HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
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LA CONSPIRACIÓN DEL CORONEL VIDAL (1818)

Conspiración liberal en Valencia contra el capitán general Elío.

El teniente general don Francisco Javier Elío era el capitán general de Valencia. Absolutista convencido, se entregaba a todo género de arbitrariedades y violencias con el pretexto de conservar el orden público. Llamaba a su despacho a quien suponía desafecto al régimen absolutista del rey o mezclado en conspiraciones y le humillaba en su presencia, llegando en algunos casos a abofetear al sospechoso, como hizo con el poeta don Leandro Fernández de Moratín. Restableció el procedimiento del tormento, abolido por las Cortes de Cádiz, y decretó varias penas de muerte sin sujetarse a ningún tribunal o procedimiento, bastando una simple orden suya para que se ejecutasen.

Una comisión de notables valencianos viajó a Madrid para quejarse al rey; pero éste consideraba al general Elio como uno de sus más firmes puntales, por lo que no solo desatendió la queja de los comisionados, sino que incluso los amenazó veladamente con un castigo si entorpecían la conducta del general.

Los valencianos, exasperados por la situación, tramaron una conspiración contra el capitán general, que encabezó el coronel de Infantería don Joaquín Vidal y que consiguió sumar a la misma a varios oficiales de la guarnición de la ciudad. El plan tenía por objeto apoderarse de la personal del general en la función de teatro de la noche del 1 de enero de 1891 al grito de "¡Libertad y Constitución!". Sin embargo, la inesperada muerte de la reina doña María Isabel el 26 de diciembre de 1818 dió al traste con los preparativos, porque se suspendieron por duelo todas las representaciones teatrales y los conjurados se vieron obligados a posponer y variar el plan. Este retraso ocasionó que un cabo del Regimiento de la Reina descubriese y denunciara el complot.

La noche elegida para la detención, el general Elío, acompañado de alguna fuerza y del delator, sorprendió a los conjurados en la casa en que se hallaban reunidos, llamada del Porche; pero al coronel Vidal le dio tiempo para salirle al encuentro sable en mano; descargó contra el general un golpe tan violento que le hubiera partido en dos de no haber sido que la hoja tropezó en el marco de la puerta; el general Elío aprovechó el momento para atravesar con su espada a Vidal, que cayó al suelo sin sentido. Aquellos instantes de desconcierto inicial fueron aprovechados por algunos de los conjurados y lograron huir, pero el resto fueron cayendo en manos de los soldados del general, y hubo alguno, como el capitán don Juan María Sola, que prefirió quitarse la vida a dejarse prender por ellos.

Uno de los conjurados era el valeroso joven don Félix Bertrán de Lis, hijo de don Vicente Bertrán de Lis, conocido héroe de la pasada guerra contra los franceses. El joven consiguió huir y esconderse entre sus vecinos, pero éstos le traicionaron y, de forma vil, le entregaron maniatado al general Elío. Los arrestados, en número de trece, fueron conducidos a la ciudadela, a excepción del coronel Vidal, que fue trasladado al hospital a causa de su herida. Allí, apenas recobró el sentido, confió a la mujer que le asistía que tenía guardado en el uniforme un papel importante, pero la enfermera, en vez de entregarselo al interesado, lo puso en manos del arzobispo, y este lo pasó a las del general.

La causa se instruyó y siguió con celeridad, no reparándose mucho en las formas y en los plazos legales; el fallo fue rápido y se señaló el 22 de enero de 1819 para la ejecución de la sentencia de muerte. Para ese día, según la costumbre de la época, se prepararon trece túnicas negras para los reos. La horca se levantó entre la ciudadela y el convento del Remedio. Antes de sacar los reos al suplicio el coronel Vidal fue degradado públicamente; pero su estado de salud era tal que expiró al pie de la horca en el momento en que el verdugo le vestía con el ropaje negro. Los demás se sentaron con serenidad y valor en los banquillos. Sorprendió y admiró a todos el imperturbable y sereno porte del joven Bertrán de Lis, que oyéndose nombrar "¡Bertrán!" a secas, exclamó con voz firme "¡de Lis!"; y al subir al cadalso gritó: "¡Muero contento, porque no faltará quien vengue mi muerte!". Como era costumbre en la época, poco después se ofrecía a los ojos del público el espectáculo imponente y horrible de las trece túnicas negras colgadas. Se dice que el general Elío paseó a caballo delante de ellas por la tarde, vestido de uniforme de gala, seguido de algunos oficiales de su estado mayor que habían estado iniciados en la conspiración.

Los nombres de los trece patriotas ejecutados son los siguientes:

  • Coronel don Joaquín Vidal.
  • Don Diego María Calatrava.
  • Capitán don Luis Aviñó.
  • Los sargentos Marcelino Rangel y Serafín de la Rosa.
  • Pelegrín Plá.
  • Vicente Clemente.
  • Manuel Verdeguer.
  • Francisco Segrera.
  • Blás Ferriol.
  • Francisco Gay.
  • Don Félix Bertrán de Lis. 

La sangrienta ejecución de Vidal y de sus doce desventurados compañeros esparció un gran luto en Valencia, dejó impresiones y resentimientos profundos, y se miraba a Elío con pavor por unos, con odio implacable por otros.


FUENTES:

  • Miguel Artola. La España de Fernando VII. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 1999. Pág,s. 489-492.
  • Modesto Lafuente. Historia General de España. Tomo XVIII. Montaner y Simón, editores. Barcelona, 1889. Página 677 y ss.
  • Francisco Pi y Margall. Historia de España en el siglo XIX. Tomo II. Miguel Seguí, editor. Barcelona, 1903. Pág. 180.