Causas de la guerra
El rey Luis XIV se había casado con la infanta
María Teresa de Austria, hija del primer matrimonio de Felipe IV.
Antes de su boda el francés tuvo que firmar un documento de renuncia
a la sucesión del trono español. Sin embargo, Luis XIV no solo
aspiraba a quedarse con las provincias españolas de Flandes, sino
que acariciaba con gusto la posibilidad de alcanzar la corona de
España, de la que le separaban los dos hijos del segundo matrimonio
de Felipe IV: el enfermizo Carlos II y la infanta Margarita.
En estas circunstancias, Luis XIV solicitó la
nulidad de su renuncia al trono español alegando la minoría de edad
de su esposa cuando firmó el documento y en la falta del pago de la
dote, que el francés había tenido cuidado de no reclamar con
demasiada prisa para dejar siempre abierta la puerta a sus
exigencias.
Felipe IV, inmerso en sofocar la insurrección de
Portugal, no rechazó de plano la petición y daba largas a su yerno
para evitarse más dificultades e impedir que ayudase a los rebeldes
portugueses de la casa de Braganza. En un momento dado hasta dejó
entrever la posibilidad de acceder a la petición si Luis XIV
aceptaba un compromiso de alianza contra los enemigos de España.
Pero Luis XIV aumentó sus pretensiones y solicitó la cesión del
Luxemburgo, del Henao, del Franco-Condado y del distrito de Cambray.
Felipe IV se negó a ellas, y desde entonces pareció cernerse una
amenaza de guerra por la posesión de estas provincias. Por su parte,
el rey Luis XIV de Francia aprovechaba cuantas oportunidades se le ofrecían para batir el poder español;
y el conflicto portugués le dió ocasiones de hacerlo, mostrando su apoyo descarado al pretendiente de Braganza a pesar de las protestas de los embajadores españoles y del propio rey Felipe IV.
El 15 de junio de
1665 el ejército portugués derrotó al español en la batalla de
Villaviciosa. Tres meses más tarde, el 17 de septiembre de 1665 el rey Felipe IV murió con 60 años, dejando una viuda de 31 (Mariana de Austria) y un crio enfermizo de 4 años como futuro rey: Carlos II. Luis XIV aprovechó el momento para dar otra vuelta de tuerca al poder español, y publicó el Tratado de los derechos de la Reina, por el cual dió a conocer internacionalmente sus aspiraciones a condado de Brabante, perteneciente a España. La exigencia francesa era hacer extensivo al Derecho Internacional Público
una norma del condado de Brabante, llamada "derecho de
devolución", en virtud de la cual, en caso de segundas nupcias
debían reservarse los bienes patrimoniales a los hijos del primer
matrimonio, de manera que éstos habían de repartirse la nuda propiedad del patrimonio familiar. Según la interpretación francesa de esta norma, la sucesión de Felipe IV en la titularidad del condado debía corresponder a María Teresa,
la esposa de Luis XIV y hermana mayor del Carlos II. La reina viuda Mariana de Austria protestó airadamente, pero Luis XIV le amenazó con invadir los Países Bajos españoles.
La guerra entre Francia e Inglaterra impidió a Luis XIV cumplir con su amenaza, pero dos años más tarde, mientras se negociaba la paz con los ingleses y el confesor de la Reina Nithard tranquilizaba a los españoles con las seguridades que le daba el embajador francés, arzobispo de Embrún, el rey Luis XIV decidió pasar a la acción.
Ajustó alianzas con los portugueses y con Holanda, y firmó tratados
con algunos príncipes alemanes para que no permitiesen el paso por
sus estados a las tropas imperiales y el caso de que el emperador
pretendiera enviar socorros a sus parientes españoles.
Posteriormente, sin declaración previa de guerra (el rey francés decía obrar en acto de
justicia), en mayo de 1667 las tropas francesas invadieron los Países Bajos con 70.000 hombres al mando de Turena en lo que fue un paseo militar. Antes de que España declarase la guerra, los franceses se habían apoderado de una serie de plazas importantes, tales como Charleroi, Tournai y Douai.
La incapacidad militar española
España no tenía capacidad militar para defender sus territorios. Con unos indicadores de pobreza creciente, sin capacidad para realizar levas de soldados de manera eficaz, con un sistema financiero totalmente colapsado y con un ejército ampliamente derrotado repetidas veces muy recientemente, no resultaba sencillo adoptar decisiones militares apropiadas.
El
gobernador de aquellas provincias era el marqués de Castel-Rodrigo,
don Francisco de Monza, hombre valeroso y enérgico. Pero carecía de
tropas y de dinero para levantarlas, y no podía sostenerse en las
numerosas plazas flamencas por falta de elementos, por lo que
decidió abastecer solamente las más importantes, desmantelar las
demás y reunir los efectivos liberados de los servicios de
guarnición. De esta manera tan solo consiguió reunir un exiguo
ejército de 6.000 hombres.
La campaña consistió
en un auténtico paseo militar de los franceses que, sin encontrar
resistencia, se apoderaron de casi todo el Hernao y de la mayor parte
de la Flandes meridional: Charleroi, Bourgues, Fournes, Ath,
Armentiéres, Courtrai, Oudenarde, Tournai, Douai, Alost y Lila
cayeron sucesivamente el poder de Luis XIV. Tan solo Lila tuvo que
ser sometido a un sitio militar.
El gobierno
español quedó sorprendido por el imprevisto ataque francés, y se
apresuró a hacer las paces con Portugal. Simultáneamente, se
dedicó a levantar tropas y a armar buques de guerra. Se llamó a Palacio a don Juan de Austria, hermano bastardo de Carlos II, para que aportase su opinión considerando su anterior experiencia militar en los Países Bajos. Una vez en Palacio se le nombró comandante en jefe y gobernador de los Paises Bajos, y se le otorgaron poderes sin precedentes: la autoridad para hacer la guerra y la paz, para otorgar títulos de nobleza, un millón de pesos en efectivo y 780.000 escudos en títulos de crédito. Se le estipuló un sueldo de 600.000 escudos, se prepararon los refuerzos y se dispuso un escuadrón naval en La Coruña. Pero don Juan de Austria se mostró altivo y exigió además el derecho a vender privilegios comerciales a los ingleses, llegar a acuerdos financieros con los holandeses y una plaza de oficial en el Consejo de Estado.
Al final, don Juan, en permanente discordia con la Junta de Regencia nombrada en el testamento de su padre el rey Felipe IV, se negó a hacerse cargo de la defensa. Se le confinó en Consuegra y se nombró a don Íñigo Melchor Fernández de Velasco, condestable de Castilla, como gobernador y capitán general de Flandes.
Se pidió un donativo general a las ciudades, a las sedes episcopales y a los nobles y grandes de España, pero su respuesta general (si bien hubo de todo) fue parca y huraña. Llama la atención de la actitud remisa de la nobleza a la hora de cooperar en la defensa de la monarquía: no hubo nadie que ofreciese generosamente sus armas o su dinero. España estaba ante una crisis institucional importante.
Como resultado, Luis XIV se paseó por Flandes humillando las defensas españolas. La única oposición que tuvo provino de las potencias extranjeras, que recelaban de tanta soberbia francesa.
La Triple Alianza y la traición del Imperio
El recelo que provocaba la soberbia francesa salvó la situación,
ya que el brutal atentado contra la paz cometido por Luis XIV
mereció la reprobación unánime de los pueblos inglés y holandés,
de forma que el clamor indignado de la opinión de la oposición
obligó a sus gobiernos a intervenir para hacer cesar una guerra que
ponía en peligro la paz universal. De esta forma, la diplomacia española, obra de los embajadores españoles en Londres (conde de Molina) y La Haya, fue capaz de crear una coalición llamada la Triple Alianza entre Inglaterra, las Provincias Unidas y España.
El padre Juan Evarardo Nithard, confesor de la reina Mariana, miembro del Consejo de Estado y el hombre público más importante durante los primeros años del reinado de la regencia de Mariana de Austria, apoyaba esta estrategia defensiva y obligatoriamente pacifista, ya que, como dijo el conde de Molina, "no podemos mantenernos por nosotros mismos sin apoyoes extranjeros.".
Sin embargo, es sintomático que el emperador Leopoldo I de Austria, miembro de la misma dinastía que reinaba en España, no se sumase a la Alianza.
El emperador, con cuyo auxilio se contaba en España, no sólo no
llegó a enviar tropas, sino que cayó en las redes diplomáticas de
Luis XIV, que acabó atrayéndolo con el proyecto de un tratado
secreto para repartirse la monarquía española entre los dos a la
hora de la muerte y sucesión de Carlos II:
España, las Indias, Milán, Cerdeña y los presidios de Toscana quedarían para el Imperio.
Navarra, la plaza de Rosas, Sicilia, Nápoles, las plazas del Norte de África, Filipinas, Flandes y el Franco Condado quedarían para Francia.
Mientras Inglaterra y Holanda se esforzaron en hacer una alianza con España para oponerse a las aspiraciones expansionistas de Luis XIV y lograban la adhesión de Suecia, el emperador Leopoldo I recomendó la paz y ofreció la plaza de Aquisgrán como sede de las negociaciones.
La conquista del Franco-Condado
Tras las presiones diplomáticas de la Triple Alianza, se decretó un armisticio en el invierno de 1667-68 para ajustar una paz entre España y Francia. Los plenipotenciarios franceses en el congreso de Saint-Germain reclamaban con empeño la cesión de las plazas de Flandes conquistadas durante su invasión. Los representantes de la Triple Alianza rehusaban esta concesión con no menor tenacidad. Entonces el frances Miguel Le Tellier ideó una estrategia para introducir en el debate un incidente inesperado: la conquista del Franco-Condado, que se encontraba fuera de los límites del armisticio y que, si era ocupado rápidamente por Francia, podía ser ofrecido como moneda de camnio como compensación por las plazas ocupadas en Flandes.
El Franco Condado, o Alta Borgoña, era entonces una provincia fértil de un tamaño aproximado al de la mitad de la actual Bélgica, enclavada entre Francia, Lorena, Suiza y Saboya. Continuaba perteneciendo a España, pero estaba gobernada por un parlamento casi independiente, bajo la dirección del marqués d´Yenne, subordinado al gobernador español de los Países Bajos. Gozaba de neutralidad protegida por Suiza, y a este efecto pagaba un rescate anual a Francia.
En una confianza exagerada, el gobernador español había dejado las plazas del Franco Condado en muy mal estado, y no tenía como guarnición más que un escuadrón de Caballería y 2.000 soldados de Infantería, y entre 5.000 y 6.000 milicianos, la mayoría hombres de oficios que vivían de su salario y con pocas ganas de tomar las armas y combatir.
El general francés príncipe de Condé recibió en los primeros dias de diciembre de 1667 la orden de trasladarse a su gobierno de Borgoña y de reunir allí un ejército de 18.000 hombres con pretexto de organizar una expedición sobre Cataliña. Se le proveyó de abundante artillería de sitio, extraida de los almacenes de Auxonne y Metz, y se le enviaron desde París las municiones en forma de bultos de mercancías destinadas a Lyon.
Los Estados de Borgoña estaban reunidos, y a fin de evitar la desconfianza de los defensores del Franco-Condado por la prolongada estancia del ejército de Condé en sus inmediciones, se ordenó a éste que multiplicase los ardides para prolongar todo lo posible las sesiones de los Estados. Al mismo tiempo, se negociaba en Soleure el pago del rescate anual del Franco Condado, y emisarios franceses disfrazados (el conde de Chamilly, el caballero de Rivière y varios ingenieros), recorrían el Franco Condado para reconocer el estado de sus recursos y defensas. Entre ellos se encontraba el abate de Watterville, célebre aventurero, que trató de ganar al gobernador español ofreciéndole el grado del teniente general y una buena pensión en Francia. Por último, se organizó el robo de los correos expedidos desde Borgoña para prevenir mejor las indiscreciones sobre los preparativos que se estaban llevando a cabo.
Todo estaba preparado para el 2 de febrero de 1668. Ese día Luis XIV partió de Saint-Germain acompañado por el duque d´Enghien (hijo del príncipe de Condé) y por el ingeniero Vauban. Viajaron con la mayor rapidez, se unieron a Condé y comenzaron la campaña de inmediato. En quince días ocuparon todo el Franco Condado. Besancón, la capital, fue ocupada sin disparar un solo tiro; las plazas de Dôle y Gray, y los fuertes de Joux y Santa Inés no opusieron más que una débil resistencia; el gobernador español fue hecho prisionero.
De regreso a Saint-Germain el 19 de febrero, Luis XIV ofreció en el congreso la entrega del Franco Condado a cambio de las plazas conquistadas en Flandes. Los representantes de la Triple Alianza aceptaron los hechos consumados y Francia se salió con la suya.