "en nombre del Rey", a los regidores y capitanes de milicias don Luis de Eguiar y don Laureano Chacón,
Reforzó las guarniciones de Bacuranao y Cojimar, situadas al este de la Habana, y envió un cuerpo de unos 3.000 hombres formado por el regimiento de Dragones de Edimburgo, varias compañías de Infantería del ejército regular y de las milicias, toda la Caballería de la plaza y algunos lanceros rurales, al mando del coronel don Carlos Caro, a quien acompañaban el recién ascendido Luis de Eguiar y el teniente coronel Basabé, para defender la costa de Cojimar.
Reforzó la guarnición de la Chorrera, al oeste de la Habana, y envió al lugar otro cuerpo de unos 1.000 hombres formado por tres compañías del regimiento Fijo de la Habana, los dos batallones de Aragón y España, 200 soldados de la Marina al mando del capitán de Fragata don Ignacio Ponte y algunos piquetes, todos al mando del coronel don Alejandro Arroyo.
Puso el resto de la fuerza, a modo de reserva, al mando del capitán de navío don Pedro González de Castejón, cuyo navío, el Conquistador, estaba inmovilizado en la carena.
Simultáneamente, el gobernador Portocarrero envió emisarios al virrey de Méjico, al presidente de la Audiencia de Santo Domingo y a los gobernadores de Yucatán, Panamá y Cartagena de Indias anunciándoles el ataque que sufría. También envió mensajes al gobernador de Santiago de Cuba y otros puntos de la isla para que pusiesen en armas sus milicias y trataran de socorrer la capital; por último, delegó en el capitán de navío Juan Ignacio de Madariaga su autoridad de gobierno y justicia para los demás lugares de la isla y le encomendó la dirección de la defensa y las operaciones exteriores por el oeste de la ciudad, dándole amplias atribuciones para el mando de tropas y milicias, incluidas las fuerzas del coronel Caro y las milicias de los recién ascendidos Aguiar y Chacón[03]. El capitán de navío Madariaga se dirigió al paisanaje y "llamó a las armas, ofreciendo el enorme prest de un peso diario, no solo a los voluntarios del país, sino hasta a los desertores de tropa y a los galeotes huidos que se presentaran a tomarlas". Portocarrero además le nombró un tesorero de campo y contribuyó al esfuerzo de recluta de Madariaga con 98.000 pesos[04].
Los gobernadores de Méjico, Tierra Firme e islas aledañas recibieron la petición de socorros del gobernador Portocarrero, pero no hicieron nada por enviarle tropas, municiones, armas o auxilios; se limitaron a poner en defensa sus territorios y costas. Tan solo el gobernador de Santiago de Cuba envió hombres, armas y munición, como veremos más adelante.
Aquella primera noche, el coronel Caro tomó posiciones con sus fuerzas en la playa de Cogimar y levantó parapetos en ellas, mientras que el ingeniero Calderín que les acompañaba fortificaba el torreón con sus trabajadores.
Día 7 de junio. Desembarco en Cojimar y Bacuranao.
Al amanecer del 7 de junio, una parte de la marinería inglesa fue enviada por el almirante Pocock para fingir un desembarco a unos seis km al oeste de la Habana, en la zona de la Chorrera, con el fin de distraer fuerzas españolas. El almirante dirigió además la flota hacia el oeste a modo de apoyo y engañando a Portocarrero, quien envió rápidamente al capitán de navío Castejón a la Chorrera con la reserva de fuerzas disponibles para oponerse al desembarco inglés. Además, creyendo que el almirante Pocock podría forzar la entrada a la bahía, Portocarrero ordenó colocar una gran cadena reforzada con grandes maderos para cerrar la entrada, y para asegurar el cierre ordenó encadenar en ella los navíos Neptuno, Asia y Europa.
Al mismo tiempo, en el este de la plaza, las corbetas Mercury y Bouetta redujeron a escombros con sus cañones los dos torreones de Cogimar y Bacuranao, mientras que el navío Dragón y otras embarcaciones disparaban con bala rasa y metralla la playa de Cojimar y el monte inmediato a la costa. Ante tal avalancha de fuego, el coronel Caro retiró sus fuerzas hacia el interior.
Los soldados ingleses, a bordo de lanchas de desembarco, esperaban impacientes el momento del saltar a tierra. Sobre las 14:00 horas el comodoro Keppel dio la orden de avance a las lanchas; en la playa de Cogimar desembarcó la primera brigada y la unidad del coronel Carleton, ambas fuerzas al mando de sir George Elliot, al tiempo que en la costa de Bacuranao lo hacía lord Albemarle con la mayor parte del resto de las tropas, para a continuación trasladarse a la playa de Cogimar, donde los ingleses pasaron la noche protegidos por piquetes y guardias avanzadas. Vista la superioridad numérica del enemigo y lo bisoño de sus fuerzas, el coronel Caro se retiró hacia Guanabacoa, en el interior, en dos columnas: una de infantería de línea y 150 dragones de Edimburgo; la otra de milicia y voluntarios.
Día 8 de junio: el primer combate.
Al amanecer del 8 de junio, lord Albemarle ordenó al coronel Carleton que avanzase con su unidad por el bosque hacia Guanabacoa para cortar la retirada al cuerpo español del coronel Caro allí apostado, mientras él avanzaba por la llanura:
"... eran 12.000 hombres de Tropa arreglada, y 4 mil Gastadores, numero sumamente excesivo para ser contenido por 400 que comandaba don Carlos Caro".[05]
El coronel Caro había retirado a su bisoña Infantería de milicias y voluntarios hacia el cerro de la Cabaña, y se había dispuesto para emplear los doscientos lanceros de milicias y cincuenta jinetes veteranos de las antiguas compañías de caballos que estaban al mando del teniente coronel Basabé contra los británicos, manteniendo en reserva los cincuenta dragones de Edimburgo que tenía con montura. Caro observó avanzar a la infantería de lord Albemarle por el llano y lanzó contra ellos la caballería de Basabé, cuyos jinetes cargaron sobre los ingleses con sumo valor y arrojo, mientras los dragones de Edimburgo los apoyaban con disparos efectuados desde un platanar cercano. Pero los británicos cerraron filas y los recibieron con descargas cerradas que mataron a una treintena de jinetes y dispersaron al resto. Los ingleses no tuvieron ninguna baja.
Un súbito aguacero y la carencia de caballería impidió a los ingleses perseguir a los españoles. Tras este breve combate, lord Albemarle se dirigió a Guanabacao, donde entró sin oposición alguna y cuyos habitantes habían abandonado el lugar. Lord Albemarle encontró en esta localidad un centenar de caballos ensillados y con sus arreos dispuestos, concentrados allí por los españoles con vistas a montar con ellos el resto de los dragones de Edimburgo. Los caballos le sirvieron a lord Albemarle para formar un escuadrón de Caballería que puso al mando de un tal capitán Huttie.
Mientras sus fuerzas se retiraban a los montes cercanos a la Habana, el coronel Caro se retiró a la plaza a informar de su encuentro con los británicos. El gobernador Portocarrero y la Junta de Guerra cayeron en la cuenta de que el cerro de la Cabaña sería la clave de la defensa, por lo que Portocarrero, tratando inútilmente de hacer en un día lo que no hizo en año y medio, adoptó las siguientes medidas[06]:
Ordenó al recién ascendido coronel Aguiar que marchaba a la Chorrera y las playas de San Lorenzo con la mitad de las milicias, unos mil paisanos voluntariosos, para reemplazar a al coronel Arroyo y al capitán de navío Castejón, quiene deberían regresar a la plaza.
Envió al coronel Ingeniero en jefe Baltasar Ricaud y al ingeniero Juan Cotilla al cerro de la Cabaña para tratar de construir un segundo reducto y emplazar en él y en el reducta ya construido cinco cañones de a 12 sacados de la maestranza del Arsenal a tal efecto. Los cañones fueron transportados con gran esfuerzo por un destacamento de marineros al mando del teniente de navío Máximo Du Bouchet, que tuvo que improvisar unas balsas para el transporte de las piezas y personal de un lado al otro de la bahía.
Ordenó al capitán de navío Castejón que tomara posiciones con sus fuerzas en el cerro de la Cabaña para defenderlo y cubrir las obras de fortificación que estaban haciéndose en el lugar.
Otra de las medidas sugerida por la Junta de Guerra y adoptada por Portocarrero fue el empleo en la defensa de los oficiales y personal de la Real Armada cuyos buques se encontraban anclados en la Habana. De este modo, Portocarrero reforzó las guarniciones de los castillos del Morro y de la Punta con 400 y 200 marineros rspectivamente, procedentes de los buques no empleados en la defensa e hizo los siguientes nombramientos[07].:
Para el mando del castillo del Morro: capitán de navío Luis Vicente Velasco e Isla (del navío Reina), oficial de reconocido prestigio y acreditado valor y temple, con el capitán de fragata Ignacio de Orbe como su segundo.
Para el mando del castillo de la Punta: capitán de navío Manuel Briceño (del navío San Genaro), con el capitán de fragata Fernando Loxtia como su segundo.
Para el mando de la tropa y las baterías de la muralla interior, desde el astillero hasta la puerta de Tierra: capitán de navío Francisco Garganta (navío Asia), con el capitán de fragata Félix del Corral como su segundo.
Ya hemos dicho que el capitán de navío Juan Ignacio Madariaga (navío Tigre) fue nombrado por el capitán general Portocarrero como gobernador del exterior del plaza y responsable de las operaciones en ese territorio.
Los restantes oficiales subalternos de los buques fueron repartidos por las fortificaciones de la plaza, de forma que en el castillo del Morro hubo nueve oficiales, seis en el castillo de la Punta y ocho en diversos puestos y baterías; hubo además treinta y cuatro oficiales subalternos de la Real Armada encuadrados con la tropa.
Desplegar los navíos Tigre, Aquilón, Infante y Soberano lo más próximo posible a la orilla en la ensenada de Marimelena, para hostigar con sus fuegos a los movimientos británicos entre Guanabacao y el cerro de la Cabaña. Otras buques se desplegaron en la ensenada de Guanabacoa, pero desconocemos sus nombres.
Aquella misma noche lord Albemarle envió al coronel Howe con su unidad (dos batallones de granaderos) para avanzar por el bosque desde Cojimar hacia el castillo del Morro para reconocer el terreno, pero se tropezaron con las fuerzas del capitán de navío Castejón, que les dispararon con fuego de fusilería y cañón y logró rechazarles. Mientras tanto, la flota británica permanecía a sotavento frente a la ciudad, dispuesta a atacar a la escuadra española si ésta saliese del puerto, al tiempo que los navíos Alarm y Richmond eran enviados por el almirante Pocock para reconocer y sondear la costa cercana al castillo de la Punta[08].
Día 9 de junio. Bloqueo de la escuadra española y abandono del cerro de la Cabaña.
No sabemos exactamente cuándo, pues los autores que lo citan no se ponen de acuerdo en las fechas, pero lo cierto es que el 8 ó el 9 de junio el capitán general Portocarrero, en un arranque que no sabemos cómo calificar, ordenó la adopción de dos medidas controvertidas.
La primera consistió en barrenar y hundir los navíos Neptuno, Asia y Europa, que estaban encadenados a la barrera que cerraba el canal de entrada al puerto; con esta medida el gobernador condenó a la escuadra española a no poder salir a combatir a los ingleses en la mar y a seguir la misma suerte que corriera la plaza. Los pertrechos de guerra, pólvora y piezas de artillería de estos buques se llevaron a toda prisa a los diferentes castillos y baluartes que defendían la ciudad. Dice así la "Relación de la acción":
"... la entrada de los Enemigos en Guanabacoa inspiró en los animos de los Gefes que se hallabana, y mandavan en la Plaza la procedente desconfianza de que al dia siguiente atacaría la Esquadra Enemiga los Castillos del Morro, y la Punta y trataría de forzar sue ntrada; y para precaver este lance, y quitar este esdrupulo se echaron a pique los tres Navios de guerra, el Neptuno, Europa y Asia, y cerraron el Puerto con una Cadena de Cables, y tozas (El forzar el Puerto no es conseguible en todos tiempos y mui dificl su execución)"[09].
La segunda medida consistió en ordenar al capitán de navío Castejón que desmontara o clavara los cañones del cerro de la Cabaña que tan trabajosamente se habían trasladado desde el Arenal el día anterior, que destruyera las trincheras donde habían estado emplazadas las piezas, que quemara las obras de madera existentes y que evacuara sus fuerzas del lugar, con objeto de concentrar en la Habana el mayor número de tropas. Esta asombrosa e inexplicable medida dejó el cerro de la Cabaña abandonado a los ingleses, condenando la suerte de la ciudad, y produjo tal estupor e indignación entre los ciudadanos que algunos de ellos comenzaron a hablar abiertamente de traición. Al capitán de navío Castejón se le dio el mando de las tropas y baterías que defendían la puerta de Tierra.
Ese día lord Albemarle comenzó a llevar sus tropas de Guanabacoa para acampar con ellas en el bosque existente entre Cojimar y la fortaleza del Morro, mientras dejaba el pueblo a su segundo, el teniente general Elliot, con una pequeña guarnición. También ese día los navíos Tigre, Aquilón, Infante y Soberano anclaron en la ensenada de Marimelena para batir con sus cañones los movimientos británicos desde Guanabacao hasta el cerro de la Cabaña.
A pesar de todos sus esfuerzos y el dinero ofrecido, el capitán de navío Madariaga no era capaz de encuadrar a los voluntarios en milicias de un único cuerpo, por lo que tuvo que aceptar que operasen por su cuenta en unidades más pequeñas: las compañías de los capitanes Diego Ruiz y Bernardo Díaz; la del alcalde de Guanabacoa, José Antonio Gómez, conocido como Pepe Antonio, y la partida de un tal José Bernet, famoso tirador conocido como El Jerezano. Mientras el coronel Caro trataba de organizar y montar a sus dragones de Edimburgo y los ingleses se proveían de agua en el río de la Chorrera por el oeste y acarraban sus pertrechos de guerra desde Cojimar por el este, estos paisanos voluntarios, organizados en guerrillas, atacaban a los ingleses por su cuenta.
Ese día, 9 de junio, los capitanes Ruiz y Díaz atacaron un destacamento inglés en las cercanías de Guanabacao, matando a más de veinte ingleses y teniendo que retirarse ante la llegaba de refuerzos británicos al lugar; en la refriega murió el capitán Ruiz y algunos milicianos.
Día 10 de junio. Traslado del campamento inglés.
Portocarrero ordenó la salida de la plaza a la población civil que no contribuyera a la defensa de la ciudad; por ello, el 10 de junio una gran muchedumbre de ancianos, mujeres y niños, monjas montadas ”en calesas muy cerradas” y religiosos salió de la ciudad escoltados por una compañía de milicias en dirección a los pueblos de los alrededores; algunos incluso decidieron marchar hasta Santiago de Cuba, distante 870 km.
Portocarrero también mandó abandonar e incendiar las casas de madera y techo de guano de los arrabales de Guadalupe, Salud y Jesús María para que no estorbasen el esfuerzo de la defensa y los fuegos de la Artillería, que ardieron la mañana del 10 de junio en menos de dos horas; se rompieron las acequias alrededor de la ciudad para inundar el terreno circundante, que se volvió un barrizal, con objeto de hacer impracticable el terreno próximo a la muralla, que carecía de foso en muchas partes de su recorrido. Además, ordenó preparar con urgencia varias "Compañías de Milicias con gentes del campo, estudiantes y Morenos, Tropa verdaderamente rústica e inexperta para defender tan importante ventajoso puesto"[10].
Ese día, lord Albemarle, tras reunido y acampado su ejército en los bosques de Cojimar, envió un mensaje al almirante Pocock para informarle que pretendía atacar el cerro de la Cabaña al día siguiente.
Día 11 de junio. Desembarco en la Chorrera y conquista del cerro de la Cabaña.
Sin ningún temor a la escuadra española que estaba encerrada en la bahía de la Habana sin poder salir, el 11 de junio el almirante Pocock organizó un ataque al oeste de la plaza para atraer la atención de la defensa y apoyar así el ataque de lord Albemarle. Los navíos Belleisle y Nottingham se acercaron a la costa al mediodía para cañonear el torreón de la Chorrera; simultáneamente las fragatas Cerberus, Mercury y Bonetta y la goleta Lurcher disparaban contra el bosque costero sobre las tropas milicianas del coronel Aguiar llegadas tres días antes.
El joven ingeniero voluntario Antonio Trevejo, natural de la Habana, había reparado las defensas del torreón y los emplazamientos de las seis piezas de Artillería de a ocho que lo defendían; también había excavado una trinchera en el terreno donde resguardar a los milicianos de Aguiar. El torreón aguantó los fuegos de los navíos enemigos durante dos hozas, tras las cuales las seis piezas quedaron desmontadas y el torreón destruido.
Mientras se realizaba el bombardeo naval sobre la Chorrera, el almirante Pocock desembarcó con un improvisado cuerpo de marineros en Punta Brava, a unos escasos 3,5 km al oeste de la Habana. Poco después, esta cuerpo británico avanzó hasta la loma de San Lorenzo, se atrincheró en ella y levantó un campamento. Días después de apoderó también de la loma de Aróstegui[11]. Por la noche, tres bombardas lanzaron los primeros proyectiles sobre la ciudad de la Habana, protegidas por los navíos Edgar y Stirling Castle y la fragata Echo.
El coronel Aguiar sostuvo la defensa en la Chorrera hasta que se le agotaron las municiones; se retiró hasta la plaza al día siguiente, 12 de junio, tras ocasionar a los ingleses numerosas bajas. Durante su actuación en los combates, los milicianos dieron una gran muestra de su temple, animosidad y disciplina, sin que su estado civil desmereciera para nada su recién adquirido estado militar[12].
Mientras tenía lugar el ataque y desembarco de diversión en el oeste de la Habana, al este de la plaza lord Albemarle lanzaba un ataque contra el cerro de la Cabaña, enviando al coronel Carleton con su unidad de granaderos e infantería ligera desde el campamento inglés del bosque de Cojimar. El cerro no estaba totalmente desocupado, sino que lo guarnecían 300 milicianos a las órdenes del capitán Pedro Morales. El primer asalto de los ingleses fue rechazado por el fuego de fusilería de los milicianos y de los cañones del castillo del Morro, pero su superioridad numérica se impuso y los milicianos tuvieron que retirarse hasta el castillo, dejando el cerro de la Cabaña definitivamente en manos inglesas.
NOTAS:
[01] Si no decimos otra cosa, las noticias del ataque a la Habana las tomaremos de la obra de Pezuela.
[02] Guiteras, op. cit., pág. 153 y 154. Pezuela, op. cit., pág. 19.
[03] Juan Ignacio Madariaga era hermano del gobernador de Santiago de Cuba, Lorenzo de Madariaga, y sería recordado por su victoria sobre los británicos en el combate naval ocasionado por el incidente de las Malvinas (1766-70)
[04] Pezuela, op. cit., pág, 28.
[05] "Relación de la acción de la Escuadra de S.M.B. mandada por el Almirante don Jorge Pocotk, y operaciones del Exército mandado por el Excmo. Sr. Conde de Albermarle, Teniente Gral. y Comandante en Gefe de la Expedición hecha contra la Ciudad de la Havana, y disposiciones que ésta tomó para su defensa desde el 6 de Junio hasta su rendición en 12 de Agosto del Año de 1762". Servicio Histórico Militar, signatura 6.743, 4-1-1-7. Citado por Zapatero en op. cit., pág. 299.
[06] Pezuela, op. cit., pág. 24. Placer en op. cit. nos da cuenta del personal de la Real Armada.
[07] Placer, op. cit. pág. 59-61.
[08] Guiteras, op. cit, pág, 159.
[09] "Relación de la acción...". Zapatero, op. cit., pág. 299.
[10] "Relación de la acción...". Zapatero, op. cit., pág. 300.
[11] Pezuela, op. cit., pág. 32. Después de 1763, en esta loma el ingeniero Agustín Crame levantó el castillo del Príncipe, sobre un proyecto realizado por el Ingeniero director Silvestre Abarca. Durante los siglos XIX y XX la fortaleza se convirtió en cárcel, que fue desactivada en 1974.
[12] Guiteras, op.cit., pág. 161.