ANTECEDENTES
El alzamiento del teniente coronel Rafael Riego en Cabezas de San Juan a primeros de 1820 motivó la imposición de la Constitución de 1812 al rey Fernando VII. El hecho fué calificado por una parte de la población como un acto escandaloso, de la más alta traición contra la forma esencial de un Gobierno legítimamente establecido desde la antigüedad más remota, reconocido y jurado por todos los españoles, y fué el principio de una profunda desunión y anarquía que reinó en España durante el resto del año 1820, desembocando en guerra civil en Navarra y Cataluña los dos años siguientes.
El pronunciamiento de Riego surgió entre los oficiales de las tropas destinadas a luchar contra la sublevación americana, debido a la existencia de un gran malestar en el ejército a finales de 1819, por la exclusión de los liberales del gobierno, unido a ello estaría la filiación de Riego a la masonería, que contribuyó a su posterior éxito. La conspiración resultó comprometida debido a que el general O'Donnell detuvo a los más caracterizados jefes, sin lograr por ello desarticularla. Este cuerpo de ejército estaba acampado en diversas localidades de Andalucía, con centro en Cádiz, sublevándose el 1 de enero de 1820 el teniente coronel Rafael del Riego, que mandaba el batallón de Asturias, para proclamar en Cabezas de San Juan (Sevilla) la Constitución de Cádiz, procediendo al restablecimiento de las autoridades constitucionales.
Riego alcanzaría una gran fama,
siendo considerado la cabeza de la revolución, aún cuando lo cierto era
que por su grado militar el coronel Quiroga era superior, pero Quiroga
inició el movimiento con un día de retraso y fracasó en el asalto a Cádiz,
mientras que Riego fue el primero en actuar, teniendo éxito en el reducido
ámbito de Cabezas de San Juan.
Se dio una situación
inverosímil: los revolucionarios y las tropas gubernamentales eluden todo
encuentro, en medio de la indiferencia de la población civil, que no toma
partido por ninguno de los dos bandos. Riego, comprendiendo que la falta
de acción conducirá al ahogo del movimiento revolucionario, inicia un
recorrido por Andalucía, proclamando la Constitución por todas las
poblaciones que encuentra. Al final, cuando ya consideraba todo perdido y
el levantamiento estaba disgregándose, se dio un movimiento revolucionario
en la Coruña y de allí al resto de Galicia, que se extendió a la totalidad
del país. Ante estos acontecimientos, el monarca envió en el mes de marzo al conde
de la Bisbal para intentar detener a Riego, pero aquel se sublevó el 4 de
marzo. El 7 de marzo se conoció la noticia en Madrid, provocando
manifestaciones civiles ante el Palacio Real. El monarca envió al
general Ballesteros para reprimirlas, pero éste se negó y el 8 de marzo el monarca se
vio obligado a jurar la Constitución. El 9 de marzo se nombró una Junta
Provisional Gubernativa que se autoproclamó soberana en toda España,
asumiendo el poder hasta la siguiente convocatoria de Cortes y formación
de gobierno. La primera restauración absolutista de Fernando VII acabó el 10 de marzo, con
la publicación del famoso manifiesto fernandino, del que a continuación
extraemos su final: Marchemos francamente, y yo el primero, por la
senda constitucional.
La radicalización del
conflicto, producida en 1814, entre absolutistas y liberales, determinó
que el triunfo de un partido implicara la destrucción del otro o su salida
del sistema político a la clandestinidad.
La apertura de las Cortes tuvo
lugar el 9 de julio de 1820. Con las Cortes de 1820 se inicia el régimen
monárquico parlamentario previsto en la Constitución. Los liberales
intentarán poner en marcha una serie de reformas políticas, encontrándose
con varios obstáculos: con el propio rey; con su propia división interna
en moderados y exaltados; y con los absolutistas, que desde marzo de 1820
llevarán a cabo una serie de conjuraciones reaccionarias. La primera
legislatura de Cortes iba a durar desde el 9 de julio hasta el 9 de
noviembre de 1820. El triunfo de los doceañistas hizo que las primeras
Cortes del Trienio siguieran con las reformas inacabadas en la anterior
etapa liberal: liquidar el dominio que ejercían socialmente los estamentos
privilegiados; y, finalmente, completar la nueva organización
administrativa con la promulgación del código penal y de una nueva
división territorial del país.
La primera crisis política se
produce en diciembre de 1820. Al pretender forzar la dimisión del marqués
de las Amarillas, el rey se enfrentó al ejecutivo y a las Cortes,
provocando una crisis de gobierno, cuyo punto álgido fue el enfrentamiento
entre el rey y las cortes en marzo de 1821. Se suceden los gabinetes
"moderados" de Bardají, del marqués de Santa Cruz, y de Martínez de la
Rosa, que intentarán llevar a cabo una acción de gobierno en varios
frentes: restablecer la legalidad constitucional; controlar la
radicalización de los "exaltados", de las Sociedades Patrióticas y del
movimiento popular; y controlar a las partidas realistas reaccionarias.
La necesidad de encauzar una
revolución ordenada produjo un ensayo político llevado a cabo desde
diciembre de 1821 a julio de 1822. En este intento se pretendía gobernar
conforme a la relación de fuerzas del país, con un moderantismo que
conjugue lo liberal con el sustrato socioeconómico de la nación. Este
intento caerá victima de las tensiones externas, condenando al fracaso al
liberalismo por romper las posibilidades de armonizar una expansión
política práctica; y abriendo las puertas a la intervención internacional
propiciada por el Congreso de Verona.
Una fecha clave en el Trienio
Liberal es la contrarrevolución del 7 de julio de 1822, en la que la
guardia real se rebela desde el Pardo realizando un asalto contra la
corte, siendo rechazada por la milicia nacional. Esta fecha separa los
gobiernos moderados de los exaltados, ya que provocó la caída de los
primeros, dando paso el 6 de agosto de 1822 al gabinete de Evaristo San
Miguel. Los exaltados se encargaron de atacar a las partidas realistas, no
vacilando en utilizar todos los medios para liquidar la resistencia
armada; para los absolutistas, el fracaso del 7 de julio les obligó a
recurrir a la invasión extranjera. El 15 de agosto de 1822, el absolutismo
forma la llamada Regencia de Urgel, con el marqués de Mataflorida y el
barón de Eroles.
La política tributaria,
agravada con los problemas agrarios del Trienio, empujaron a amplios
sectores campesinos hacia la actividad contrarrevolucionaria. Sin embargo,
los gobiernos exaltados fueron desarticulando el entramado realista,
logrando que la Regencia de Seo de Urgel tuviera que refugiarse en
Francia, debido a la campaña de Mina, que arrasó Castellfullit, logrando
en 1823 tomar Urgel. Quedaba de manifiesto que era necesaria la
intervención extranjera para poder restablecer a Fernando VII en sus
aspiraciones de monarca absolutista.
El pronunciamiento de Riego y
la restauración liberal habían influido en Portugal, Nápoles y Piamonte,
sorprendiendo a las potencias absolutistas. Por ello, viéndose "agredido",
el zar de Rusia solicitó a las restantes potencias que estudiaran los
medios de combatir la revolución española. Por ello, en octubre de 1820,
en Troppau, las potencias absolutistas habían afirmado su derecho a
intervenir en aquellos Estados en los que se hubiera alterado el
considerado régimen legítimo. En octubre de 1822 se reúne el Congreso de
Verona, en el que los soberanos de la Santa Alianza deciden la
intervención francesa en España; un ejército francés de ciento treinta y
dos mil hombres (los cien mil hijos de San Luis), mandados por el
duque de Angulema, atravesó la frontera, el 7 de abril de 1823, siendo
precedido por partidas absolutistas (el ejército de la Fe). Estas
tropas contaron con el apoyo del clero y de los realistas, su marcha
supuso un paseo militar desde los Pirineos hasta Andalucía, ya que fue un
fracaso el intento del gobierno liberal de provocar un nuevo levantamiento
nacional contra los franceses.
Las Cortes, llevando consigo al rey, se
retiraron primero a Sevilla y, posteriormente a Cádiz, con la esperanza de
resistir frente al invasor. La huida comenzó el 20 de marzo; el 23 de
abril reanudaban las Cortes sus sesiones en Sevilla, pero el país se
perdía, traicionado por los militares y los políticos. El 11 de junio las
Cortes quieren seguir huyendo a Cádiz. Ante la resistencia del monarca a
acompañarles, le declaran en situación de delirio momentáneo y proceden al
nombramiento de una Regencia, reanudando sus sesiones en Cádiz el 15 de
junio, con muchos diputados ausentes. En la noche del 30 al 31 de agosto
las tropas francesas asaltaron y tomaron el fuerte del Trocadero. Las
Cortes tuvieron que negociar con su prisionero, devolviendo la soberanía a
Fernando VII, quien dio un decreto generoso de perdón y olvido, "un
olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin excepción
alguna"; sin embargo, al día siguiente, 1 de octubre de 1823, ya en
libertad, dio otro decreto de signo contrario, con el que se inicia una
vuelta a la represión política y a la restauración del absolutismo,
significando de facto un retorno a la situación existente en marzo de
1820.
Riego, representante máximo del revolucionarismo, será ahorcado el 7
de noviembre de 1823 en la Plaza de la Cebada de Madrid.
No solo había conjuraciones en Navarra. En Cataluña entró un tal Romagosa desde Francia, cuya presencia sería decisiva para la guerra en el Principado. En una alocución dada a sus subordinados mostró el espíritu de defensa del Rey y la Religión que animaba la lucha que se disponía a emprender.
PRIMER ALZAMIENTO NAVARRO
El descubrimiento de sus planes el 29 de noviembre tras la captura de uno de sus emisarios y la rebelión popular de los habitantes de Sangüesa precipitaron los acontecimientos.
El 10 de diciembre de 1821 la Junta Realista de Navarra se reunió en Barasoain y acordó armar a 300 jóvenes. Al día siguiente, 11 de diciembre, desplegaron la Bandera Real y declararon la guerra al sistema revolucionario. El día 12 ya había 500 jóvenes alistados. Las fuerzas sublevadas carecían de vestuario y calzado apropiado para la época del año, ni cananas para proteger sus municiones. A pesar de ello, la Junta dividió sus escasas fuerzas en dos columnas:
Columna de don Santos Ladrón de Cegama, que se dirigió a operar en las montañas de Estella.
Columna de don Juan Villanueva, que se dirigió a operar en el valle del Roncal.
El gobierno constitucional de Pamplona inició la persecución de las columnas con las fuerzas de Pamplona y las limítrofes de San Sebastián, Vitoria y Zaragoza. La Junta Realista sufrió la desilución de saber el día 18 de diciembre que el coronel don Juan José Cruchaga, originario del Roncal y famoso por la Guerra de la Independencia, no se unió al alzamiento sino que avanzaba desde Burgos al frente de una columna en defensa del gobierno constitucional.
El 21 de diciembre Eraso se dirigió a las montañas de Burgos para contactar con los guerrilleros del cura Merino. Desde allí se dirigió a Madrid para solicitar ayuda económica de los elementos realistas de la Corte, de los que obtuvo tan solo 6.000 reales de vellón. Cuando regresó a Navarra el alzamiento ya había sido sofocado.
El 26 de diciembre la columna de Villanueva fué alcanzada en Larrainzar por el coronel Cruchaga, cuya clemencia y caballerosidad salvó numerosas vidas.
El 11 de enero la columna de Ladrón de Cegama fué alcanzada en Nagore por el coronel Tabuenca, el cual no concedió cuartel a los sublevados, hizo degollar a la mayoría de ellos e impidió la sepultura de algunos oficiales, cuyos cadáveres permanecieron a la vista de los habitantes durante mucho tiempo.
Los jefes de la Junta y militares más significativos pasaron a Francia para preparar un segundo alzamiento. Unos cuantos guerrilleros se quedaron para mantener el entusiasmo popular: Catachuán y Armengol en Navarra; Guezala en Vizcaya y el cura Gorostidi en Guipúzcoa. Armegol sorprendió y mató al coronel Cruchaga el 14 de mayo en Nardués (valle de Urraul).Su muerte fué sentida por la población Navarra por su enorme prestigio y por la clemencia mostrada en Larrainzar.
Tras el fracaso inicial, una de las tareas de la Junta fue la de procurarse armas y municiones. Para ello estableció en lo más intrincado del bosque de Irati un depósito de armas. Para ello utilizó un antiguo fortín fronterizo, reforzado y fortificado con empalizada y foso por el coronel Álvarez de Toledo al mando de 4 cañones y una partida de 50 voluntarios autodenominados Compañía de Guardias Reales. A su lado se erigió una fábrica de municiones, que estuvo dirigida por el párroco de Burguete, don Ignacio Azcona.