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DECLARACIÓN DEL CAPITÁN D. JULIO FORTEA GARCÍA Archivo Histórico Nacional. Tribunal Supremo. Reservado. Expediente 50.3. 3ª Pieza del expediente Picasso. Folio 467 a 473. Al margen: Declaración del testigo, capitán D. Julio Fortea García. Al centro: En Melilla, a 30 de agosto de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, compareció el testigo anotado al margen, a quien se advirtió la obligación de decir verdad y las penas señaladas al reo de falso testimonio; enterado de las cuales, y después de prestar juramento según su clase, fué: PREGUNTADO por las generales de la ley. Dijo llamarse D. Julio Fortea García, ser capitán de Infantería, con destino en las tropas de Policía Indígena, mayor de edad y estado casado. PREGUNTADO por el tiempo que lleva sirviendo en dichas tropas de Policía y en qué mía y territorio ejercía el mando, dijo fué destinado a estas tropas en el mes de junio último, incorporándose a la 13° mía, que cubre el territorio de Beni-Ulixech, antes de que se publicara su destino, por orden del Comandante General y en atención a haber muerto el capitán Huelva, que mandaba aquella unidad. El testigo se encargó de la mía el 3 de junio, saliendo de la plaza el 2, cuya noche pernoctó en Dríus. PREGUNTADO por el concepto que tenga del espíritu de estas fuerzas de Policía, su lealtad e integridad en el ejercicio de sus funciones y si sus relaciones con los moradores eran justas, sin ejercer violencia sobre la población, dijo que durante el tiempo de su mando formó buen concepto de aquella tropa, pues aunque había sido creada hacía unos cinco meses con gentes procedentes de las demás y con indígenas det territorio que ocupaba, hallándose en periodo de reorganización, prestaba un duro servicio a diario, sin tener tiempo de descansar y llegando a agotares muschos de sus hombres y, sin embargo, se mantenía en buen espíritu. El servicio que prestaba era el vigilar al enemigo que pudiera llegar de Tizzi-Azza por el Tauarda, lomas de Udsea y "posición B"; para él llevaba sus tropas a pie, salvo catorce o diez y seis hombres que iban montados, los cujales salían de su campamento a las cuatro y media y cinco de la mañana y regresaban a él al oscurecer, después de andar, entre ida y vuelta, 28 kilómetros; tenía buen concepto de la lealtad de la tropa, la que no ejerció acto de violencia con los moradores, como pudo observar el testigo por tenerlos siempre a la vista y no haber recibido queja alguna de la población. PREGUNTADO a su vez si la tropa recibía buen trato, estaba bien administrada, percibiendo con exactitud cuantos devengos le correspondían, dijo que al encargarse de la mía le dijeron que el capitán anterior llevaba en su maleta la documentación de la unidad y en cartera los fondos de la misma, y que ambas cosas se habían perdido al morir aquel en Abarrán. El testigo preguntó a los soldados por las reclamaciones que tuvieran que hacer, formulándose numerososas sobre haber y vestuario, por existir alguno que tenía pendiente de cobro quincenas de enero, y estar como una mitad de ellos descalzos y con las ropas viejas. Formada relación de estas reclamaciones, se atendió a ellas con los fondos que facilitó el coronel, lo que puso término a aquella anormal situación de la mía, que en 9 de junio quedó regularizada. El pan se recibía troceado, lo que produjo también queja; pero fue reconocido que se debía al envase en caliente y a lo largo del transporte, por lo que, para remediarlo en lo posible, se pedían mayor número de raciones, a fin de que cada individuo recibiese la suya completa. PREGUNTADO por la táctica que se seguía con estas fuerzas en materia de permisos, dijo que en época normal se daba permiso a un cuarto o quinto de las fuerzas, para que, devengando haber, marcharan cuatro o cinco días a sus casas, llevándose un turno para estas concesiones. Los montados podían llevar su caballo, cuyo pienso se les daba. PREGUNTADO por la imposición de multas, así a los askaris como a las cábilas, dijo que respecto a los primeros, era el castigo más eficaz por la condición avariciosa del moro, no imponiéndoselas el testigo superiores a 10 pesetas. Las faltas que daban lugar a su imposición solían ser el retraso en la incorporación después de un permiso, la falta de cartuchos, por lo que se llegó a imponer en algunas mías hasta cinco pesetas por cartucho perdido, como atención muy interesante. Las demás faltas se corregían con recargo en el servicio mecánico. En cuanto a las multas a las cábilas, tenía facultad el capitán para imponerlas hasta 25 pesetas, dando cuenta a sus jefes, y de esta cantidad en adelante requerían la aprobación del jefe, al que se daba cuenta de la falta y se proponía la cuantía de la multa; las faltas que la motivaban eran de orden interior de la cábila, como riñas, desavenencias o no concurrir a una citación de jefe de la mía, etc. De las multas a los askaris se hacía anotación en la lista de pagos y abono a caja al liquidar mensualmente; y de las otras se daba siempre recibo al interesado. PREGUNTADO si la oficialidad estaba constantemente en sus demarcaciones o había permisos regulares o tolerancias en este punto, dijo que en la mía del declarante, por su situación especial, estaba la oficialidad completa, habiendo un oficial que llevaba cinco meses sin apartarse de la posición. Como regla general, no se podía bajar a la plaza sin permiso del jefe, y para concederlos de mayor duración, necesitaban acudir a la Comandancia, es decir, acudían los coroneles. PREGUNTADO por razón de su cargo qué indicios le advirtieran de la situación anormal en el campo y avisos y confidencias que le denunciaran la eventualidad de próximos sucesos, dijo que el 9 de junio, encontrándose en un servicio avanzado en Dar-Buimeyán, donde había tomado el mando de la mía, recibió orden del jefe del sector, comandante Villar, de ser relevado por la segunda mía, esto es por fuerzas de esta unidad, y de marchar con su fuerza a Dar-Buimeyán, donde el comandante le ordenó que con la mía y todos sus elementos marchase a la cabecera para normalizar el estado de la cábila, que parecía estaba en relaciones - así como la de Beni-Said - con las del territorio no ocupado. En el camino fue acompañado por varios notables de Beni-Ulixech, que le manifestaron deseo de que la mía estuviese en la cabecera, para mayor tranquilidad y orden interior de la cábila. Como el declarante no conocía ésta, lo primero que hizo al llegar fue orientarse, averiguando que, en efecto, existían relaciones con la zona no ocupada, y que de ellas habían pasado cartas así a esta cábila como a Beni-Said; y aunque el ambiente era más bien de desconfianza, el testigo lo otribuyó a ser territorio de reciente ocupación, no registrándose, por otra parte, actos de hostilidad y pudiendo comprobarse las sospechas. PREGUNTADO por las prevenciones que adoptara, los avisos que pasase y órdenes que, en consecuencia, hubiese recibido, dijo que de toda noticia daba cuenta a su coronel, que casi siempre estaba en las proximidades, haciéndolo también al Comandante General, al pasar para ir a las posiciones o volver de ellas; con el coronel estaba en comunicación telefónica diaria. A pesar de estos avisos, no recibió ni verbalmente ni por escrito órdenes concretas sobre este particular, como con insistencia las solicitara, habiéndolas pedido de palabra al Comandante General, que le dio facultades amplias para obrar en su mía como aconsejaran las circunstancias. PREGUNTADO
por las primeras manifestaciones de agitación o actos de hostilidad
que observara por parte de las cábilas y causas a que más
fundamentalmente pueda atribuirlas, dijo que había asistido,
cree que el 7 de junio, a la ocupación de Igueriben, que se hizo sin
fuego, y a raíz de la cual, de Buimeyán se trasladó a la cabecera
de su mía, como queda indicado. Que pudo observar que frente a
nuestra línea avanzada, por lo menos en la parte que ocupaba su
mía, existía otra línea de puestos enemigos, situados en alturas
dominantes y algunos a distancias hasta de 700 metros de nuestra
línea, ocupados por guardias de 20 ó 30 hombres, sabiendo, por
confidencias, que el núcleo de la harka enemiga estaba en Amesauro,
y que fue reforzado por contingentes incorporados del 15 al 17 de
julio. Dio cuenta de todo ello al coronel, al jefe de Igueriben y de
las posiciones inmediatas y al Comandante General, que fue a
inspeccionar el servicio, mostrando el testigo desde sus avanzadas
los puestos enemigos. En su cábila no hubo acto alguno de
hostilidad, pues aunqie por confidencias se decía que iban a
realizarse, no se efectuaron hasta el ataque a Igueriben.
PREGUNTADO
a que objeto cree obedecieran las operaciones realizadas sobre
Tensaman, preparación y oportunidad que aconsejara, dijo que
tuvo ocasión de hablar con el Comandante General en Udea y le oyó
su propósito de avanzar para ocupar Tizzi-Aza y que, pidiéndole
parecer, se permitió exponer respetuosamente que no consideraba la
situación propicia para nuevos avances, sino antes, necesitada de
que se consolidara la línea de posiciones de vanguardia, pues en su
sentir era débil el frente, no solo para resistir incursiones del
enemigo, sino aun para asegurar la tranquilidad interior de la
cábila. También le hizo observar que todos los
capitanes de Policía veían mal que se acompañase y saliera al
campo con un tal Chivelli, extranjero sospechoso, que iba y venía al
campo moro y que el testigo consideraba como un arma de dos filos,
por su conducta aventurera. Solicitó del general que se construyera
un blocao en el sitio donde estaba establecido el servicio, con
objeto de vigilar el interior de la cábila, y aunque se le ofreció
hacerlo así, no llegó a realizarse. Estas conversaciones tuvieron
lugar el 24 de junio. El 8 de julio, con ocasión
de haber bajado el declarante a la plaza, a su presentación al
Comandante General, celebró una conferencia con él, en la que le
manifestó la necesidad de establecer el referido blocao, y, al mismo
tiempo, una posición intermedia entre la "B" y Udea,
contestando el general que donde iba a poner la posición era en
Tizzi-Azza; y sobre un plano, en la mesa de su despacho, le estuvo
explicando el plan que pensaba seguir como revancha a lo de Abarrán,
que calificaba como "lección muy dura" que había recibido
del enemigo. Le testigo le indicó si con los
elementos que tenía consideraba estar en condiciones de ir a
Alhucemas, contestando el general que eran sobrados, y que lo que le
faltaba era material y otros elementos que no le mandaban. El
declarante le hizo observar las mayores dificultades de los futuros
avances, por el terreno más accidentado y por la condición del
enemigo, perfectamente preparado, superior a nosotros, y casi todo
él con armamento de "arbaia" (fusil francés Lebel),
entendiendo ser más conveniente no avanzar, esperando a la
disminución de la harka enemiga por agotamiento de los recursos del
país y la necesidad de consagrarse a las faenas agrícolas, momento
que hubiera podido aprovechar para hacer una gestión política que
hubiera dado por resultado el avance. Estas
reflexiones no hicieron variar de propósito al general, quien, antes
bien, le ordenó volviera cuanto antes a su mía, a fin de hacer, a
las órdenes del coronel Morales, un reconocimiento sobre el Tauarda,
que pensaba ocupar, pues su obsesión era - a juicio del testigo - el
avance sobre Alhucemas, contando son su buena suerte y con "no
ser abandonado por su estrella". Cumplió la
orden el testigo, subiendo al campo el día 15 de julio, y
comunicando desde allí con el coronel Morales, que le dijo que el
día 16 le esperase en la carretera. Hízolo así, llegando el
coronel con el moro Ben-Chelat, y revistado el servicio, estuvieron
reconociendo desde Udea todo el campo fronterizo y señalándole los
puestos que tenía el enemigo; al mismo tiempo, el coronel le indicó
que el objeto de la operación era ocupar una posición a seis
kilómetros de vanguardia de Udea, para batir con fuego de
artillería la entrada en Tizzi-Azza; pero como había para ir a ella
que recorrer dicha distancia, constantemente batida por el enemigo,
concentrado a media hora de allí, en Amesauro, y que podía subir
por una loma a espaldas de Igueriben, consideraba la operación en
extremo comprometida, y a mayor abundamiento, preguntó al coronel la
fuerza con que pensaba realizarse; y al manifestarle que únicamente
con las mías 1° y 13°, la reputó de irrealizable por completo,
por lo que hizo presente al coronel la conveniencia de comunicarlo al
general, ante el temor de que sobreviniese un segundo Abarrán,
teniendo, además, las fuerzas indígenas casi agotadas, pues en
general habían sufrido un tercio de bajas en constantes operaciones,
y este empleo continuo determinaba cansancio y los tenía reacios. El
coronel dijo que iba a reconocer la otra parte del terreno, desde
Buhafora, subiendo a Taiudai, a fin de verlo de revés; pero su
opinión respecto de todo ello era idéntica a la del testigo,
considerándose, sin embargo, obligado a secundar las órdenes que
del general recibía. El declarante acompañó al coronel hasta Ben-Tieb,
coincidiendo en apreciar ambos la situación como poco favorable,
pues tenían confidencias de que en cuanto se levantaran las cosechas
harían los moros una incursión en terreno ocupado, que consideraba
como un serio contratiempo para nuestros intereses en él. Cree
el testigo que la harka se hubiese contentado con apoderarse de
Igueriben, pues en sus relaciones con los moros de la zona ocupada,
éstos ponían como condición para sublevarse el que se ocupase una
posición defendida por cristianos. Habiendo
transcurrido tres horas y media, el señor general instructor acordó
suspender esta declaración, que leyó por sí mismo el testigo,
afirmándose en ella, en su descargo del juramento prestado y
firmándola con el señor general instructor, de lo que certifico. Julio
Fortea. (rubricado). Archivo Histórico Nacional. Tribunal Supremo. Reservado. Expediente 51.37. Testimonios deducidos del expediente Picasso. Folios 479 a 485.
Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.
CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 467 lo siguiente:
... transcripción de la declaración...
Y para que
conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor
consejero instructor en Madrid, a 10 de octubre de 1922. Angel
Ruiz de la Fuente.
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