JUNTA REALISTA DE NAVARRA
¿Cómo era posible que la heroica Navarra amase una Constitución democrática que hacía pedazos las tablas de sus justas y sabias leyes, que mudaba sus buenos usos y costumbres, que aniquilaba sus fueros? ¿Cómo había de consentir que un Gobierno revolucionario, compuesto de una porción de rebeldes, sin más derecho que la fuerza, la privase de la preciosa herencia de sus padres?.
En efecto, unos pocos navarros, bien seguros de los sentimientos de religión y lealtad que animaban a la mayoría de los habitantes de este reino y de toda la nación en favor de la causa del Rey y contra el sistema ruinoso plantado por los rebeldes, concibieron la alta idea y empresa extraordinaria de restaurar la España del impío y tiránico poder constitucional, armando para el efecto a todos los leales que se alistasen para defender esta causa.
Los primeros que idearon y conformaron este plan fueron, por orden:
Don José Joaquín Mélida, abad de la villa y parroquia de Barasoaín (posteriormente canónigo de la catedral de Zaragoza).
Don Francisco Benito Eraso, del estado noble, vecino de Garinoain y alcalde mayor del valle de Orba.
Licenciado don Joaquín Lacarra, canónigo de la catedral de Pamplona.
Don Juan Villanueva, capitán efectivo graduado de teniente coronel, retirado en su casa de Pamplona.
Don Manuel Uriz, del estado noble y vecino de Sada.
Don Santos Ladrón de Cegama, teniente coronel retirado en su casa de Lumbier.
Formada la Junta, su primera preocupación fue la de procurarse armas con las que luchar. Encomendaron la tarea a don Andrés Martín, cura párroco de Uztárroz, cuyas gestiones ante Francia fracasaron por haber cerrado éste país sus fronteras con la excusa de una epidemia. No obstante, Eraso se hizo con 500 fusiles que el Gobierno Constitucional había destinado para armar las Milicias Nacionales en previsión a enfrentarse a un levantamiento en la zona.
No solo había conjuraciones en Navarra. En Cataluña entró un tal Romagosa desde Francia, cuya presencia sería decisiva para la guerra en el Principado. En una alocución dada a sus subordinados mostró el espíritu de defensa del Rey y la Religión que animaba la lucha que se disponía a emprender.
PRIMER ALZAMIENTO NAVARRO
El descubrimiento de sus planes el 29 de noviembre tras la captura de uno de sus emisarios y la rebelión popular de los habitantes de Sangüesa precipitaron los acontecimientos.
El 10 de diciembre de 1821 la Junta Realista de Navarra se reunió en Barasoain y acordó armar a 300 jóvenes. Al día siguiente, 11 de diciembre, desplegaron la Bandera Real y declararon la guerra al sistema revolucionario. El día 12 ya había 500 jóvenes alistados. Las fuerzas sublevadas carecían de vestuario y calzado apropiado para la época del año, ni cananas para proteger sus municiones. A pesar de ello, la Junta dividió sus escasas fuerzas en dos columnas:
Columna de don Santos Ladrón de Cegama, que se dirigió a operar en las montañas de Estella.
Columna de don Juan Villanueva, que se dirigió a operar en el valle del Roncal.
El gobierno constitucional de Pamplona inició la persecución de las columnas con las fuerzas de Pamplona y las limítrofes de San Sebastián, Vitoria y Zaragoza. La Junta Realista sufrió la desilución de saber el día 18 de diciembre que el coronel don Juan José Cruchaga, originario del Roncal y famoso por la Guerra de la Independencia, no se unió al alzamiento sino que avanzaba desde Burgos al frente de una columna en defensa del gobierno constitucional.
El 21 de diciembre Eraso se dirigió a las montañas de Burgos para contactar con los guerrilleros del cura Merino. Desde allí se dirigió a Madrid para solicitar ayuda económica de los elementos realistas de la Corte, de los que obtuvo tan solo 6.000 reales de vellón. Cuando regresó a Navarra el alzamiento ya había sido sofocado.
El 26 de diciembre la columna de Villanueva fué alcanzada en Larrainzar por el coronel Cruchaga, cuya clemencia y caballerosidad salvó numerosas vidas.
El 11 de enero la columna de Ladrón de Cegama fué alcanzada en Nagore por el coronel Tabuenca, el cual no concedió cuartel a los sublevados, hizo degollar a la mayoría de ellos e impidió la sepultura de algunos oficiales, cuyos cadáveres permanecieron a la vista de los habitantes durante mucho tiempo.
Los jefes de la Junta y militares más significativos pasaron a Francia para preparar un segundo alzamiento. Unos cuantos guerrilleros se quedaron para mantener el entusiasmo popular: Catachuán y Armengol en Navarra; Guezala en Vizcaya y el cura Gorostidi en Guipúzcoa. Armegol sorprendió y mató al coronel Cruchaga el 14 de mayo en Nardués (valle de Urraul).Su muerte fué sentida por la población Navarra por su enorme prestigio y por la clemencia mostrada en Larrainzar.
Tras el fracaso inicial, una de las tareas de la Junta fue la de procurarse armas y municiones. Para ello estableció en lo más intrincado del bosque de Irati un depósito de armas. Para ello utilizó un antiguo fortín fronterizo, reforzado y fortificado con empalizada y foso por el coronel Álvarez de Toledo al mando de 4 cañones y una partida de 50 voluntarios autodenominados Compañía de Guardias Reales. A su lado se erigió una fábrica de municiones, que estuvo dirigida por el párroco de Burguete, don Ignacio Azcona.
DIVISIÓN REAL DE NAVARRA
Tras el fracaso del primer alzamiento, la Junta Realista nombró en Toulouse al mariscal de campo don Vicente Jenral Quesada como nuevo comandante en jefe; a Guergué como su segundo jefe; y a Ladrón de Cegama y Villanueva como sus jefes inmediatos.
Tras recibir armas procedentes de Francia, los oficiales de la futura División Real de Navarra cruzaron la frontera para ponerse al frente de la sublevación. Los efectivos de la División Real se concentraron por primera vez en Ochagavía, cabeza del valle de Salazar, donde hicieron una organización provisional. Pero ante la aproximación de una fuerza enemiga, la División Real se trasladó a Uztárroz, lindante con Francia y última del valle del Roncal, donde estarían más seguros.