ESTANCIA EN BATEL Y TISTUTIN (24 a 28 de julio)
Pocas noticias tenemos de la estancia de cinco días en las posiciones de Batel y Tistutin, y la mayoría de ellas proceden de fuentes del arma de Ingenieros. Ambas posiciones estuvieron sometidas a tiroteos constantes de parte de los rifeños, quienes mantenían el acoso sin cesar. El general Picasso concluye que los capitanes Arenas y Aguirre, de Ingenieros, tomaron una parte muy activa en la defensa. Ya conocemos a Aguirre, que estaba al mando de la 2ª Compañía de Ingenieros y se hizo cargo de todo el contingente de Ingenieros en Ben Tieb por ser el oficial más antiguo.
El capitán don Félix Arenas Gaspar era el jefe de la Compañía de Telégrafos de la Red Permanente de Melilla. Se encontraba en la plaza cuando se inició la retirada en Annual. Enterado de los acontecimientos, decidió incorporarse al campo acompañando al teniente coronel don Luis Ugarte Sainz, a la sazón jefe de las tropas de la Comandancia de Ingenieros. Ambos llegaron a Batel el 23 de julio por la mañana. En aquellos momentos la comunicación telefónica con Dar Dríus era perfecta, no había noticias de ataques enemigos y nada presagiaba la evacuación del campamento de Dar Dríus, donde el general Navarro estaba reorganizando la fuerza. Fueron testigos de la llegada de las tropas de Caballería e Infantería del Grupo de Regulares de Melilla núm. 2, en correcta formación, en dirección a la plaza por orden del general.
A media mañana tuvieron noticia de que la carretera a Dar Dríus estaba cortada y pronto comprobaron que no podían incorporarse a este campamento, puesto que el jefe rifeños Burrahai interceptaba el paso del Gan con su gente, obligandoles a dar media vuelta hacia Batel con el camiones con los que había salido a incorporarse a la columna, en los que viajaban el teniente coronel y el capitán. Al poco comenzaron a ver las tropas de la columna, desorganizada y sin mando. Ambos oficiales regresaron a Tistutin a caballo, donde quedaron sorprendidos de ver todas las dependencias, el poblado y el campamento totalmente abandonados. Veían llegar a los camiones de heridos, hostilizados por los rifeños. En Tistutin, un sargento de Infantería, tendido en el camino, herido en las piernas, en vano hacía señas hacia los ocupantes de uno de estas camiones para que parasen a recogerlos. En capitán Arenas corrió hacia el herido, lo montó en su caballo y, entregandole las riendas, lo encaminó hacia Monte Arruit. El capitán Arenas se quedó en Tistutín, donde se presentó al general Navarro y se dispuso para la defensa.
La posición de Batel tenía un parapeto de unos 400 metros de perímetro, siendo su dotación:
1ª Compañía Provisional, Rgto. de "Africa" núm. 68: al mando del capitán Adolfo Bermudo Soriano y el teniente Enrique Barceló, con un total de unos 40 hombres.
Destacamento de la 6ª mía, Policía Indígena: al mando del teniente Mariano Pinilla Bermejo, con un total de unos 27 hombres.
Una sección dela Compañía Automóvil de Intendencia: al mando del teniente Nieto.
Se encontraba igualmente en la posición el teniente coronel don José Piqueras Trives, jefe del 1º Batallón del Rgto. "Africa", quien entregó el mando a su coronel, José Jiménez Arroyo, cuando éste llegó a Batel el 23 de julio por la mañana.
Tistutin era el final del trayecto del ferrocarril de Melilla, y depósito de acumulación de Intendencia; su posición tenía una cerca de piedra de menores dimensiones que la de Batel entre la carretera y el ferrocarril, siendo su dotación:
El 24 de julio el enemigo mantenía su actitud hostil y mantuvo en todo momento ambas posiciones incomunicadas. Solo la audacia de unos policías de la Policía Indígena logró ese día comunicar con Tistutin y llevar de vuelta al general Navarro la noticia de los primeros desembarcos de tropas en Melilla y el anuncio de la salida de tres compañías del "Ceriñola" para reforzar la columna. También ese día quedó cortada la línea de ferrocarril con la plaza, puesto que los trenes de Melilla no pueden rebasar Nador. Los civiles y enfermos de Batel y Titustin que no pudieron irse en el tren el día anterior decidieron marcharse por su cuenta en carretas o a pie, siendo tiroteados por los moros apostados en los alrededores.
El 25 de julio se intentó conducir el ganado de Batel hasta el pozo número 2 de Tistutin, distante un kilómetro y medio, para darle allí de beber; no se consiguió debido al incesante fuego de fusilería al que fue sometido el convoy, cuyos policías de escolta tubieron que replegarse. Las dificultades en ambas posiciones comenzaron a agravarse por la escasez de víveres y el agua, si bien había excedente de harina, cebada y bebidas alcohólicas. En Tistutin la falta de agua obligó a extaer agua salobre de un pozo existente en la zona de las Yeserías y mezclarla con vinagre para hacerla potable.
En la noche del 25 al 26 el capitán Arenas realizó varias salidas fuera del parapeto con el propósito de incendiar unos almiares de paja que servían de protección al enemigo, desde donde los rifeños hacían fuego y producían bajas en los defensores del recinto. El capitán Aguirre formó una línea de buenos tiradores para proteger al capitán Arenas, un cabo y al soldado Calixto Arroyo, quienes llevaron bajo el fuego enemigo, de pié, ocho bidones de petroleo que le iba entregando el capitán Aguirre desde el parapeto hasta el almiar, prendiendole fuego a la paja y ocho o diez cadáveres que producían un hedor insoportable. En esta operación el capitán Arenas sufrió una herida grave por quemadura, producida por el combustible empleado. Todo lo confirmó el capitán Aguirre en una carta que envió desde su cautiverio en Alhucemas al capitán Agudo, amigo suyo:
Cito el número X del Memorial de Ingenieros de octubre de 1923, dedicado a la memoria del capitán Aguirre, hecho prisionero en Monte Arruit:
"Arenas, como más caracterizado, tomó el mando, y bajo la dirección de aquel, Aguirre realizó grandes trabajos de defensa con tropas agotadas por las marchas, el continuo combatir y la falta de agua y alimentación; se hicieron traveses de desenfilada, se levantaron parapetos; se practicaron aspilleras; se organizó el racionamiento del agua, se estableció el servicio de comunicaciones heliográficas y se hizo el enterramiento de cadáveres en punto inmediato a la posición, bajo el fuego enemigo.
"El General Navarro llamó a Aguirre para felicitarle a él y al Cuerpo, que a tan gran altura había quedado, excediéndose en el cumplimiento del deber.
"Oportunidad es ésta de relatar la conducta heroica del capitán Arenas. [..//..] Tistutin se componía de tres posisiones: la principal, intermedia, inmediata a la carretera de Batel y el ferrocarril; al Norte de ésta la posición llamada Pajera; y al Sur, inmediata también al ferrocarril, Las Yeserías. Todas ellas dominadas al Norte en una gran extensión que ocupaba el enemigo y que se extendía, además, por los flancos. La posición más comprometida, por ser la más dominada, era La Pajera y de ella se encargó Arenas. Levantó la moral, un tanto deprimida, de la guarnición; estableció abrigos con sacos de paja; él mismo iba de La Pajera a la posición principal en busca del rancho y del agua para la tropa,operación arriesgadísima porque el paso estaba vigilado y daba lugar a frecuentes bajas. Normalizó el servicio hasta el punto de que el relevo de las guardias se hizo como en un cuartel, desfilando las fuerzas con los oficiales a la cabeza.
"A poca distancia de La Pajera había unos almiares en los que se emboscaban moros que paqueaban a la guarnición. Arenas se propuso y consiguió incendiarlos por sí mismo, saliendo de los parapetos de La Pajera, y haciendo la operación completamente al descubierto bajo una lluvia de balas con la mayor sangre fría y desprecio de la vida.
"Herido en una mano y aconsejado por el médico para que entregara el mando, se negó terminantemente y así continuó, con la mano vendada, hasta su muerte."
El comportamiento del capitán Arenas fue corroborado por el capitán Aguirre en una carta que envió desde su cautividad en Alhucemas al capitán Agudo, amigo suyo, y que el general Picasso unió a su expediente:
"...Respecto a Arenas, te diré lo siguiente: Nos encontramos en Tistutin, en donde se quedó por su propio espíritu, pues ninguna obligación tenía de estar allí. Estaba de jefe de posición, aunque luego vino otro más antiguo que él. La posición de dividió en tres sectores: uno, la pajera, que era el de más peligro, pues en el paso de la carretera y dentro de ella no se podía vivir; él lo organizó todo muy bien, con caminos cubiertos, disminuyendo el número de bajas; pidió estar allí perpetuo; se le dió una compañía formada por tropas de Infantería y unos 70 ú 80 Ingenieros; levantó enormemente la moral de la tropa, haciendo los relevos de la guardia como en el cuartel; la gente llegó a adorar con él.
"Una tarde se trató de quemar un almiar de paja desde donde nos paqueaban horriblemente, y él salió completamente solo, con unas cuantas latas de petróleo que yo le iba dando desde el parapeto sucesivamente; quemó toda la paja, así como una tienda en donde había unos cadáveres que olían espantosamente; todo con una sangre fría que ponía los pelos de punta; no te puedes imaginar lo bien que trabajó hasta que me encargó a mí de las comunicaciones, en donde tuve la suerte de encontrar la ansiada comunicación con Arruí; estuvo trabajando como un negro, dando ánimos a los telegrafistas, colocándose encima de los sacos de paja que había en la posición, y en donde era materialmente imposible la vida por la lluvia de balas que a todas horas caían.
Juan Tomás Palma Moreno cita en su libro "Annual 1921. 80 años del desastre" que "... en otra ocasión nadie se atreve a subir a la improvisada torre donde se encuntra el heliógrafo, debido al intenso fuego que el enemigo concentra sobre ella. Élsube para establecer el enlace, pero se le ordena enérgicamente que baje de él. No sólo sus zapadores le admiran, también los infantes, que algunos solicitan acompañarle voluntariamente a la defensa de esa retaguardia, siéndoles concedida. Un Jefe comenta: "Muchos como él hacen falta".
Después de aguantar tres días en Batel, el 27 de julio el general Navarro se vió obligado replegar esta posición sobre Tistutin por falta de agua, pues la noria de Batel se acabó de averiar definitivamente a pesar de los esfuerzos realizados por el teniente de Ingenieros don Aurelio Martínez Fernández por ponerla en marcha. La columna se dirigió hacia Tistutin, donde llegó sobre las 14:00 horas, siendo muy hostigado por el camino y sufriendo 34 bajas, todas ellas recogidas. El enemigo arreció sus fuegos sobre Tistutin al ver reunidas allí las tropas españolas. La llegada del general a Tistutin coincidió con el arreglo del heliógrafo, que el capitán Aguirre puso por fín en funcionamiento. De esta manera pudieron enlazar con Monte Arruit, desde donde se transmitió un mensaje del general Berenguer, Alto Comisario, conteniendo la orden al general Navarro de replegarse hasta esta última posición. El general Navarro respondió con un telegrama al jefe de la posición de Monte Arruit dando instrucciones para apoyar la retirada, que anunció se haría en la madrugada del 29 de julio.
RETIRADA A MONTE ARRUIT (29 de julio)
A las 02:00 horas del 29 de julio los restos de la columna Navarro salieron de Tistutin en dirección a Monte Arruit. El dispositivo de la marcha era el siguiente:
Vanguardia: las tropas de Infantería del regimiento "San Fernando", al mando del teniente coronel Eduardo Pérez Ortiz, jefe del 1º Batallón de "San Fernando".
Flanco derecho: tropas de Infantería de "San Fernando" abriendo la marcha seguidas por tropas del regimiento "Africa", todo al mando del teniente coronel Fernando Álvarez Corral, jefe del 2º Batallón de "Africa".
Flanco izquierdo: mismo dispositivo de fuerzas y cuerpos, al mando del teniente coronel José Piqueras Trives, jefe del 1º Batallón de "Africa".
Grueso: una columna a la izquierda con fuerzas de Policía delante, seguidas por las tres piezas de Artillería que quedaban, al mando del capitán Blanco con el convoy de municiones (reducido a siete mulos, cada uno con dos cajas de cartuchos de fusil y dos carricubas llenas de cartuchería) y las tropas que quedaban del "Ceriñola"; una columna en paralelo a la derecha formada por los heridos y enfermos. Cerraba el grueso tropas de Infantería del "Melilla" núm.59.
Retaguardia: una unidad mixta de Infantería e Ingenieros, al mando del capitán Arenas.
La distancia a recorrer hasta Monte Arruit era de unos quince kilómetros. La marcha nocturna se realizó en orden y sin novedad. Conforme marchaban y clareaba el día el enemigo inició sus ataques sobre la columna que, de forma disciplinada, no respondió a los ataques. Su velocidad de marcha se acomodó al de la columna de heridos, que consumía unos 250 efectivos para su transporte y que se paraba frecuentemente para que los camilleros se relevaran. Al amanecer la columna, siguiendo las instrucciones recibidas, aumenta los intervalos y distancias entre las unidades de marcha. Si bien el enemigo aumentó el fuego, todo fue bien hasta llegar a un kilómetro y medio aproximadamente de Monte Arruit, donde un fuerte contingente indígena se les echó encima. En ese momento se produjo la debacle. Dejemos hablar a don Luis Rodríguez de Viguri y Seoane, general auditor defensor del general Navarro durante consejo de guerra a este último:
"El fuego enemigo desorganiza la columna, lanzando sobre el centro del cuadro a las filas de flanqueadores; desertan los últimos restos que quedaban fieles de la Policía indígena; a la izquierda del camino, desde la casa de un colono, situada a dos kilómetros exactamente de la posición de Monte Arruit, el enemigo, protegido por las puertas metálicas de la casa, hace fuego eficaz.
Entrada principal del campamento de Monte Arruit.
"Ordena Navarro que las tres piezas de Artillería ligera que forman parte de la columna se coloquen en batería para vencer este obstáculo; el cumplimiento de la orden se retrasa por ser necesario colocar los cierres, que las piezas, durante la marcha nocturna, no llevaban puestos por iniciativa del Jefe de esta Arma, y antes de que puedan abrir el fuego se produce uno de esos pánicos irresistibles (la negrita es nuestra)"El confuso tropel sufre al pasar por las inmediaciones del poblado vecino el fuego de los indígenas que han ocupado las casas, cerrado las calles, abierto comunicación entre las diversas construcciones y aspillerado los muros. Quedan abandonadas las piezas, y en medio de las numerosas bajas un testigo ve al General Navarro a pie gritando: "A mí, soldados", tratando de reunir a los dispersos.
Este fue, sin duda, el momento más crítico de la retirada. Las tres piezas de Artillería quedaron solas, abandonadas, con los cerrojos puestos, a unos 100 ó 500 metros de Monte Arruit, a merced de los rifeños. Mientras tanto, la retaguardia se acercaba lentamente, combatiendo sin cesar; el capitán Arenas, su jefe, murió en las cercanias de Monte Arruit. Dejemos que lo cuente el general Rodríguez de Viguri:
"La retaguardia, que voluntariamente mandó en este día el Capitán de Ingenieros D. Félix Arenas, a quien secundan cuatro Oficiales, dos de su mismo Cuerpo y otros dos de Infantería de África, atacado desde la misma salida de Tistutin y que se defiende heroicamente durante toda la noche, cumpliendo su deber de amparar la marcha de la columna, falto de municiones, que agota, a pesar de alguna caja que con gran esfuerzo se logra enviarle, es al fin abandonado también, una vez heridos todos sus oficiales, y para coronar una de las más gloriosas hazañas de aquellos días trágicos, se detiene en la carrtera, para ya solo, cumpliendo hasta el final su misión, afrontar sereno la muerte.
Contamos también con el relato de lo sucedido aportado por el capitán Aguirre en su ya citada carta:
"... Hasta el edificio de La Colonizadora, todo fue admirablemente; iba (se refiere al capitán Arenas) haciendo fuego por descargas a la voz, llevando a la tropa en la mano; en fin, una preciosidad. Llevada dos tenientes, a Fernández (se refiere al teniente Emilio Fernández Sánchez Caro, de la 5ª Compañía de Ingenieros), que murió en la retirada; a Albert (se refiera al teniente Antonio Albert Amat, de la 1ª Compañía de Ingenieros), que fue herido en un brazo a mitad de camino, y dos de Infantería que también fueron heridos. A partir del edificio que te digo, el enemigo aumento bastante, nos rodeó y desertó la Policía que llevábamos, con lo que aumentó la confusión; influyó notablemente el hecho de que a Arenas se le acabaran las municiones, y las que se mandaban no llegaban a tiempo, porque la confusión y el número de bajas fue enorme. Él cogió una carabina, y animando a la poca gente que llevaba, fue fusilando materialmente a los moros que nos cercaba; todo esto con una herida leve, creo que en una pierna.
"Ya a un kilómetro y medio se vió envuelto y copado, muriendo de un tiro en la cabeza a boca de jarro. Yo no te puedo decir más, sino que los dos tenientes de Infantería que venían con él, Calderón y Sánchez (se refiere al teniente José Gutierrez Calderón, de la 1ª Compañía, 3º Batallón de "Africa", y al alférez José Diaz Sanchís, de la Compañía de Ametralladoras, 1º Batallón de "Africa"), entraron heridos en Arruit, y casi sin respirar, se dirigieron al General diciendo: "Mi General, la laureada para el capitán Arenas"; todo el mundo coincidió en lo mismo... "
En el campo el general Navarro, que avanza pistola en mano rodeado de un grupo de oficiales, ha quedado rezagado. Junto a él destacan el teniente coronel Primo de Rivera, el capitán Sanchez Monje y el alférez Esteban Gilaberte Ara (10ª mía de la Policia Indígena). Continuaron su progresión con dificultades hasta que el general Navarro entró en la posición, siendo el último de la columna en hacerlo. Así lo relata el general Rodriguez de Viguri:
Un grupo de tres Oficiales rodea al General, que, pistola en mano, ha quedado abandonado, lejos aún de Monte Arruit. Con dos fusiles y una carabina, Primo de Ribera, Sánchez Monje y Gilaberte, se baten como soldados para salvar la vida de su Jefe. El grupo que forman detiene por un momento la acometida del enemigo; pero allí hubiera perecido el General, a quien va a disparar casi a boca de jarro un moro, si un soldado de San Fernando, que ve la agresión, no acertara a disparar su fusil, matando al indígena, tan cerca ya del General, que es salpicado por su sangre. Primo de Ribera recoge un caballo que vaga por el campo y hace montar al General, que el último de todos y por el frente principal de la posición penetra, rodeado de los tres Oficiales, en Monte Arruit. Dos Jefes y siete Oficiales muertos y otro de éstos heridos costó este último episodio de la retirada, cuyas bajas de tropa no hay en lo actuado posibilidad de precisar."
Parece ser que de los 1.295 que llegaron a Batel y Tistutin el 23 de julio, tan solo 900 llegaron a Monte Arruit el 29 de julio. Aún les quedaba por delante un asedio de 14 días, que finalizaría con la masacre del 11 de agosto.
Habiamos dicho que los tres cañones habían quedado abandonados con los cierres colocados frente a la posición. En el interior de ésta, una vez reorganizada algo la fuerza de Artillería, varios de sus oficiales pidieron permiso para hacer una salida y rescatar los cañones, que para entonces estaban rodeados de unos treinta o cuarenta moros que trataban de hacerlos disparar; muchos voluntarios se presentaron para realizar la salida; pero inexplicablemente, el permiso les fue negado. Al poco rato los rifeños emplazaron los cañones contra la posición y dispararon unas 120 granadas contra Monte Arruit, matando una treintena de españoles, entre los que se contaban el ya conocido capitán Blanco, de Artillería. Desde ese día los rifeños dispararon contínuamente fuego de cañón contra Monte Arruit, cambiando de asentamiento las piezas cada 10 ó 12 disparos y causando numerosas bajas entre los sitiados españoles.