HISTORIA MILITAR DE ESPAÑA
Campañas




SEGUNDA CAMPAÑA DE ITALIA (1500 - 1504)

El Gran Capitán derrota por segunda y tercera vez al ejército francés en Nápoles, quedando este reino definitivamente ligado a la Corona de España.

Antecedentes

Primera parte de la campaña Segunda parte de la campaña Tercera parte de la campaña Consideraciones




Antecedentes

El nuevo rey de Francia Luis XII mantenías las mismas ambiciones que su predecesor de obtener territorios en Italia. Desecha ya la Santa Liga creada por la diplomacia española en 1494, Luis XII se entendió con Venecia para repartirse el Ducado de Milán y con el papa Alejandro VI para luchar contra Nápoles. Venecia codiciaba las tierras del Milanesado y el pontífice no perdonaba al rey Don Fabrique III que hubiera negado la mano de su hija en favor del suyo, César Borgia.

Firmada la paz con España, Luis XII invadió Milán, derrocó a Luis Sforza y se dispuso a marchar sobre Nápoles. Pero eso era algo que Fernando el Católico no podía permitir, y como no podía oponerse a él decidió al menos unirse y compartir la conquista, así que propuso al rey de Francia repartirse el reino entre los dos países. Luis XII aceptó. Según las estipulaciones del tratado, la parte norte de Nápoles se adjudicaba a Francia, mientras que la Calabria y la Pulla quedaba para España.

Se alegaron dos excusas para justificar este reparto: la primera, que el rey Don Fadrique había concertado una alianza con los turcos en contra del papa, Francia y Venecia; la segunda, que el rey Fernando el Católico tenía más derechos dinásticos para la corona de Nápoles que Don Fadrique, pues éste descendía de la rama bastarda mientras que Don Fernando lo hacía por la legítima. El papa Alejandro VI sancionó los términos del tratado y declaró a Don Fadrique indigno de ceñir corona por haber pedido auxilio a los infieles.

El destronado rey solicitó asilo para él y su familia al rey de España, que se negó a facilitarlo. Sin embargo, el rey de Francia le acogió a su generosidad y le dió el ducado de Anjou con sus rentas, pero le mantuvo vigilado hasta su muerte.

Mientras se negociaba el tratado entre Francia y España, ratificado en Granada el 14 de noviembre de 1500 por los Reyes Católicos, daban comienzo los preparativos militares, presagio de futuros enfrentamientos. El Gran Capitán embarcó en Málaga al frente de una escuadra de sesenta naves y un ejército de 5.000 infantes y 600 jinetes. Por su parte, Luis XII ordenó al Señor de Aubigny que marchase sobre Nápoles con 10.000 infantes y 1.000 lanzas, y a Felipe de Ravenstein que zarpara de Génova con su escuadra transportado otros 6.500 soldados para Aubigny.

Franceses y españoles procuraron adueñarse de su parte de Nápoles sin molestarse mutuamente. Los franceses avanzaron hasta Capua, que se les resistió. Tomaron la ciudad al asalto y la entregaron al saqueo ocasionando una horrible matanza. Por su parte, el Gran Capitán sometió Calabria y la Pulla en un mes, excepto Tarento, donde estaba refugiado el duque de Calabria, primogénito del destronado rey Don Fadrique, de 14 años de edad. El general español se vió obligado a formalizar un sitio por tierra y mar hasta que forzó la capitulación de Tarento.






Primera parte de la campaña: Barletta

No podía tardar en llegar la disputa entre franceses y españoles. Comenzaron aquellos, que pretendieron apoderarse de la plaza de Capitaneta por no estar incluida en el tratado de partición. Los franceses entraron en la Pulla y, tras varias entrevistas infructuosas entre los máximos jefes militares, el duque de Nemours dió al Gran Capitán el plazo de una hora para salir de la plaza. El español rehusó del siguiente modo:

    - "Hermano, andad con Dios y decid al duque de Nemours e a monsiur de Aubigny que puesto que tantas veces les he dicho e requerido que esta diferencia se vea por justicia, y no quieren, y envíanme a decir que por fuerza me la han de tomar, que espero en Dios y en su bendita Madre de defendérselo e aun ganarles lo suyo, e ver muy presto al Rey de España, mi Señor, ser señor de todo este Reyno, por la justicia que a todo ello tiene; e que vengan cuando quisieren, que aquí me hallarán, o que me esperen, que yo seré lo más presto que queda con ellos."

Los efectivos del Gran Capitán eran inferiores al de los franceses: sólo contaba con 3.000 infantes, 340 hombres de armas y 600 jinetes ligeros. Subordinados suyos en el ejército eran Pedro Navarro, Don Diego de Mendoza, Próspero Colonna y su primo Fabricio Colonna, Pedro de Paz, Francisco Pizarro, García de Paredes, Hugo de Cardona, Luis de Herrera, Zamudio y Villalba.

Por su parte, el duque de Nemours contaba con 3.500 infantes franceses y lombardos, 3.000 suizos, un numeroso contingente de infantería napolitana facilitado por los barones angevinos y 1.000 hombres de armas que suponían unos 4.000 jinetes. Sus tropas estaban mandadas por el Señor de Aubigny, Ivo de Alegre, Luis de Ars, Santiago de Chabannes, Señor de La Palisse y el Bayardo, éste último tildado de ser el "caballero sin tacha y sin miedo".

La ocasión para el inicio de las hostilidades no podía ser peor para el Gran Capitán. Una escuadra francesa interceptaba las comunicaciones con España, por lo que Don Gonzalo estaba abrumado por las deudas que no podía satisfacer y por la falta de paga de sus soldados. Por su parte, César Borgia fomentaba la deserción de los soldados españoles prometiendo mayores pagas. A pesar de ello, el Gran Capitán se negó a retirarse a Sicilia o a encerrarse en Tarento. Eligió la plaza de Barletta, situada en la costa del Adriático, como centro de operaciones por sus características defensivas y porque le permitía embarcarse y pasar a Calabria en caso de ser cercado por fuerzas superiores. Por ello, concentró en Barletta el grueso de sus fuerzas y repartió el resto en otras plazas como Bari, Canoza y Adria.

El Señor de Aubigny operaba contra Don Hugo de Cardona en Calabria, mientras que el duque de Nemours lo hacía contra el Gran Capitán. Durante siete meses los españoles se mantuvieron a la defensiva, cayendo sobre el enemigo puntualmente cuando creían obtener una ventaja. Las cosas empeoraron contra los españoles. Don Hugo de Cardona fue derrotado en Calabria y la plaza de Canosa, defendida por Pedro Navarro, fue tomada por el duque de Nemours.

En 1503 el duque de Nemours, cansado de esa guerra irregular sin batallas decisivas, se personó ante los muros de Barletta para retar al Gran Capitán. Éste le contestó lo siguiente:

    - "No acostumbro a combatir cuando quieren mis enemigos, sino cuando lo piden la ocasión y las circunstancias."

El duque levantó en campo para retirarse en dirección a Canosa. Fue el momento elegido por el Gran Capitán para tender la emboscada de Barletta a los franceses, que se vieron burlados por los españoles.






Segunda parte de la campaña: Ceriñola

Al comenzar la primavera de 1503 la situación mejoró para el Gran Capitán. El almirante Lezcano derrotó en aguas de Otranto a una escuadra francesa y siete naves sicilianas con abundantes provisiones llegaron al puerto de Barletta. En un golpe de audacia y valor el Gran Capitán efectuó el asalto a Ruvo, que dejó desconcertado al duque de Nemours. Con los caballos capturados en esta ciudad y el refuerzo de 2.000 soldados alemanes enviados por el emperador Maximiliano y 3.000 solados españoles desembarcados en Rijoles al mando del capitán Don Fernando de Andrade, el Gran Capitán decidió pasar a la ofensiva.

En un mes el Gran Capitán efectuó una victoriosa campaña relámpago que sorprendió a todos por su éxito. El 21 de abril las tropas de Andrade derrotaron al Señor de Aubigny en la segunda batalla de Seminara, tras la cual Calabria quedó libre de franceses. Ocho días más tarde, el 29 de abril, el propio Gran Capitán derrotó al duque de Nemours en la famosa batalla de Ceriñola, en la que el duque resultó muerto. Tras ambas victorias, el Gran Capitán hizo su entrada triunfal en Nápoles el 16 de mayo. Quedaron por rendir los castillos de Castilnovo y Castel de Ovo, cuya toma encomendó a Pedro Navarro.

Las victorias logradas por el Gran Capitán fueron tan aplastantes que a finales de mayo todo el reino de Nápoles quedó libre de franceses y en poder de los españoles, excepto las plazas de Venosa y Gaeta, donde se habían refugiado los supervivientes de la derrota de Ceriñola.






Tercera parte de la campaña: Garellano

Luis XII recibió una tras otra las noticias de los desastres sufridos en Italia y se aprestó de inmediato a contraatacar con tres ejércitos:

Mientras tanto, el Gran Capitán se encontraba sitiando Gaeta, donde se había refugiado Ivo de Alegre con los supervivientes de Ceriñola. Luis XII aprestó una escuadra en Génova a las órdenes del marqués de Saluzzo para socorrer Gaeta, y al mismo tiempo libró grandes cantidades de dinero para organizar almacenes de víveres que apoyasen el avance del ejército del marqués de La Tremouille hacia el sur de la península italiana. Este ejército estaba formado por unos 30.000 hombres, entre los que incluía un cuerpo de mercenarios suizos de 8.000 soldados que se incorporaron en Parma, 9.000 caballos y el mejor tren de artillería nunca visto hasta la fecha, compuesto por 36 piezas.

El 18 de agosto murió el papa Alejandro VI. El marqués de La Tremouille se hallaba en Parma y ordenó marchar hacia Roma para imponer como nuevo papa al cardenal de Amboise. El Gran Capitán había previsto este movimiento y envió a Roma una fuerza de 3.000 soldados al mando de Próspero Colonna y Diego de Mendoza para impedirlo, de manera que los franceses encontraron acampados a los españoles cuando llegaron a la Ciudad Eterna. César Borgio se unió a las intrigas, hijo del papa muerto. Como resultado del barullo salió elegido el cardenal de Siena, que tomó el nombre de Pio III. Pero el nuevo papa murió al cabo de un mes, no sin antes haber investido el reino de Nápoles al rey Fernando el Católico, del que era muy adicto. El 31 de octubre fue elegido el nuevo Papa, que tomó el nombre de Julio II y que resultaría ser un papa turbulento y belicoso.

Tras la elección de Pio III, el general La Tremouille continuó su avance hacia Nápoles y los españoles hacia Gaeta, cada uno por itinerarios diferentes. El marqués iba tan confiado en la victoria que decía públicamente lo siguiente:

    - "Daría yo 20.000 ducados por hallar al Gran Capitán en el campo de Viterbo."

Don Lorenzo Suárez de la Vega, embajador español en Venecia, le respondió:

    - "El duque de Nemours podría haber dado el doble por no haberle encontrado en Ceriñola."

Al poco tiempo La Tremouille cayó enfermo y se vió obligado a ceder el mando al marqués de Mantua, general italiano de gran renombre pero no querido por las tropas francesas en su calidad de extranjero y por su duro carácter. Las tropas con las que contaba el Gran Capitán eran apenas 9.000 infantes y 3.000 caballos, incluyendo italianos y alemanes. Los efectivos franceses, contando la guarnición de Gaeta, eran prácticamente el triple, puesto que el marqués de Saluzzo había desembarcado en Gaeta un cuerpo de refuerzo de 4.000 soldados.

El Gran Capitán comprendió que no podía tomar Gaeta y se retiró a Castiglone, desde donde podría continuar el bloqueo de la plaza. Pero era consciente de que tenía que hacer algo para compensar su inferioridad numérica, y eligió la zona de terreno donde defenderse y maniobrar. Fue en la vecina localidad de San Germano, al otro lado del rio Garellano, que haría de foso natural ante el avance de los franceses, y abrigo de los castillos de Montecasino, Roca Seca y Roca Andria.

Pero el castillo y convento de Montecasino estaban en poder del enemigo. Pedro de Médicis defendía ambas fortificaciones con gente del país y tropas francesas. Para el éxito de la defensa española era preciso tomar aquellas alturas antes de que el marqués de Mantua llegase al Garellano. Para ello, Pedro Navarro subió penosamente algunas piezas de artillería y, una vez emplazadas, abrió una brecha en los muros del castillo y convento y los españoles entraron victoriosos al asalto.

Con esta fortaleza en su poder, el Gran Capitán consolidó su defensa reforzando la guarnición española de Roca Seca a su derecha con infantería española al mando de Zamudio, Pizarro y Villalba. Desde San Germano hasta su desembocadura, el Garellano podía cruzarse por Ponte Corvo y Sezza. El primer paso estaba frente a San Germano y podía vigilarse desde el campamento principal allí instalado. Para vigilar el puente de Sessa tomó una torre fuerte de las proximidades e instaló allí 500 infantes y 350 jinetes al mando de Pedro de Paz.

Los franceses llegaron a los pocos días frente al rio Garellano. En las siguientes semanas lo cruzaron o intentaron cruzar por tres veces, y por tres veces fueron obligados a repasarlo por las tropas del Gran Capitán, hasta que sufrieron un total descalabro el 28 de diciembre.

Los franceses cruzan el río por primera vez

El 13 de octubre el ejército del marqués de Mantua cruzó el rio Garellano por el vado de Ceprano, situado más allá del extremo derecho del dispositivo defensivo español. Una vez en la orilla izquierda, se dirigieron a atacar Roca Seca. El Gran Capitán envió en su socorro una columna de infantería al mando de Pedro Navarro y García de Paredes por caminos de montaña, mientras que por el llano envió a Próspero Colonna con la caballería de los hombres de armas. Mientras tanto, Zamudio, Pizarro y Villalba resistieron los rechazaron los asaltos de los franceses, que se retiraron nada más aparecer la infantería española de refuerzo por la montaña.

El marqués de Mantua dirigió el ejército a Aquino, localidad situada entre el paso de Ponte Corvo y San Germano. El Gran Capitán marchó con sus fuerzas a colocarse entre Aquino y Ponte Corvo, para encerrar al ejército francés entre él mismo, el rio y las plazas y guarniciones de Roca Seca, Montecasino y San Germano. Pero el marqués comprendió el peligro que se cernía sobre él y cruzó el rio por Ponte Corvo antes de que llegasen los españoles. A pesar de ello, la vanguardia española cayó sobre la retaguardia francesa y les causó numerosas bajas. El ejército francés se fortificó en la orilla derecha del rio, y el Gran Capitán regresó con sus tropas a San Germano.

Los franceses intentan cruzar el río por segunda vez

Como era de esperar, el siguiente paso lo dió el marqués de Mantua, mientras el Gran Capitán permanecía a la espectativa tras haber comprobado que el dispositivo defensivo montado tras el rio Garellano funcionaba. Los franceses marcharon a sitiar Roca Guillermina, fortificación ubicada a la derecha del río. Simultáneamente el marqués destacó unas compañias para tender un puente sobre el rio Garellano al abrigo de Roca Andria. Esta era una fortificación situada en la orilla izquierda entre San Germano y la desembocadura del rio. Pero García de Paredes fue enviado contra Roca Andria, la tomó en un solo día, e impidió el lanzamiento del puente.

Los franceses intentan cruzar el río por tercera vez

Tras este nuevo revés, el marqués decidió cruzar el río de nuevo por el puente de Sessa y caer sobre los españoles. El plan consistía en marchar rio abajo hacia la desembocadura del Garellano, construir un puente sobre barcas junto al puente original, que había sido destruido por los españoles, cruzar el río, marchar rio arriba por la orilla izquierda, caer por sorpresa sobre el campamento español de San Germano y batirlos simultáneamente con los fuegos de su potente artillería asentada en una altura cercana que ya habían identificado.

La ejecución del plan se inició conforme lo previsto el 6 de noviembre, pues los franceses consiguieron cruzar el rio Garellano y sorprender a la guarnición española que vigilaba aquel sector al mando de Pedro de Paz. Pero la resistencia que éste presentó fue sificiente para que llegasen en su socorro primero las tropas de Pedro Navarro y seguidamente las del propio Gran Capitán, que cabalgaba al frente de sus tropas blandiendo una alabarda. A pesar de ello, los franceses consiguieron acabar de tender el puente sobre barcas gracias a los fuegos de su artillería, ventajosamente emplazada para apoyar el trabajo de los pontoneros. Los franceses cruzaron el río y se apoderaron de una trinchera levantada por los españoles a corta distancia del margen del río. Siguió un combate cuerpo a cuerpo en el que el marqués de Mantua se vió imposibilitado de utilizar su artillería. Los capitanes españoles pelearon aquel día como soldados, dispuestos a vencer o morir por su jefe.

Por fín la resistencia francesa se quebró gracias al empuje de García de Paredes y se vieron forzados a repasar el rio Garellano por el puente de barcas recién construido. En el campo de batalla los franceses abandonaron muchos cadáveres. El río se llevó aguas abajo muchos de los hombres y caballos que intentaron cruzar a nado hacia la otra orilla.

La victoria española aquel día no impidió que el ejército francés siguiese acampado frente al español al otro lado del río, pero sirvió para eliminar un peligro que cayó sobre ellos y para demostrar a los franceses su carácter combatiente. Dias antes el marqués de Mantua había recriminado a Ivo de Alegre con las siguientes palabras:

    - "No sé cómo os dejásteis desbaratar en Ceriñola por aquella canalla."

Tras el combate de este día, Ivo de Alegre le respondió al marqués:

    - "Estos son los españoles que nos desbarataron; considerad ahora lo que es esa canalla de que hablabais."

El marqués de Mantua sufrió un duro revés con esta nueva derrota. Había perdido el presigio ante sus soldados, que le odiaban por su dureza en el mando; sus subordinados inmediatos le obedecían con visible disgusto y las disensiones con él, ocultas al principio, llegaron a hacerse públicas. Por ello el marqués de Mantua cedió el mando del ejército al marqués de Saluzzo, otro italiano, y abandonó aquel ejército que tanto le odiaba.

Descalabro francés del día 28 de diciembre

A la victoria del 6 de noviembre siguieron unos días de fuertes tormentas y lluvias torrenciales que convirtieron los campamentos en auténticos lozadales. El campamento español estaba situado más bajo que el francés y se llevó la peor parte. A este inconveniente, que acrecentaba las penalidades del ejército español, se unió el hecho de la falta de pagas a los soldados. Hubo conatos de amotinamiento. Algunos capitanes y soldados opinaban abiertamente que debían levantar el campo e ir a Capua a invernar. Pero el Gran Capitán apaciguó aquel estado de ánimos con energía y afirmando que se negaba a abandonar allí al ejército francés sin intentar un ataque decisivo. Y añadió:

    - "Más quiero la muerte dando dos pasos adelante que cien años de vida dando un solo paso atrás."

Por aquel entonces el embajador español, en comunicación y de acuerdo con el Gran Capitán, logró atraerse a los Ursinos al partido español, de modo que el jefe de esta poderosa familia italiana, Bartolomé Albiano, se presentó en el campamento español con un refuerzo de 3.000 soldados. Fue entonces cuando el Gran Capitán creyó llegado el momento de atacar a los franceses cruzando el rio simultáneamente por dos sitios para cogerles en medio. De esta manera, el ejército francés fue completamente destruido en la mañana del 28 de diciembre de 1503 en la batalla de Garellano.

La derrota francesa fue de tal envergadura que provocó la capitulación de Gaeta el 1 de enero de 1504. El Gran Capitán hizo su entrada triunfal en Nápoles por segunda vez, donde el pueblo y las autoridades locales le recibieron con mayor entusiasmo que cuandola victoria de Ceriñola.

En Francia, la noticia del desastre de Garellano y la capitulación de Gaeta sumieron al rey, la Corte y la nación en un profundo abatimiento. Todo ello, unido a la derrota sufrida en el Rosellón, convencieron a Luis XII de la inutilidad de continuar la lucha. Abiertas las negociaciones con España, se concluyó un tratado de paz el 11 de febrero de 1504, que fue ratificado por el Reyes Católicos en Santa María de la Mejorada en el mes de marzo. En virtud del tratado, el reino de Nápoles pasó a poder de España.

Pocos meses después murió la reina Isabel la Católica, valedora de El Gran Capitán.






Consideraciones

Si en la primera campaña el Gran Capitán dió excelentes muestras de liderazgo y organización, en su segunda campaña brilló su genio militar.

En Calabria, Barletta, Ceriñola y Garellano permaneció a la defensiva inicialmente observando y estudiando al enemigo, estorbándole con audaces reacciones ofensivas y maniobrando para llevarle a su terreno, hasta estar en condiciones de asestar el ataque definitivo. Siempre evitó aceptar una batalla hasta no tener seguridad en la victoria o en obtener un mal menor que no entablando el combate.

Supo anticiparse a las intenciones del enemigo y reaccionar con rápidas marchas. Dió muestras de saber emplear las tres armas combinadas entre sí y adaptándolas al terreno para extraer el mayor beneficio del fuego de los arcabuces y piezas de artillería. Obtenida una victoria, perseguía el éxito hasta el final, como demostró en Gaeta cuatro días despúes de su victoria en Garellano.

Finalmente, se adelantó al empleo del ejército en partes separadas y alejadas del núcleo común, pero formando todas ellas una fuerza única capaz de concentrarse oportunamente en el lugar y momento adecuados.

Conocía las cualidades del soldado que conducía, por lo que no dudó en exaltar hasta el fanatismo sus virtudes para pedirle esfuerzos y sacrificios extremos; y no se empeñó en pedirle esfuerzos para los que no estaba preparado, por lo que la seguridad de sus campamento no descansaba en escuchas o centinelas estáticos, sino que establecía patrullas y mantenía un tercio de la tropa en armas.





FUENTES: