Devastador saqueo de la ciudad de Cádiz por los británicos.

En 1596 una gran armada anglo-holandesa al mando del almirante Charles Howard zarpó de Plymouth el 13 de junio y se presentó frente a las murallas de Cádiz el 30 de junio. Estaba formada por 170 barcos, 20 de ellos holandeses, divididos en cuatro escuadras. Además de llevar 6772 marineros ingleses, en ellos iba embarcado una fuerza de desembarco de 6360 soldados y 1000 voluntarios ingleses al mando de Robert Devereux, II conde de Essex; los holandeses llevaban 2000 hombres a bordo.

La ciudad de Cádiz contaba con tan solo unos 6000 habitantes y tenía sus fortificaciones en un estado bastante lamentable, lo cual había sido informado por los ingenieros Tiburcio Spannocchi y Cristóbal de Rojas en su primera visita de inspección a Cádiz y Gibraltar en 1586, por lo que poco pudo hacerse para su defensa.




Defensa de Cádiz contra los ingleses. Pintado por Zurbarán.

En aquel momento en la bahía de Cádiz había una flota de guerra de unas 40 naves, al mando Juan Portocarrero y de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, así como 16 barcos de la flota de la Indias listas para zarpar, sin armamento.

El 29 de junio llegaron noticias del avistamiento de la flota invasora desde Lagos, en el Algarve portugués. Tras avistar a los británicos en Cádiz a las 02:00 horas de la madrugada del 30 de junio, ambas flotas comenzaron un duelo artillero a las 05:00 horas que duró dos horas, al cabo de las cuales la flota española, muy superada en número, se retiró al interior de la bahía de Cádiz tras perder los galeones San Andrés y San Mateo, que fueron capturados, y los San Felipe y Santo Tomás, que fueron incendiados por sus capitanes para evitar su captura tras haber encallado. A mediodía llegó a Cádiz una fuerza de unos 5000 hombres, la mayoría soldados bisoños y mal armados, enviados por el duque de Medina-Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán, desde las localidades vecinas de Vejer, Jerez, Arcos, Medina Sidonia, Puerto Real y Chiclana.

A las 14:00 horas los ingleses desembarcaron una fuerza de 2000 hombres en el Puntal, que desalojó a los españoles de este lugar, salidos a luchar sin mandos. A las 17:00 horas la vanguardia británica tomó la ciudad tras haber encontrado escasa resistencia por los españoles. Mientras, otro cuerpo de su ejército se dirigía a San Fernando, pero fueron frenados por los españoles en el puente de Zuazo, evitando que los británicos lo cruzaran. Para evitar la captura de la flota de Indias, todos sus barcos fueron incendiados, así como otras 16 galeras de la armada.

El 1 de julio el fuerte de San Felipe se rindió. El 3 de julio las autoridades gaditanas pactaron en los invasores la salida de los habitantes de la ciudad, que lograron a cambio de un pago de 120.000 escudos, la liberación de 51 prisioneros ingleses de pasadas campañas y la toma de rehenes entre las autoridades españolas. Los ingleses y holandeses sometieron a Cádiz a un saqueo de iglesias, hospitales y casas, destruyendo la cuarta parte de éstas últimas, aunque parece que respetaron a las personas, incluyendo a las mujeres. Los invasores debatieron quedarse en Cádiz y convertirla en una base avanzada anglo-holandesa contra España, pero el almirante Howard se negó, contrariamente a la opinión de los holandeses. El 14 de julio los invasores incendiaron la ciudad y reembarcaron, saliendo de la bahía de Cádiz en 15 de julio rumbo a Plymouth; al no poder pagar los españoles la cantidad de dinero pactada, se llevaron consigo a los rehenes de la ciudad, que no fueron liberados hasta la muerte de Isabel I en julio de 1603.

La destrucción efectuada en Cádiz fue de tales proporciones que los españoles pensaron en abandonar la ciudad definitivamente y trasladarla al Puerto de Santa María. Al final se decidió su reconstrucción y fortificación, y entre tanto se llevaban a cabo las obras, se ordenó a Francisco de Rojas que realizase las reparaciones más urgentes para mantener la ciudad y su bahía en un estado de mínima defensa.

Cádiz se perdió por la falta de preparación de su defensa: la artillería en mal estado y falta de munición, las tropas mal armadas y peor instruidas, y la falta de un mando único y eficaz que, ante su ausencia, recayó entre el capitán Pedro de Guía y el corregidor Antonio Girón. Como escribió un tal Pedro de Abreu en su "Historia del saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596":

    "... el desorden ha sido, después de la voluntad del Señor, la causa de la perdición de esta ciudad, porque todos eran cabezas a mandar y ninguno había que supiese como pies obedecer, y así se perdió por no tener pies ni cabeza."




  • Juan Carrillo de Albornoz. Abriendo Camino. Historia del Arma de Ingenieros. Tomo I. Madrid, 1997, página 72.
  • Wikipedia.