Tras dejar al archiduque Carlos en Lisboa, la flota combinada del almirante Rooke, compuesta por 30 buques de guerra británicos y 19 holandeses, puso rumbo a Barcelona para que el príncipe Jorge de Hesse Darmstadt desembarcase al frente de un ejército de invasión, levantara la población catalana y tomara la ciudad de Barcelona para el archiduque. La determinación de atacar Barcelona se tomó por las garantías que daba el príncipe de estar en connivencia con algunos notables de la ciudad, entre ellos el propio veguer (o corregidor).
El príncipe de Hesse-Darmstadt había sido el último virrey de Cataluña nombrado por el difunto rey Carlos I, y militaba en el bando austracista desde que el rey Felipe V le depuso de su cargo y le expulsó de España en abril de 1702.
El 14 de mayo de 1704 la flota pasó junto a Gibraltar, naciendo entonces la idea de poder tomarla al ver la poca fuerza que tenía España en su defensa. El almirante Rooke pasó el estrecho cerca de las fuerzas del conde de Tolosa, Gran Almirante de Francia, que tenía 40 naves en Cádiz y un ejército de cinco mil hombres observando al enemigo. El conde ordenó al señor de Coetlongon que sacase las galeras y navíos que pudiese de Marsella y Tolón y las llevase a Barcelona, con instrucciones de no rehusar la batalla si se presentaba la ocasión. El conde de Tolosa zarpó con su flota de Cádiz y, costeando, llegó a Alicante, donde se le unieron seis navíos más. Siguió costeando el levante español y, al no encontrar al enemigo, se dirigió a Mallorca. Mientras, el almirante Rooke navegaba entre las costas de África y Mallorca, esperando vientos favorables para dirigirse contra los franceses. Al saber el conde de Tolosa la disposición de Rooke, celebró un consejo de Guerra donde determinó retirarse a Tolón ante la superioridad numérica de los anglo-holandeses.
La flota ancló frente a Barcelona el 27 de mayo, pero el esperado alzamiento popular, que se había alimentado con la promesa de un ejército de 20.000 hombres al frente del propio archiduque, no se produjo.
El plan consistía en esperar que los habitantes de Barcelona se rebelaran contra el nuevo virrey nombrado por Felipe V, Francisco Antonio de Velasco Tobar y de la Torre, cuando se presentara la flota combinada frente a las costas de la ciudad. Velasco había sido nombrado virrey de Cataluña por Carlos II en 1696, durante la guerra con Francia. Al año siguiente tuvo que defender la ciudad de Barcelona del asedio del ejército francés al mando del duque de Vendôme y de la escuadra francesa del almirante D´Estrées. Finalmente fue derrotado y casi pierde la vida, dejando el cargo de virrey.
Velasco era hijo natural del VIII Condestable de Castilla. Felipe V lo había nombrado capitán general de Extremadura, y poco después virrey de Cataluña para sustituir al príncipe de Hesse-Darmstadt. Juró su cargo el 3 de octubre de 1703. Si bien tenía dotes de buen gobernante, era de modales ásperos, lo que le ganó la enemistad de los catalanes. El veguer de Barcelona, de nombre Lázaro Gelsem, avivaba la llama de la sedición contra el virrey, y celebraba reuniones de donde salían instrucciones hacia los pueblos de los alrededores para levantar la población, llegando sus emisarios hasta la plana de Vich y los límites con los reinos de Aragón y Valencia.
El virrey tenía a su disposición escasas tropas para defender Barcelona: un batallón de Infantería española, otro de Infantería italiana, algunos soldados de un antiguo regimiento de Infantería alemán cuya mayor parte permanecía de guarnición en Menorca, y un regimiento de Caballería de Nápoles desmontado. A ellos se unían tres compañías de caballos del Rey y de Cataluña. Esta fuerza era a todas luces insuficiente para evitar ningún desembarco enemigo. Por ello se reunió con los gremios de la ciudad para sumar hombres a la defensa, con los que formó una "coronela". Además, envío varios eminentes personajes catalanes a los pueblos de la costa, al Vallés, Vic, Urgel y Berga para aplacar los animos en el Principado y para animarlos a defenderse.
El príncipe de Hesse-Darmstadt desembarcó en la desembocadura del río Besós al frente de 1.500 soldados británicos y 400 marineros holandeses, con algunos morteros, pero sin artillería, a cuyas fuerzas se unieron unos 1.000 catalanes armados. Esta fuerza tampoco provocó el alzamiento, pues si bien los conspiradores lograron algunos adeptos, no se atrevieron a empezar la insurrección con las pocas tropas que traía el príncipe de Hesse-Darmstadt.
Los ingleses comenzaron el bombardeo de la ciudad, si bien no con mucha intensidad. El príncipe de Hesse-Darmstadt ya había entrado en tratos con el veguer Gelsem y habían acordado que el segundo día del bombardeo los ingleses atacarían la puerta del Ángel, mientras que un caballero, de nombre Antonio de Paguera y Aimeric y de 24 años de edad, también conocido del príncipe, la tomaría con algunos paisanos desde dentro de la ciudad, mientras el veguer Gelsem distraería la atención organizando tumultos y proclamando a Carlos III. El ataque sería apoyado con un fuerte bombardeo desde el mar. Sin embargo, la conjura fue descubierta tres o cuatro horas antes de su ejecución y los ingleses, que llegaron cerca de la puerta, no escucharon la contraseña convenida que habría de oirse, por lo que se retiraron a la playa.
Los invasores vieron con desaliento que gran cantidad de habitantes de Barcelona se unían a los soldados de la guarnición para la defensa de la ciudad, entre los que se encontraba el propio veguer Gelsem, que fingió fidelidad al virrey para salvar su vida. Ante la evidencia de que los invasores no gozaban del apoyo popular y las noticias de que una flota francesa se acercaba a estas aguas, el almirante Rooke, convencido de la necesidad de se necesitaban más hombres para tomar Barcelona, embarcó las tropas, con gran oposición del príncipe de Hesse-Darmstadt, y zarpó de regreso a Lisboa el 2 de junio, llevándose con él unos cientos de catalanes que habían participado en la conspiración.
Barcelona se había salvado de la invasión, pero los conspiradores siguieron su labor, que se benefició de la pasividad del virrey, que no consideró necesario castigarlos.
FUENTES:
Bacallar Sanna, Vicente. Comentarios de la guerra de España, e historia de su rey Phelipe V el Animoso, desde principio de su reinado hasta la Paz General del año 1725. Dividido en dos tomos. En Génova, por Matheo Garviza. Tomo I (1700-09). 466 páginas. 33,6 MB.
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