HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA Batallas y combates |
BATALLA DE SAGRAJAS (23 de octubre de 1086)
Grave derrota de Alfonso VI ante el emperador almorávide Yusuf ibn Tashfin, que supuso el parón de los triunfos castellanos del rey Alfonso VI. Antecedentes La conquista de Toledo en 1085 por el rey Alfonso VI provocó en el mundo islámico un terremoto emocional solo comparable al que provocaría tres siglos y medio más tarde la caída de Constatinopla en 1453. Además, la caida del símbolo de España, situada en una roca inexpugnable del centro de la península, presagiaba el futuro que esperaba al resto de taifas de Al-Andalus, pues parecía quedar claro que los musulmanes españoles eran demasiado débiles para detener los avances cristianos por ellos mismos. En los meses siguientes a la conquista de Toledo el emir de Sevilla, al-Mu´tamid, temía la ofensiva castellana para recuperar las comarcas de Almodovar del Campo y Calatrava sobre el Guadiana, arrebatadas por el sevillano al reino taifa toledano. Por su parte, el emir de Granada, Abd Allah, tuvo que enfrentarse a una fuerza cristiana en Nívar, a tan solo nueve kilómetros de Granada. Otro ejército castellano se estableció en 1086 en Aledo, a 55 kilómetros de Cartagena, entre Murcia y Lorca, llegando con sus razzias y algaradas hasta Almería. El emir de Badajoz tenía sus fronteras amenzadas desde Talavera y Coria. El emir de Zaragoza, al-Mustain, sufrió un ataque castellano en la primavera-verano de 1086, en el que Alfonso VI logró sitiar la ciudad con intención de asegurar el pago de las parias. Por último, en la taifa de Valencia el rey Alfonso VI había entronizado al emir al-Qadir como cliente suyo en febrero de 1086. La ofensiva castellana era aparentemente imparable. Por esta razón, el emir de la taifa de Sevilla, al-Mu´tamid, ya había invitado en 1075 al emperador almoravide Yusuf ibn Tahfin a socorrerles en Al-Andalus, pero el califa había rehusado alegando que antes debían conquistar Tánger y Ceuta. En 1082 el emir sevillano amenazó a Alfonso VI con pedir de nuevo el auxilio almorávide, con ocasión del ataque castellano a Sevilla. El rey Alfonso no se tomó en serio la amenaza, pues sabía del puritanismo de los almorávides y del riesgo que corrían las taifas andaluzas de ser disueltas e incorporadas al imperio almorávide si el emperador desembarcaba en España. No obstante, en esta ocasión al-Mu´tamid se decidió finalmente por pedir auxilio al emperador almorávide con estas palabras: "... si pido ayuda a Yusuf ibn Tashfin obro bien a los ojos de Dios, mientras que si confío en Alfonso no hay duda de que incurro en la ira divina ... No quiero que la posteridad me acuse de haber causado que Andalucía se convierta en presa de los infieles; y si tengo que elgir, prefiero ser camellero en Africa que porquerizo en Castilla." Junto a los emires de las taifas de Granada y Badajoz, al-Mu´tamid invitó al emperador almorávide a pasar a la península con un ejército. Le solicitó como condición que esperase aún treinta días antes de tomar Algeciras, que convertiría en la base de operaciones del ejército, y que les dejaría conservar sus reinos. El emperador Yusuf era por entonces un anciano de 75 años, sumamente austero y piadoso. Aceptó el trato propuesto por los musumanes españoles, pero receló de que en el plazo de los treinta días pactados el emir sevillano entrase en tratos con el rey Alfonso VI, por lo que tomó enseguida el puerto y ciudad de Algeciras con quinientos caballeros el 30 de junio de 1086. Cinco días más tarde, el 3 de julio, desembarcó el propio emperador y tras él en los días sucesivos su numeroso ejército norteafricano. A los pocos días se le unieron los emires de Sevilla, Granada, Málaga y Badajoz. Acto seguido el ejército combinado hispano-magrebí partió de Badajoz en dirección a Toledo. La batalla de Sagrajas El rey Alfonso se encontrada asediando Zaragoza cuando ocurrió el desembarco magrebí. Desde allí marchó con su ejército en dirección sur, reforzado con tropas aragonesas y francesas al mando del infante Pedro, hijo de Sancho Ramírez de Aragón, y de la mesnada castellana desplazada a Valencia al mando de Alvar Fáñez. Ambos ejércitos se encontraron en el campo de al-Zallaka, denominado Sagrajas por los cristianos, situada a unos ocho kilómetros al noroeste de Badajoz. Durante tres días se mantuvieron acampados frente a frente en las orillas opuestas del rio Guerrero. El 23 de octubre Alvar Fáñez atacó la vanguardia del ejército enemigo, formada por los emires andaluces. Todos huyeron al-Mu´tamid, quien recibió seis heridas en los combates. El califa contemplaba la matanza de los andaluces en huida a manos de las tropas de castellanas diciendo: "¿Qué más me da que mueran ésos? Todos son nuestros enemigos." A continuación, el grueso de las tropas cristianas, a las órdenes del rey Alfonso VI, atacó y rompió el frente de los almorávides. Ante esta situación, el emperador Yusuf ordenó a Sîr ibn Abî Bakr, caudillo lamtuní, que reforzara el frente con las cabilas marroquíes y ayudara a al-Mu´tamid, mientras él personalmente daba un rodeo al frente de los regimiento saharianos para atacar el campamento cristiano por detrás. Cogido entre dos fuegos, el rey Alfonso se enfrentó a Yusuf mientras que Alvar Fáñez hacía lo propio con Sîr. Ante el nuevo cariz de la lucha, los andaluces que habían huido a Badajoz regresaron a la lucha, de forma que asistieron a la derrota de las tropas de Alvar Fáñez. Por su parte, la guardia personal del emperador Yusuf, compuesta de 4.000 negros con espadas indias y escudos de piel de hipopótamo, se lanzó al ataque y se abrió paso hasta la posición que ocupaba el rey Alfonso. Éste consiguió escapar de la matanza herido en un muslo por una lanzada que le atravesó la lóriga, sangrando profusamente y muerto de sed. Tras cabalgar de noche unos cien kilómetros, logró refugiarse en Coria. En el campo de batallas los cristianos fueron decapitados y sus cabezas acumuladas en montañas, desde lo alto de las cuales los almuédanos llamaban a la oración. Luego las cabezas fueron cargadas en carros que se enviaron a las principales ciudades de Al-Andalus y del Magreb para demostrar la gran victoria obtenida sobre los "idólatras". Consecuencias de la batalla Como consecuencia de ello, los castellanos evacuaron las tierras de Valencia y levantaron el sitio de Zaragoza. Los reyes taifas andaluces dejaron de parar las parias al rey Alfonso VI. La imparable ofensiva castellana se detuvo ante un formidable enemigo exterior, ajeno a la península, y la reconquista sufrió un retraso de unos ciento cincuenta años, durante los cuales los cristianos tuvieron que guerrear penosamente contra los almorávides y los almohades, potencias extranjeras venidas del Magreb. En Sagrajas se habían reunido cinco reyes de taifas bajo la autoridad del emperador almoravide. Esta unidad ponía en grave peligro los avances cristianos, por lo que Alfonso VI no dudó en lanzar una petición de auxilio a la Cristiandad, la primera en cuatro siglos, que encontró amplio eco en los caballeros franceses y que supuso una cruzada, que fracasó estrepitosamente en 1087 ante los muros de Tudela. Pero esa es otra historia ... |