DECLARACIÓN DEL CORONEL D. JOSÉ LÓPEZ POZAS


Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 1.129 lo siguiente:

Al margen: Declaración del coronel D. José López Pozas.

Al centro: En Melilla, a 30 de septiembre de 1921, ante el general de División de octubre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que autoriza, compareció el testigo nombrado al margen, y a quien se advirtió la obligación que tiene de decir verdad y las penas señaladas al reo de falso testimonio; enterado de ellas y después de jurar con arreglo a su clase, fue

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que se llamaba José López Pozas y es coronel jefe de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO por el tiempo que lleva de residencia en el territorio y mando de la Comandancia, dijo que después de haber residido más de cinco años en el territorio en su anterior empleo, en el cargo de jefe del Detall de la Comandancia, vino al mando de ésta en abril de 1919.

PREGUNTADO si la oficialidad cumplía estrictamente sus deberes y la tropa recibía con puntualidad todos los haberes y devengos a que tiene derecho, y si se ha seguido en la Comandancia algún procedimiento por malversación, desfalco, retención de haberes o se formó tribunal de honor por transgresiones de esta índole u otras de orden militar, dijo que la oficialidad ha cumplido siempre estrictamente todos sus deberes, sin que el testigo se viera nunca obligado a llamar la atención de oficial alguno sobre este asunto. No se ha seguido procedimiento de índole que se le pregunta durante el tiempo de su mando.

PREGUNTADO cómo se ejerce dentro de la Comandancia el mando y gobierno de las tropas afectas, dijo que el teniente coronel, como segundo de la Comandancia, por el Reglamento de Obras, estaba encargado del detall, siéndolo el teniente coronel Susana; el teniente corobel don Luis Ugarte concretaba su mando al de las tropas. De los cuatro comandantes, D. Mariano del Pozo era jefe de las dos compañías de Telégrafos y director de comunicaciones y entretenimiento de carreteras; D. Manuel Maciá, mayor de las obras, y los de igual empleo Bengoa y Alzugaray mandaban un grupo de tres compañías de Zapadores, bajo la denominación de comandantes de sectores, dividiendo el territorio ocupado en las zonas de Muluya y Kert. Este mando tenía más bien un carácter territorial, puesto que la movilidad de las tropas y la índole de los trabajos que le estaban encomendados exigían  a veces que pasaran de uno a otro sector, como ocurrió en los últimos tiempos, cuando concentrada la atención de Annual, fueron embebiéndose allí sucesivamente las seis compañías, lo que motivó que los dos comandantes turnaran en el servicio. El carácter territorial de estos dos comandantes lo refleja el hecho de no ser ninguno de ellos plaza montada, por lo que, orgánicamente, las compañías carecían de agrupación superior.

PREGUNTADO si al salir las fuerzas al campo concurría con ellas toda la oficialidad de sus cuadros y no quedaba en la plaza oficial alguno que las integrase, dijo que concurría toda la oficialidad, quedando en la plaza únicamente aquella a quien correspondía por su destino.

PREGUNTADO donde se encontraba al declararse los sucesos de este territorio y qué intervención personal ha tenido en ellos, dijo que al ocurrir los sucesos de Abarrán y enterarse el testigo de que el Comandante general había marchado al frente, como entiende que forma parte de su Cuartel general, marchó hacia allí con otros jefes de la Comandancia, para ponerse a sus órdenes; le dió alcance en Izumar, adonde se llegaba en automóvil, y alcanzándole cuando iba a montar a caballo para proseguir a Annual, mandándole el general que quedara a las órdenes del general Navarro, con quien marchó a Dríus, no acompañando al Comandante general más que el comandante Alzugaray, a quien correspondía estar allí como jefe de sector. Cuando ocurrieron los sucesos culminantes de la zona y marchó el Comandante general a Annual, procuró enterarse el testigo de si había de ir con él, y resultó que no, adquiriendo el convencimiento de que el general deseaba que sólo le acompañaran contadas personas de sus inmediatas órdenes.

PREGUNTADO qué criterio presidía la elección de posiciones y las condiciones que en términos generales reuniesen éstas, dijo que generalmente la determinación de las posiciones ebedecía a razones políticas más que de índole militar, siendo la Policía la que aconsejaba su emplazamiento, y en muchos de los casos determinaba su precisa situación, y dentro de estos obligados factores procuraban las tropas de Ingenieros acomodar las posiciones a las posibles condiciones defensivas. Así ocurrió con las posiciones de Annual, Yebel Udea y Mehallast, que fueron las posiciones ocupadas en los límites de Beni-Ulixech, con el exclusivo fin de incorporar esta cabila al territorio sometido, aproximándonos a Alhucemas, sin reparar en las dificultades naturales del terreno, y, consiguientemente, en lo precario y peligroso de las comunicaciones, y que una vez atravesado se encontraba la difícil barrera de los montes de Tensaman, separándonos de la cuenca del Nekor. Intrínsicamente consideradas, las posiciones estaban lo suficientemente defendidas contra el enemigo que hasta entonces las pudiera atacar, consistiendo su debilidad mayor en el alejamiento y dificultad de la aguada de casi todas ellas. Carecían las posiciones de aljibes, que no era conveniente construir, porque no existían edificaciones en ellas con cubiertas que pudieran recoger las aguas en condiciones de limpieza, y no era conveniente recibir las procedentes del suelo.

PREGUNTADO por las condiciones que en particular tuviese la posición de Annual, dijo que militarmente consideradas eran malas, pues en su principio se podía llegar a las alambradas en algunos puntos en ángulo muerto; luego se mejoró, completando sus defensas, lo que exigía mayores contingentes para efectuarla; y como situación, se encontraba retrasada con respecto al valle de Uad el Kebir a Ameant, que no dominaba, pues la posición que hubiera sido más conveniente hubiese sido Dar Buimeyan, que descubre dicho valle y situada a dos kilómetros más avanzada. Por referencias conoce que el mismo general Silvestre apreció en un principio las dificultades que se le presentaban por haber elegido esa dirección, que calificaba de "callejón sin salida", faltándole, sin embargo, la decisión necesaria para rectificarla, tal vez confiado en que su energía y condiciones militares le permitirían, ayudado por la buena voluntad de todos, superar todas las dificultades.

PREGUNTADO por el conocimiento que tenga y el juicio que haya formado de la actuación de su fuerza en los pasados sucesos, pérdidas que haya sufrido y resto que se haya salvado, dijo que el comportamiento de sus fuerzas, según sus noticias y partes recibidos, ha sido completamente satisfactorio, llegando al sacrificio, puesto que las fuerzas de la Comandancia están deshechas, habiendo perdido toda su oficialidad y la mayor parte de la tropa, pues sólo se han salvado los que estaban por su misión en la plaza y los que por prescripción médica fueron evacuados a Dríus y pudieron llegar en los camiones. 

La tercera compañía, en la posición B, tuvo que aguantar el choque del núcleo de la harka, que intentaba cortar la retirada de los de Annual hacia Ben-Tieb, y esa compañía, cuando llegó a Dríus, tenía setenta y tantas bajas, de los 100 individuos con que formaría.

El capitán Arenas, después de haber organizado la defensa de Tistutin, en donde se sostuvo varios días, al pasar por allí las fuerzas del general Navarro de retirada, reunió a los residuos de los de Ingenieros, formando con ellos un núcleo, cuyo mando tomó, para cubrir, a solicitud propia, la extrema retaguardia de la retirada, y en este cometido, un kilómetro antes de llegar a Monte Arruí, tuvo glorioso fin, siendo muerto por el enemigo. Este capitán se encontraba en la plaza como encargado de la red, y el día 23 de julio marchó con el teniente coronel Ugarte, en automóvil, en dirección a Dríus, no pudiendo pasar de Batel, donde encontró un escuadrón de Alcántara, que venía en vanguardia de la retirada; los camiones que allí había, al conocer que no podían continuar a Dríus, por las noticias que el escuadrón les diera, recibieron orden del comandante Mulero, encargado de este servicio, de regresar a la plaza, y siguiendo su movimiento regresó también el automóvil que había llevado a Batel a Ugarte y a Arenas, por lo que ambos tuvieron que montar en caballos que les tenían prevenidos, dirigiéndose a Monte Arruí. En el camino encontraron a un sargento de Infantería herido en una pierna y al cual no conocían; Arenas le cedió su caballo y él se volvió a Tistutin, donde realizó los hechos que se dejan reseñados. El testigo tiene en su poder una carta del capitán Aguirre, que está prisionero en Alhucemas, en la que se hace referencia a la conducta del referido oficial.

El señor general instructor requiere al testigo para que se presente en este Juzgado copia de ella, y ofrece hacerlo así. 

Debe hacer constar que el capitán de la tercera compañía que resistió en la posición B era D. Agustín García Andújar, que luego se encontró en Monte Arruí hasta su evacuación, ignorando la suerte que haya corrido. 

El mismo día 23 o la víspera llegaron de la Península para incorporarse a la Comandancia el capitán Eguía y los tenientes D. Aurelio Martínez Fernández y D. José Parera Forero, ambos de la escala activa; el testigo les mandó marchar a Dríus para reunirse a sus compañías, haciéndolo así el día 23, venciendo todas las dificultades del camino, y sin que se sepa la suerte que hayan corrido después de la evacuación de Monte Arruí. 

También debe considerar que en la confusión producida en las fuerzas de Igueriben al entrar en Monte Arruí, por el duro ataque del enemigo, en el que murió el capitán Arenas, el alférez Cortés, que con él venía, continuó al frente de un grupo de Ingenieros hasta Zeluán, en cuya Alcazaba se encerró, contribuyendo de una manera muy distinguida en su defensa.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que no.

El señor general instructor dió por terminada esta declaración, que leí yo mismo al testigo, por haber renunciado a su derecho a hacerlo, el cual se ratificó en su contenido, en descargo del juramento prestado, firmándola con el señor general instructor, de lo que certifico.

José López Pozas. (Rubricado.)
Juan Picasso. (Rubricado.)
Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)

Y para que conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor consejero instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.-

Angel Ruiz de la Fuente.
V° B°: Ayala.